Autor: Fredys Bravo Ortiz.
He soñado que me voy de mi casa; no sé el sentido del sueño y no sé si usted comprenda este sueño que tuve cuando había soñado en mi sueño. No sé por qué de un momento a otro dentro de mi sueño me estaba yendo de mi casa a una parte muy lejana que desconozco, no sé dónde llego en mi sueño y no sé por qué me fui. El sueño no me dejó descifrar el porqué de mi decisión, pero ahí voy saliendo de mi casa con mi bolso rojo en las manos, mi morral en la espalda y en un hombro mi viejo bombardino en su estuche negro. Mis hijos salen, y en su desesperación por detenerme me dicen llorando – papi no te vayas, por favor papi, no nos dejes solos. Papi te amamos, quédate. – Ahí los veo llorando, uno de cada lado agarrándome cada uno una mano. El más pequeño me dice con su rostro contraído y con lágrimas que brotan de sus ojos. – papi, no te vayas, no nos dejes solos, no nos abandones. No logran detenerme. Sigo caminando. – por favor no me agarren porque no me quedaré, mejor métanse para la casa, allá esta su mamá.
Mis hijos uno de diez años y otro de siete me dicen: – papi vente para la casa, y de pronto se me pegan abrazándome las piernas, llorando desconsoladamente y sus lágrimas caen al suelo como gotas de sereno, pero a mí eso no me detiene. Me agarran la camisa – no papi, no, no, no. Papi, papi, por favor quédate. Su intento es en vano, voy tan decidido a irme que no me detengo y ahí los dejo tristes, abrazados, llorando fuerte y gritando. Yo los miro, sufro, pero no doy reversa, voy tan convencido que no sé cuál es el motivo de mi partida; por último, miro y me despido de mi casa, tomo la última captura mental de mi triste vivienda, en esa última mirada está ella, mi mujer, ahí está, la veo sentada en la terraza de la casa, en una silla plástica con su cuerpo inclinado hacia adelante, con los codos pegados a sus piernas, con la mirada hacia abajo y las manos sobre la cabeza llorando, pero no hace nada por detenerme, llevándome en medio del dolor una serie de momentos que me producen nostalgia.
Llego al transporte, me subo a un carro, coloco los bolsos arriba en la parrilla de ese auto viejo de color anaranjado, que cuando acelera sale una erupción de humo negro y es de esta manera como me desaparezco del pueblo como si hubiese sido solo una brisa, una burbuja o una ilusión. El carro parece no llevar prisa porque va vacío, faltan algunos pasajeros para llenarse, por lo que el chofer va lento mientras sale, ahí vamos muy despacio para ver si logra completar el cupo, pero por más que este conductor presione sostenidamente su pito, con un fuerte sonido extravagante y por más que mire para lado y lado no hay más viajeros, por lo que sale del pueblo con algunas pocas personas y entre ellas yo. Los demás que van dentro del carro, van callados, todos en silencio, el sol brilla con mucha intensidad, no hay conversación, algunos van mirando sus celulares sin ninguna intención de hablar o algo así. De esta manera me voy decepcionado de un pueblo triste con pocas expectativas de vida y muy conforme con lo que es, un pueblo que se ha olvidado de un querer ser y mientras yo voy pensando todo esto de mi partida, en mi corazón llevo muchas expectativas y deseos.
Yo solo quiero cambiar mi vida y eso no permite que el dolor que llevo dentro acabe conmigo. Después de andar un poco en ese carro viejo anaranjado, siento que mi cuerpo se eriza, porque voy llegando a otro pueblo que tiene en su esencia un nuevo destino para mí, que marcará mi vida. Cuando me bajo del carro, de la nada aparece una mujer impaciente que me abraza, me besa y acaricia mis mejillas con sus suaves manos, diciéndome que hace rato me estaba esperando. Es una mujer que me brinda mucha seguridad y confianza, pero mis ojos se aguan de tristeza saliendo de ellos chorros de lágrimas y esa tierna mujer con gesto de serenidad me consuela, me dice que todo está bien, que de ahora en adelante tendremos nuevas oportunidades y creceremos económicamente juntos sin ningún problema. Sin arrepentirnos, sin dudar nada más, ahí mismo tomamos otro transporte que no sé qué destino tiene; nos vamos hacia un lugar desconocido que mientras vamos viajando, se logran ver por las ventanas, árboles que corren a orillas de la carretera, lomas que nos sacan las manos desde la distancia, laberintos oscuros que nos saludan, profundidades que nos llaman y neblinas ciegas que se chocan en los vidrios de las ventanas del carro.
Después de todo esto, pasando ya varias horas, voy sintiendo un frío y vamos viendo en el horizonte unos edificios que sacan su cuello por encima de esos paisajes montañosos, que después de algún tiempo el cuerpo del bus donde vamos, va penetrando lentamente esa gran ciudad, donde podemos ver muchos carros, trancones, supermercados, gigantescas fábricas, y grandes almacenes. Esa mujer en un acto de amor y ternura me abraza, se recuesta a mi cuerpo y nos consolamos mutuamente sin acordarnos de lo que hemos dejado atrás, sin recordar quienes fuimos y con ansias de olvidar el pasado que tuvimos. En esos momentos éramos ella y yo en un nuevo mundo, empezando una nueva vida y nada más. Llegamos ya entrando la noche a una nueva casa con fachada hermosa, muy lujosa y espaciosa. Coloco todas mis cosas en una cama bien tendida, me quito los zapatos, me reposo un poco y luego me baño, después que salgo de la ducha, miro por la ventana y ya está bastante oscuro, me quedo pensando un rato mirando hacia el techo, como buscando una solución a mis preocupaciones y a mis pensamientos confusos, pero se me nota que estoy bastante inquieto, puesto es algo que no había hecho nunca.
Mientras estoy pensando y observando en esa casa grande, sentado en una cama bien cómoda, esta mujer me abraza, me acaricia pasando sus manos por todo mi cuerpo, se me sube encima, me excita y poco a poco nuestros cuerpos se envuelven hasta ser uno solo, hacemos el amor, nuestras pieles se sacian hasta conseguir el placer del sexo, donde dos pelvis se acariciaban mutuamente en la conjugación de movimientos lentos y rápidos hasta conseguir el límite entre besos, quejidos y arañadas de dos personas que expresan su amor sin ningún obstáculo, después que nos disfrutamos corporalmente, nos invadió el cansancio, porque además el viaje había sido agotador y esto hizo termináramos fundidos en lo profundo de nuestros sueños. Aunque esto era solo una fantasía, parecía tan real que en verdad creía que me había ido de mi casa. Cuando me dormí dentro del sueño, empecé a soñar que ya habían pasado varios días desde que salí de mi casa, razón por la cual me encontraba levantado y tomándome una ducha. En esos momentos cuando salgo de bañarme le digo a esa mujer que me regresaba para mi casa y luego de vestirme, me veo saliendo con todos mis bolsos de esa vivienda de donde estaba compartiendo con la mujer que me había ido hacía algunos días.
Me veo saliendo de esa enorme y lujosa vivienda en la que estaba, y la razón por la que decido devolverme, es porque no dejo de pensar en mis hijos y en mi casa que había dejado tirada, porque además no podía evitar sentirme culpable de lo que había hecho, por eso decido regresar, razón por la que esta mujer se coloca triste, me reclama, llora, me abraza pidiendo que no lo haga, que no la deje sola porque me ama, me agarra, pero no logra convencerme. En el sueño del sueño que estoy soñando, mientras voy saliendo de ese lugar, me quedan muchas imágenes de una ciudad con grandes edificaciones y mucho movimiento de aglomeraciones de gente en sus labores cotidianas. Me veo de nuevo en un bus saliendo de todo ese bullicio y de nuevo veo por las ventanas árboles corriendo, montañas sacándome las manos, laberintos esperando, profundidades oscuras y silenciosas que me producen nostalgias. Luego de varias horas de viaje ya veo de nuevo ese pueblo sencillo y humilde de casas pequeñas, muy tranquilo y acogedor. Aquí estoy de nuevo en el barrio, voy llegando a mi casa pequeña de paredes azules, de puerta negra y ventanas con vidrios oscuros. Puedo ver que hay algunos tocando la puerta con bastante insistencia, me detengo un poco y logro observar que no sale nadie, parece como si la casa estuviera desocupada, como si ya ahí no viviera nadie. Entonces después de algunos segundos llego, las personas que estaban tocando se van, toco la puerta, miro por la ventana, no veo ningún movimiento, la sala está oscura y solo veo los dos gatos maullando como con hambre, el piso sucio, como si en días no hubiesen hecho aseo, esto se me hace muy raro.
De nuevo toco la puerta y no hay ninguna reacción, cuando de pronto va saliendo el vecino de su casa y le pregunto si no sabía nada de mis hijos y de mi mujer, si no sabe si han salido para alguna parte, y el señor me dice: – la verdad no los he visto y hace varios días que nos los veo entrar ni salir. En ese sueño dentro del otro sueño, me preocupo y es así como hago la manera de abrir la puerta, pero no logro hacerlo. Solo me queda la opción de tirarla, por lo tanto tomo fuerza y la empujo con mi cuerpo; al entrar veo todo oscuro, hay un fuerte olor, me dirijo hacia al cuarto y cuando voy llegando a la puerta de la habitación, siento que me llaman, escucho una voz suave, me mueven y es la voz es de la mujer con la que había acabado de hacer el amor, con la mujer con la que me había ido y me dice que estaba soñando, porque me vio luchando en mi sueño, estaba moviéndome, haciendo algún ruido y me llamó despertando de mi sueño dentro del sueño.
Después de unas horas amaneció, ella sirvió el desayuno, comemos los dos en la cama y me doy cuenta por la ventana del cuarto que los edificios con sus cuellos estirados están dialogando entre sí, lo hacen también con el espacio, con la brisa y con las neblinas. Eso me tranquilizó porque no había pasado nada con mis hijos y mi mujer, por lo que ella me tranquilizó con sus caricias y con sus besos. Es así como empezó de nuevo un día al lado de esa hermosa mujer que me inspiraba tranquilidad, confianza y seguridad, pero la preocupación por mis hijos no me deja estar tranquilo. Sigo pensando en ellos porque los amo demasiado y me hacían falta, de pronto la veo a ella que se lleva la mano a uno de sus senos diciéndome – me duele fuertemente el pecho, me siento mal, llévame por favor a una clínica, de verdad me siento muy mal. De una vez salgo para la cocina, le llevo agua y me dice que le alcance una pastilla.
No sirvió de nada tratar de quitarle el dolor, por eso la cargo entre mis brazos y la llevo a la calle, paro un taxi, la subo y salimos con mucha prisa. Cuando vamos llegando a la clínica ella pega un grito fuerte y se desmalla, le pido al señor del taxi que se apresure porque ella está muy mal. Es así que llagamos a la clínica y en seguida los médicos y las enfermeras la suben a una camilla, la entran rápidamente y no me dejan ir con ella hasta donde la van a atender. Solo la veo desde lejos por un pequeño vidrio cuadrado ubicado en la parte de arrida de una puerta de madera rustica de color blanco. Los médicos allá en esa sala de urgencias, hacen todo lo posible, se mueven, corren, buscan aparatos que se los colocan en todo el cuerpo y yo afuera espero preocupado, muy impaciente y desesperado con lo que pasa.
Después de algunos minutos, veo que el médico se dirige hacia donde estoy yo con cara de angustia y tristeza, pero cuando va llegando para abrir la puerta para decirme algo, escucho una voz y unas manos que me mueven. Era mi esposa que me estaba llamando, es así que me levanto, la veo ahí a mi lado y miro a mis hijos acostados en su cama, los dos juntos, abrazados y dormidos, porque acababa de amanecer. Es entonces que me doy cuenta que estaba soñando que me había ido con una mujer y que dentro de ese sueño en el que había viajado a otra parte, también había tenido otro sueño en el que me había regresado a mi casa porque me hacían falta mis hijos. Es algo raro y no logro entender el significado de lo soñado, no logro entender un sueño en el que sueño de manera tan real y no sé si usted que logra leer este cuento entienda un sueño en el que se logra soñar soñando.
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