Entre Miradas: Una Historia de Amor No Dicha

En cada encuentro, el olvido parecía el destino, un espectro que acechaba en las esquinas de nuestras vidas, pero nuestras almas se negaban obstinadamente a renunciar al amor. Era un secreto que guardaba celosamente, una verdad no dicha que se escondía en el rincón más oscuro de mi corazón. Nunca se lo dije, pero su mirada y su sonrisa eran como destellos de luz en medio de la oscuridad que había tomado posesión de mi jodida vida. Cada vez que nuestros ojos se encontraban, era como si el mundo entero se desvaneciera y solo existiéramos nosotros dos, compartiendo un momento robado en el tiempo. Ella, en un acto de valentía y vulnerabilidad, me dijo una vez: «Bésame sin enamorarte», como si tratara de protegerse a sí misma de las heridas que el amor podría infligir. Sus palabras resonaron en mi mente como un eco lejano, pero mi corazón, terco y desobediente, se negó a obedecer. Se enamoró profundamente, sin pedir permiso, sin siquiera rozar sus labios. A veces, el destino nos lleva por caminos inesperados, donde el amor se teje entre las sombras de los silencios no compartidos. Nuestra historia se convirtió en un destello emocional, donde el deseo y la pasión se mantenían a raya, pero el amor florecía en silencio, como una flor que crece en la penumbra, luchando por alcanzar la luz. Así es como nuestras vidas se entrelazaron, marcadas por el eterno dilema de amar sin poder poseer. En cada encuentro, el olvido parecía el destino, pero nuestras almas se negaban a renunciar al amor, una lucha interna que dejaba cicatrices en el alma, pero también regalaba momentos de intensa belleza y conexión

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