Tengo que romper un corazón

Tengo que romper un corazón

LM Ludovic

24/09/2023

Uno de estos días, quizás mañana o pasado, tengo que romper un corazón. Lo sé, no será fácil. Voy juntando palabras y voy armando oraciones, las que siento que serán menos dolorosas, las que pienso que darán a entender de la mejor manera posible aquello que quiero decir. Me esfuerzo, deseo con todas mis fuerzas no causar dolor (tanto dolor).

Quizás, cuando llegue el momento, a esa persona no le importe cuan bien arme mis oraciones o que tan detalladamente elija mis palabras. Su corazón, su mente y su alma solo contemplarán que están siendo abandonadas y desamparadas, quedando listas para hundirse en una seguidilla de días grises y eternos, algunos mejores (o peores) que otros. Y aunque con certeza sé que el tiempo curará, por ahora eso, le dará igual.

La persona a la que tengo que romperle el corazón, ya lo sabe. Lo sospecha, lo espera hace tiempo, pero desea que ese día no llegue. Ha comenzado a soportar cosas que no le gustan, que le desagradan y le entristecen solamente por sostener este vínculo. Ha comenzado a permitir que no le responda sus cumplidos, que le conteste los mensajes con menos frecuencia y que ya no sonría como lo hacía antes. Finge que todo está bien, no reprocha, no reclama y dice buenos días o buenas noches como si nada pasara. ¿Por qué lo hace? Deseo que se valore. Quiero cuidarle y para eso, romperé su corazón.

Pienso en ese previo y fugaz momento en que transitamos la vida antes de escuchar lo que no es querido, antes de la llegada de aquella noticia que no se espera, antes del sonido del timbre o del teléfono trayendo augurios indeseados. Ese efímero momento en que quisiéramos quedarnos para siempre con tal de no enfrentarnos a lo que se aproxima.

Cuando aceptamos (sobre)vivir con aquello que no funciona comenzamos a amoldarnos lenta y tediosamente, como nuestro caminar lo hace con aquellos zapatos viejos y cómodos pero carentes de sus partes firmes, que nos permiten movernos sin mucho esmero y con poca fuerza. Somos amigos de la comodidad y amantes de sostener aquello que nos ahorca las manos y nos pide a gritos ser liberado.

Solemos pensar que no habrá nada mejor, que no encontraremos a quien volver a querer o con quien volver a compartir nuestra vida. Ni personas tan buenas, ni más lindas, ni tan comprensivas y mucho menos interesantes. Lo cierto es que, a quien está dispuesto a vivir, antes o después, se le presenta la magia. Y para eso, hay que aprender a esperar (y a observar).

Porque para querer hay que estar despierto, buscar completo, desear entero y nunca pero nunca abreviado.

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