La oquedad estaba sumida en la oscuridad más absoluta. Solo la luz del casco lo separaba de la negrura y de la desesperación.
Hacía ya varias horas que se había separado del grupo. Una de las innumerables bifurcaciones le pareció extraña, algo no le cuadraba, y sin pensarlo dos veces se desenganchó de la cuerda guia y se adentró en la gruta. Iba el último y avisó de sus intenciones al resto del grupo que se lo recriminaron, aún así lo hizo sabiendo que estarían en contacto por radio.
Pero la radio ya hacía rato que había enmudecido.
Se planteó varias veces volver atrás pero su ego masculino y lo tortuoso del camino recorrido se lo impidió, y ahora se encontraba avanzando por un pasadizo de menos de medio metro de alto. Se arrastraba con los codos, las rodillas y los pies tirando a su vez de la mochila que llevaba atada al cinturón con una cuerda.
Sabía lo que había visto, bueno, no lo sabía, pero no tenía duda de que había visto algo inusual, algo que no tenía que estar allí. Ya llevaba muchos años practicando espeleología y su instinto nunca le había fallado.
Probó de comunicarse con sus compañeros por radio y no lo consiguió, el gps le mostraba la ruta recorrida, tanto la suya como la de sus compañeros y la posición de todos a tiempo real, cada vez se separaban mas.
Siguió arrastrándose rozando con la espalda y el pecho la fria roca en muchos tramos. Si debía volver atrás, si su instinto le había engañado por primera vez y debía cejar en su empeño, al menos debería encontrar un tramo lo suficientemente ancho como para poder dar la vuelta. Pero no se veía volviendo por ese agobiante tunel, no era lo mismo recorrerlo en pos de un descubrimiento que hacerlo después de una humillante derrota.
Tenía que encontrar lo que buscaba, fuera lo que fuese, o hallar otra ruta que le llevara junto a sus compañeros o una que saliera al exterior.
De repente el estrecho tunel se acabó. Una enorme piedra había caído taponándolo, o a lo mejor siempre había estado allí, lo que tenía claro era que no podía avanzar, ni, por supuesto, retroceder.
Ya había estado otras veces en situaciones límite en sus innumerables recorridos por cuevas inexploradas. Era su trabajo y le gustaba. El peligro, la adrenalina fluyendo desbocada, el pisar lugares que nunca nadie había pisado, todo eso le encantaba, pero conocia casos de gente desaparecida, de gente que había muerto, y algunos eran amigos suyos.
Había asistido a entierros, a demasiados, y quizás pronto asistiría al último, al suyo. Eso si podían rescatarlo, aun teniendo su posición no veía como iban a sacarle de allí.
No se desesperó, no valía la pena y no iba a ganar nada haciéndolo. No sin mucho esfuerzo sacó su piolet del cinturón y golpeó la pared que tenía delante, como si un mísero pico pudiera con el poder de la roca.
Y pudo.
El piolet se hundió en la roca como si fuera piedra pomez, que lo era. Siguió picando como pudo, apoyándose en el maltrecho codo para poder pegar con mas precisión y fuerza. Golpeó y medio metro mas adelante el piolet no encontró resistencia, había llegado a una cámara, al menos podría descansar y estirar su entumecido cuerpo. Fue rascando las paredes hasta que el agujero fue lo suficientemente ancho para poder pasar y descendió a una enorme sala.
Incomprensiblemente estaba iluminada aunque no se veía ningún punto de luz a la vista. Estaba enterrado a mas de cien metros de profundidad, no podía haber luz. Pero la había.
Apagó la linterna del casco, no quería quedarse sin batería, y comprobó que se podía ver bastante bien.
Era una sala redondeada de mas de cinco metros de diámetro, la luz se disipaba en la parte superior y no podía ver el techo pero sin duda estaba a mas de diez metros de altura.
La pared de la sala no estaba pulida pero daba la impresión de que había sido tallada, aunque eso fuera imposible a esas profundidades.
Colocó el piolet en su lugar del cinturón y de reojo miró el agujero por donde había entrado. Se quedó helado. No estaba. Se veía claramente la zona mas clara que ocupaba la piedra pomez pero el agujero que él había hecho había desaparecido. Aun no había salido de su asombro cuando vio que había tres zonas mas del mismo tono claro situadas equidistantes a lo largo de la pared. ¿Serían entradas?, ¿o salidas?. Debía intentarlo.
Cogió el piolet y se dirigió a la que le quedaba mas cerca. No le costó nada abrir un boquete y al otro lado vislumbró una cueva pero no tan angosta como por la que había venido. Colocó el piolet otra vez en su lugar, asió la mochila y entró por el agujero.
No sabía muy bien que estaba haciendo pero tampoco había muchas opciones. En realidad solo tenía tres, o volver por donde había venido. Cuatro.
Volvió la vista atrás y comprobó que el agujero que acababa de hacer se había tapado solo. Ya no le extrañó.
La cueva se fue haciendo mas grande así como iba avanzando y al cabo de media hora ya podía andar erguido.
No tardó en llegar a la salida.
La salida de la cueva estaba pendida en un precipicio a mas de mil metros del suelo.
Estudió las pendientes y los posibles puntos de anclaje y trazó mentalmente varias rutas de descenso, no sería imposible pero si dificil.
No recordaba haber oido hablar a nadie de esa cueva ni de esa pared cuando se acordó del gps. Se maldijo por no haber pensado antes, lo encendió y parecía que funcionaba a la perfección, se veian claramente las rutas seguidas tanto por él como por sus compañeros hasta que llegó a la sala redonda, pero a partir de allí nada. El aparato no recibió ninguna señal desde que se internó en el último túnel. Lo guardo, sacó las piquetas y las cuerdas de la mochila, y empezó a descender.
Tardó mas de dos horas pero al fin llegó. Se sentó en la hierba y sacó la cantimplora para hidratarse y una barrita energética, estaba hambriento.
Un sendero serpenteaba no muy lejos lo que le confirmó que, estuviera donde estuviese, sin duda había mas gente.
Después de descansar un rato se colgó la mochila y siguió por el camino. Nada le indicaba donde estaba ya que no había señales y la orografía era de lo mas común, tierra, piedras, arbustos, todo le era familiar y desconocido al mismo tiempo.
Bordeó la pared de roca por la que había descendido y al llegar a un altozano se detuvo de inmediato. El sendero moría en una calle asfaltada que conducía hasta una gran ciudad. Y digo lo de gran no porque hubiera altos y majestuosos edificios, la mayoría eran bonitas plantas bajas con amplios jardines, si no por la gran extensión que ocupaba.
Estaba rodeada por altas montañas y abarcaba todo su campo de visión, y desde donde estaba posicionado podía ver tres de los cuatro puntos cardinales.
Continuó andando hasta llegar a la calle principal y el primer vehículo que pasó se detuvo a su lado. Se abrió una extraña ventana oscurecida y apareció la cara sorprendida de un hombre de unos treinta años.
– ¿Eres un Recien Llegado?.
No sabía que responder pero realmente lo era.
– Si. Acabo de llegar ahora mismo.
– ¡Increhible!. Sube, te llevaré ante el Gobernador.
– ¿Es necesario?.
– ¿Bromeas?. Hace mas de cien años que no aparecía un Recién Llegado. El Gobernador debe saberlo de inmediato.
El vehiculo era extraño, parecía un huevo y solo había espacio para dos ocupantes, sin nadie que condujera. Era muy silencioso y cómodo. El auto, sin que nadie se lo ordenara, concertó una visita con el Gobernador en diez minutos.
Se cruzaron con otros vehiculos, pocos, y comprobó que solo sutiles cambios les diferenciaban. A parte de los colores, claro. El suyo era de un azul cielo muy brillante y el interior no se parecía en nada a lo que cabria esperar, era como un huevo de paredes acolchadas con solo dos cómodos asientos y varias pantallas que mostraban rutas y datos incomprensibles para él.
Aparcaron junto a un edificio de dos plantas, el único que se veía en toda la calle. Las letras GOBERNADOR, en español, dominaban la fachada y una gran puerta las flanqueaba.
– Entremos. El vehiculo ya ha avisado de nuestra visita y el Gobernador nos está esperando.
– ¿Ha avisado sin que tu se lo pidieras?.
– ¡Por supuesto!, ¿por qué no iba a hacerlo?.
Las puertas del vehículo se abrieron con un leve siseo, y los dos bajaron y se dispusieron a entrar en el edificio. Su acompañante se paró en el umbral de la puerta tendiéndole la mano.
– Por cierto, mi nombre es Hamusen, Jack Hamusen.
– Parris, John Parris.
Dijo estrechándole la mano con fuerza y acto seguido entraron.
El vestíbulo estaba mal iluminado y pintado de un sórdido marrón , una joven y bonita secretaria sentada en su mesa presidía la estancia. Alzó la vista y les interrogó con la mirada pero al instante reparó en la vestimenta de John.
– ¡El Recién Llegado!. Perdonar mi torpeza, adelante por favor, el Gobernador les está esperando.
Con un ademán les indicó la puerta entreabierta que había a su izquierda y los dos se dirigieron hacia ella.
– No hace falta que llamen, entren sin mas, el Gobernador les espera impaciente.
Y entraron. Y sus ojos tubieron que esforzarse para adaptarse a la nueva estancia. Era blanca cristalina, brillante, y los pocos muebles que había, una mesa de despacho, unas sillas y un sofa con una mesa baja, eran del mismo color. Todo relucía en un exceso de brillo para el gusto de John. Al fondo, sentado tras la mesa de despacho, se veía al Gobernador.
Este se levantó y con cara amigable y sorprendida fue hacia ellos.
– ¡Dos mio!. ¡Es verdad!. ¡Un auténtico Recién Llegado!. Me halaga que hayas aparecido durante mi mandato, es para mi un auténtico honor. Mi nombre será recordado para siempre por tu llegada.
– Perdone Gobernador, no se quién pensáis que soy pero sin duda hay algun malentendido.
– ¿Malentendido?. ¿Acaso no acabas de llegar?.
El Gobernador miró con cara de pocos amigos a Hamusen y este levantó los hombros intimidado.
– Si que acabo de llegar. No os enfadéis con Hamusen, es simplemente que no se que esperáis de mi. Yo soy un hombre normal y corriente.
– En tu Mundo quizás si, en Mundo eres, y seras para simpre, una celebridad.
John cada vez entendía menos. ¿En tu mundo?. ¿Acaso había mas de un mundo?.
– Perdone Gobernador pero…¿a que os referís cuando decís «tu mundo»?.
– Has venido por el camino del cerro si no me equivoco, y te has parado en lo alto de la loma admirando la grandiosa Ciudad que se extendía a tus pies encerrada entre altas y agrestes montañas. ¿Me equivoco?.
– En absoluto, ha ocurrido exactamente como lo habéis descrito.
– Pues bien, esa gran Ciudad es todo nuestro Mundo.
Lo oyó pero no lo entendió. ¿Una ciudad era su mundo?. Ademas ahora que lo pensaba nunca había oido hablar de esa ciudad y eso era muy extraño.
– Creo que no os comprendo. ¿Como puede ser la ciudad el mundo entero?, ¿habrá otros lugares tras esas montañas?, que por cierto tendrán un nombre el cuál me podríais decir, y de paso el de la ciudad, por favor.
– ¿El nombre de las montañas? Cordillera. ¿El de la ciudad?. Ciudad. ¿Y que si hay algo detrás de la Cordillera que nos rodea?. No.
– ¿Pero como es posible?. ¿Algo habrá?. Aunque sean tierras yermas o aridos desiertos.
– Nada. La Nada mas absoluta. Si logras atravesar la cordillera, cosa que hemos hecho, te encuentras con la Linea del No Retorno. Si la cruzas desapareces en la mas negra oscuridad.
– ¿Pero?. ¿Pero que hay al otro lado?.
– No lo sabemos, nadie ha regresado, por eso lo del nombre.
– ¿Y no se lo habéis preguntado a ÉL.
– Si. Según ÉL no hay nada Útil o Necesario tras la Línea de no Retorno.
– No quiere que os vayáis de aquí.
– Son muchos los que cruzan y nada se lo impide. ÉL podía haber puesto una pared infranqueable y quitarnos la posibilidad de decidir y no lo hizo.
– Tampoco es una elección muy justa sin saber el destino.
– Es cuestión de fe. El que cruza es porque, realmente, quiere abandonar Mundo, no porque quiera ir a otro lugar.
Una lógica aplastante.
– ¿Y vosotros?.¿Cómo llegasteis aquí?.
– Los Primeros como tú. Muchos hombres al principio, cuando había suerte una mujer. Después cada vez fueron apareciendo menos Recién Llegados pero los Primeros empezaron a procrear y a establecer así los cimientos de nuestro Mundo.
– ¿Y no podéis escapar por donde yo he venido?.
– Solo los Recién Llegados pueden volver por donde han venido, y una vez se van nunca jamás pueden volver a cruzar esa puerta. Ya no queda ningún Recién Llegado vivo pero los que quisieron irse se fueron poco después de haber llegado. Si te quedas el tiempo suficiente no querrás irte, te gustará Mundo.
Imposible. Eso no pasaría.
– ¿Y de que vivís? ¿Dónde están los campos de cultivo y las fábricas?.
– No necesitamos nada de eso aquí. Pedimos lo que necesitamos y ÉL nos provee.
No sabía si seguir preguntando o ir preparando los útiles para escalar la pared hasta la cueva y salir pitando de ese mundo loco.
Pero preguntó, con miedo.
– ¿Quién es ÉL?.
– ¿ÉL?. ÉL es ÉL, el que todo lo puede, el creador de nuestro Mundo.
– ¿Y donde vive ese Ser Todopoderoso?.
– ¿Donde vive?. Él es Mundo. Está en todo lo que ves.
¿Sería solo una superstición?, ¿o alguna clase de religión?. Pero en tal caso, ¿de que vivían?.
– ¿Y como os comunicáis con ÉL?.
– Vamos a la Sala de los Dedeos y pedimos a ÉL lo que necesitamos, si realmente es Útil il y Necesario se nos provee, si no, se nos niega. Cabe decir que para las necesidades básicas, como alimentación, vestimenta y otros, lo pedimos desde nuestras propias viviendas.
– ¿Así de sencillo?.
– ¿Por qué complicarlo?.
John ya no sabía que pensar. Un mundo sin necesidades pero sin sueños. ¿Vivir toda una vida de monotonía?.
No.
Se iría.
Solo debía decidir dónde.
Podía volver por donde había venido y llegar a la sala, allí decidiría si regresar con sus compañeros o probar suerte con las otras dos puertas.
O podía cruzar la Linea de No Retorno.
O también quedarse allí, puestos a buscar opciones.
Pero no.
– Ahora vamos a informar a Mundo de tu llegada, todos queremos saber como es el lugar de donde vienes y que nos cuentes como es y como vive la gente allí.
– ¿Y donde vamos si puede saberse?.
– A la Sala de Imagen. Desde allí podrás hablar con todos y todos podrán hablar contigo.
– ¿Todos a la vez?.
– Ya lo verás.
Salieron del Edificio del Gobernador y se dirigieron acera arriba. La totalidad de los viandantes se giraban a observarlos, a él, hasta algunos vehículos parecían relentizarse solo para verle.
Dos edificios mas arriba se detuvieron ante una puerta de cristal, sobre ella se leía Sala de Imagen. La puerta se abrió ante su presencia y entraron.
El edificio no parecía gran cosa desde el exterior pero una vez cruzabas el umbral la cosa cambiaba.
Cientos de pantallas, miles, flotaban en el aire y todas mirándole a él. En todas se veía el rostro de personas ansiosas de poder verle y hablarle.
Para su asombro, aunque era evidente que todas las pantallas le hablaban, solo podía escuchar a la que estaba mirando y que a su vez resaltaba sobre las demás. Pasaba la vista de una a otra y las conversaciones se interrumpían entre ellas pero nunca se sobreponían.
– Todos desean conocerte.
– ¡Pero es imposible que pueda hablar con todos!.
– Siéntate aquí y no te preocupes.
Le mostró un lujoso sofá de cuero negro y le invitó a sentarse en el. Los dos se sentaron, uno al lado del otro.
– Ahora vivirás una experiencia nueva. Relájate, la primera impresión puede ser abrumadora.
Y se relajó, lo que pudo.
Estaba mirando una pantalla en la que un joven pelirrojo le preguntaba como era el sexo en su mundo cuando algo crujió dentro de su cerebro, no sabía cómo decribirlo de otro modo.
Algo, dentro de él, empezó a crecer descontroladamente, y de escuchar y comprender a una persona pasó a escuchar y hablar con dos, y con tres, y con cien, y con todos a la vez.
¡Estaba manteniendo una conversación con miles de personas a la vez!. Miles de conversaciones simultáneas y comprensibles.
Por un nomento fue más allá, más allá de mantener decenas de miles de conversaciones a la vez, se vio a si mismo mirándose, como si solo una pequeña parte de él estuviera realizando tal proeza, como si aun le quedara tiempo para explorar más allá de las cosas, más allá del todo.
El extraño trance terminó de repente tal como había empezado.
Habían pasado casi tres horas. Había tenido decenas de miles de conversaciones simultáneamente y se acordaba de todas, de todo lo que se había dicho en cada una de ellas, palabra por palabra. Y se acordaba de los rostros de sus interlocutores, y de sus ojos, y de sus sonrisas.
– ¿Ahora ya lo comprendes?. ¿Como ibas a poder hablar con todos?.
– Si. Aunque no se como lo he podido hacer.
– Tu no ha hecho nada. Mundo lo ha hecho. ÉL a sido.
– Aun así. Yo lo he vivido.
– Si. La primera vez no se olvida nunca.
– ¿Y siempre que quereis comunicaros tenéis que venir aquí.
– ¡No!. Todos tenemos un Comunicador. – Dijo mostrándole la extraña pulsera de su muñeca. – ¿Como crees que toda esa gente se ha comunicado contigo?.
Aquí solo venimos cuando queremos comunicarnos con todos a la vez, o al menos con todos los interesados en escucharnos.
– ¿Y todo esto os lo proporcionó ÉL?.
– Si. Alguien lo imaginó y creyó que podía ser Útil o Necesario, lo pidió a Mundo en la Sala de los Deseos, ÉL creyó que era Útil y Necesario y proveyó.
– ¿Y puedes pedir todo lo que puedas imaginar?.
– Pedir sí. ÉL decidirá si es Útil y Necesario.
– Me imagino que la mayoría de las peticiones no serán ni Útiles ni Necesarias. ¿Me equivoco?.
– La inmensa mayoría, solo una ínfima parte de las peticiones es aprobada por ÉL, a parte de las necesidades básicas en bienestar general. Veo con tristeza que la gente está dejando de pedir, está dejando de soñar, cansados de no obtener lo deseado. Pero la verdad es que no nos falta de nada. Tenemos buena comida y en abundancia, tenemos buenas bebidas, licores incluidos, tenemos ocio de diferentes tipos y tenemos tiempo para practicar nuestro Primer Precepto.
– ¿Y cual es ese precepto si puede saberse?.
– El Amor Libre.
– ¿Amor Libre?. Será lo único que os salve del aburrimiento extremo.
– No entiendo porque ibamos a aburrirnos, pero la verdad es que pasamos muchas horas practicando el Primer Precepto.
Ahora entendía porque tantas mujeres, y muchos hombres, se le insinuaron durante las conversaciones.
Quizás no estuviera tan mal este Mundo.
– ¿Y a eso os dedicáis todo el tiempo?.
– A eso, y a leer, y a escribir, y a pintar, y a ver teatro, y cine, y… y otra vez a eso.
No. No sería tan malo acabar su vida allí, pero…
– Pero… ¿Y la aventura?, ¿descubrir sitios nuevos?, ¿sentir la adrenalina fluir por tu cuerpo?.
– Criar a los hijos nos proporciona todo eso. La aventura de criarlos, el descubrir las cosas con sus inocentes ojos, la adrenalina fluyendo cuando les pasa algo malo. Y siempre puedes tener la suerte que ÉL te conceda alguno de tus sueños. A veces pasa, raramente pero pasa.
Se despidieron y Hamusen le acompañó a lo que sería su aposento, un pequeño adosado rodeado por tres lados de un cuidado jardín.
– Está será tu morada si decides quedarte con nosotros, si no la encuentras de tu agrado siempre puedes acudir a la Sala de los Deseos y pedir una a tu gusto. Si es Útil y Necesaria ÉL proveerá.
– Gracias. Creo que servirá de momento.
– Pues muy bien, mañana tomate el día libre, pasea y descubre Ciudad. ¡Ah!. No busques llave ni cerradura, la puerta solo se abrirá ante ti. Adios.
Y sin mas dió la vuelta y se fue en su extraño huevo azul.
Abrió la puerta del jardín, caminó sobre el adoquinado camino hasta el porche y cuando estaba en el último escalón la puerta de abrió.
— Bienvenido John Parris, Señor. Espero que encuentre la estancia a su gusto. Para cualquier cosa que necesite solo tiene que llamarme. Mi nombre es LIA.
– ¿LIA?. ¿Eres el ordenador de la casa?.
— Mas o menos. Soy la IA y soy la casa, y en parte soy ÉL.
Eso le pasaba por preguntar.
Entró y un lujo minimalista lo absorbió. Estaba todo lo que pudiera desear y a la vez no había nada innecesario. Y todo en tonos blancos con sutiles acabados en negro y precisos trazos de rojo carmesí. Lujo minimalista, era la única manera de describirlo, aunque fuera una incoherencia.
El suelo, de marmol blanco con vetas negras, era lo primero que te llamaba la atención. Solo entrar encontrabas la sala principal abierta a la cocina y unos grandes ventanales creando un espacio amplio y acogedor. Y moderno, muy moderno.
¿Quién habría imaginado todo aquello por primera vez?. Sin lugar a dudas tenía un gusto exquisito.
Avanzó hacía el fondo de la sala y descubrió tres puertas, una pequeña que daba acceso a un completo cuarto de baño de tonos verdeazulados con toques rojos y amarillos. Cando entrabas daba la impresión de sumergirte en un fondo marino de arrecifes de coral.
La puerta de la derecha daba acceso a una habitación blanca con la ropa de cama, las cortinas y los muebles en tonos negros y morados. Parecía un buen sitio para descansar.
La otra puerta daba paso a la habitación principal. Una cama de mas de dos metros de ancho presidía la estancia, suelo de moqueta blanca, paredes y cortinas de diferentes tonos de rojo, y espejos, varios espejos colocados en lugares estratégicos para no perderse nada. También disponía de un jujoso cuarto de baño de color blanco y fucsia tras una pared, Parecía un buen sitio para el sexo, incluso para una orgía. Muchas de las mujeres que se le habían insinuado eran preciosas y por un momento se imaginó allí con una de ellas, o con varias.
¡Diablos!. Debía partir pronto de ese lugar.
– ¿LIA?.
— ¿Si John?.
– Tengo hambre, ¿como se supone que debo pedir la comida?.
— Simplemente pida lo que desee y el Reproductor lo elaborará.
– ¿Lo que desee?.
— Lo que desee.
La verdad es que estaba hambriento, ya no recordaba la última vez que había comida algo mas que barritas energéticas.
– Para empezar y como entrante quiero pulpo a la gallega, después, de segundo, un chuletón de vaca de cincuenta días de curación, al punto, con unas patatas al horno, y de postre tarta Sacher. Todo regado con un buen Rioja.
— De acuerdo, en dos minutos saldrá el entrante.
Y pasados dos minutos una luz verde se iluminó en un extraño electrodoméstico de la cocina. El Reproductor.
Se acercó, lo abrió, y un delicioso aroma le transportó a su infancia, a los veranos que pasaba en casa de sus abuelos maternos, en Galicia.
Era el mismo olor que inundaba la cocina del pazo cuando entraba despues de pasar toda la mañana corriendo y saltando por los verdes prados.
Volvió a ser niño, por un instante.
Y al probarlo casi le pareció oir la voz de su abuela, «come neno, come, que si no non vais a crecer nunca». Casi la olió.
Una lágrima resbaló feliz por su mejilla.
— ¿La comida es de su agrado Señor?.
– Si LIA, no puede ser mejor.
Y se lo terminó en un periquete.
A los cinco minutos la luz volvió a brillar. Abrió otra vez el Reproductor y, otra vez, el delicioso olor le embargó, olor a carne a la brasa con un sutil tono a leña quemada.
El sabor era indescriptible, la carne, roja por dentro, no desprendía ni una gota de sangre y se cortaba como mantequilla gracias a la curación. Un sutil aroma dulzón a pasado, un ligero gusto a jamón, un fondo de la leña, algo de sal gruesa, tomillo, romero, pimienta y todo acompañado de un vino excelente.
Los sabores danzaban en su boca haciendo enloquecer sus papilas gustativas.
Esta vez fueron dos las lagrimas de felicidad que descendieron por su rostro.
Cinco minutos despues de acabar, mientras aun se deleitaba asimilando la exquisitez de lo que acababa de comer, se encendió la luz por tercera vez.
La tarta lo mismo, deliciosa, crujiente, esponjosa, ligera, espectacular.
— ¿Ha terminado de comer Señor?, ¿un café?, ¿algún licor?.
– Bourbon, un Blanton’s, por favor.
— Enseguida Señor, y no necesita pedirlo por favor, pero se agradece.
Cogió el Bourbon de un mueble bar que apareció al voltearse parte de la pared de su lado.
Como era de esperar el licor era excelente, un Blanton’s.
— Espero que todo haya sido de su agrado Señor.
– Sin ninguna duda ha sido la mejor comida de mi vida.
– Estoy feliz de que le haya gustado tanto. ¿Desea compañia femenina?, ¿o masculina?, ¿o en grupo?. Puede elegir lo que quiera.
Definitivamente se quedaba.
No. No se quedaría.
La verdad es que se iría, ya había tomado la decisión aunque se estaba haciendo muy dificil no cambiarla.
– La verdad es que me apetecería algo de compañía pero se me hace raro estar con alguien a quién no conozco de nada.
— ¡Pero conoce a muchas personas!. Ha estado hablando con decenas de miles durante horas y recuerda a todas y cada una de ellas. Tiene mas de diez mil solicitudes y sin duda entre ellas habrá alguien a quien recuerde por algo especial.
Si. Si que había varias mujeres que le atrajeron, muchas, y sin duda habría varias, o muchas, que quisieran estar con él. Era la estrella del momento.
– ¿Podría ver las caras de las mujeres que quieren contactar conmigo?.
— Por supuesto. ¿Alguna preferencia?.
– …Si. – Se ruborizó.- Rubias, jóvenes, guapas, no se…
Y la pantalla de la sala se iluminó mostrando veinticuatro rostros enmarcados de mujeres jóvenes.
Las recordaba a todas, y todo lo que habían hablado, pero ninguna de ellas le llamó la atención por nada especial. Paso a las siguientes veinticuatro con un gesto de la mano.
Aquí si. Aquí había dos que le gustaban. Se sentía mal, como si estuviera en un supermercado eligiendo un producto cualquiera, pero ellas querían estar con él. El Amor Libre era el deporte de Mundo. Debía olvidar sus prejuicios y tabús, eran relaciones consentidas y el que pudiera elegir era una faceta nueva para él, y probablemente adictiva.
Eligió a Eleonor, una chica rubia de no mas de veinticinco años, tocó su imagen con el dedo y esta se amplió borrando a todas las demás.
– ¡Hola John!. ¡No me puedo creer que me hayas elegido a mi en tu primera vez en Mundo!. Es un honor.
– El honor es mío, ni en sueños podía imaginar en mi Mundo estar con una chica como tú.
Quedaron en verse en seguida y a los diez minutos ella llamaba a la puerta. Abrió y quedó deslumbrado ante su belleza, y ante su vestido, estaba hecho de seda transparente y solo un pequeño triángulo rompía su homogeneidad.
Y la sonrisa, esa maravillosa sonrisa, capaz incluso de eclipsar a sus tersos senos. Entró y pudo verla de espaldas, las curvas no se insinuaban, eran bien visibles bajo el vestido transparente. Después de una pequeña charla y de un vaso de vino fueron directos a la habitación roja.
Fue una noche memorable, inolvidable, para los dos.
Se durmieron y se despertaron para practicar sexo, se volvieron a dormir y se volvieron a despertar. Y se durmieron al fin.
Ya con el sol asomando por el horizonte John se despertó y se quedó mirando embelesado a Eleonor mientras ella dormía a su lado, recordando la mejor noche de sexo que había tenido en su vida. Y quizás de amor. Creia.
Que difícil será partir. ¿Que más podía desear?. Si, la aventura y la adrenalina y bla, bla, bla, pero comer cada día como había comido, beber como había bebido y ahora esto. ¿Echaría en falta la aventura y la adrenalina?.
Ni loco.
Se quedaría.
Ella le miró.
– Buenos días John.
– Buenos días Eleonor.
– Me ha gustado mucho este primer encuentro.
– A mi también.
– Si quieres podemos ser pareja. Aunque quizás sea muy pretencioso por mi parte.
¿Pareja?. ¿Como decir que no a la mujer de sus sueños?. Aunque nunca hubiera ni soñado que pudiera tener una mujer como aquella.
– ¿Y el Amor Libre?. Por un momento pensé que no había parejas en Mundo.
– ¡Que tonto eres!. ¿Como no va a haber parejas?. Las parejas mantienen un vínculo sexual afectivo necesario para la educación de los hijos, pero eso no impide que puedan practicar sexo con otras personas, o con grupos, tanto juntos como por separado.
Ella se retorcía desnuda bajo las sábanas y el intentaba volver a ver sus pechos por entre los pliegues, como si no los hubiera visto ya. Como si no los hubiera disfrutado durante toda la noche.
– ¿Y no surgen nunca los celos?.
– ¿Celos?. No se a que te refieres, no conozco esa palabra y menos su significado.
– Pues que a alguien, tu pareja, le duela que estés con otra persona.
– ¡Que bobada!. ¿Y porqué te puede doler que tu pareja se lo pase bien?.
– Pues por el hecho de que sea con otra persona.
– ¿Acaso en tu Mundo una persona puede pertenecer a otra?.
– No…no quería decir eso.
– Pues lo parece.
– ¿Pero no hay ninguna pareja estable y monógama?.
– Estables si, claro, la gran mayoría lo son, pero monógamas no. ¿Quién querría vivir así?. Ademas, ÉL no lo permitiría.
– ¿Por qué no?.
– Pues por el Primer Precepto, el Amor Libre. Todos tenemos el derecho de poder acostarnos con quien queramos pero a la vez tenemos la obligación de que los que quieran hacerlo con nosotros puedan hacerlo.
– ¿Con todos?.
– ¡No!. ¿Como vas a acostarte con todos?.
– ¿Entonces?. No entiendo.
– No todas las personas que elijas querrán acostarse contigo. Y tu no tienes porque acostarte con todas las que te elijan. Pero no puedes acostarte siempre con chicas de veinticinco años. Algunas veces tendrás que acostarse con gente de otras edades, de cuarenta, o de sesenta, o de ochenta. O con hombres.
– En vez de Amor Libre deberían llamarlo Sexo Obliatorio.
– ¿Y por qué iba a ser obligatorio el sexo?, ¿a quien no le gusta practicar sexo?.
– A mi si, pero depende con quién.
– Sexo es sexo. Creo que tu cabeza está llena de tabús.
Definitivamente se iría. De inmediato. Solo debía decidir a donde.
Se vistieron y Eleonor se despidió con un lánguido beso en el umbral de la puerta. Un coche huevo la esperaba en la calle y se dirigio hacia el bamboleando su cuerpo semi desnudo. Se giró dos veces mostrándole sus preciosos senos y regalándole una resplandeciente sonrisa antes de llegar al coche.
Se quedaría. Sin duda.
No. Se iría.
¡Diablos!. ¿Como renunciar a todo esto?. Tendría, de tanto en cuanto, que acostarse con mujeres mayores, muy mayores a veces, y con algún hombre. Pero…¿El paraiso no merecía un pequeño sacrificio?.
¿O no era tan pequeño?. Solo él podía decidirlo, nadie le juzgaría si decidía quedarse y vivir en Sodoma y Gomorra.
Se duchó, se vistió con ropa nueva que encontró en el armario de la habitación pequeña y después de un desayuno de reyes salió a pasear por las calles de Ciudad.
Toda la gente parecía feliz. Se saludaban cuando se cruzaban como harían los vecinos de un pequeño pueblo y se miraban a los ojos mientras hablaban, la mayoría de las veces de sexo.
Debía decidir que hacer y debía ser ya. Analizar los pros y los contras con la información de que disponía.
Los pros para quedarse eran abrumadores, los pocos contras eran una nimiedad comparados con el paraiso que se le ofrecía.
Cruzar la Linea de no Retorno no tenía pros ya que no había ninguna información de lo que podía encontrar, los contras eran tener que abandonar Mundo.
Volver a la sala. A parte de una ardua subida en vertical que le llevaría varias horas sería sencillo llegar a la sala.
Los pros es que tendría varias opciones para elegir, podría volver a casa o cruzar una de las dos puertas que quedaban.
Los contras eran los mismos, e igual de de abrumadores, que los pros para quedarse en Mundo.
Abandonaría Mundo y, lo peor, no podría regresar jamás.
Andando y sin darse cuenta llegó hasta un parque lleno de niños y niñas que corrían, saltaban y reían. Tan o mas felices que sus padres y madres que platicaban bebiendo extraños refrescos e infusiones en la terraza de un pequeño local.
Jugaban a la rayuela, y a la goma, y al pañuelo, con canicas, intercambiaban cromos. Parecía el tipico parque de cualquier ciudad pequeña en la década de los sesenta.
¿Donde estaban las consolas?, ¿y las tablets?, ¿y los mobiles?, ¿y los cascos?. En muchos aspectos su tecnología era mucho mas avanzada que la de su mundo.
Probablemente ÉL había decidido que esa clase de tecnología no era ni Útil ni Necesaria. Muy acertadamente.
Una niña pequeña, de no mas de cuatro años, se le acercó, observándolo con cara curiosa.
– ¿Usted es el Recién Llegado?.
– Si. Eres una niña muy avispada para tu edad.
– ¡Ba!. Ha sido facil adivinarlo.
La niña le dedicó una inocente sonrisa.
Una de las madres se levantó y se dirigió hacia ellos. Sin prisas ni miedos, solo por curiosidad y, como mucho, por precaución.
– ¿Y por qué te ha resultado tan fácil si puede saberse?.
– Porque estás triste, nunca había visto a nadie tan triste.
Eso no se lo esperaba. Sin duda una niña inocente decía la verdad, lo que implicaba que todos en Mundo eran felices, o al menos mas felices que él.
O lo aparentaban. Pero, ¿como aparentar felicidad a todas horas?.
Es imposible.
– Buenos días caballero, ¿es usted el Recién Llegado?.
– ¡Si mami!, y yo lo he adivinado.
– Perdone señora, no quería asustarla ni molestar a la niña, es ella que se ha acercado y…
– ¿Asustarme?. ¿Por qué iba a asustarme?. En cuanto a la niña yo debo disculparme si le ha molestado.
– ¡No!, todo lo contrario. Me ha alegrado hablar con ella, en mi mundo las niñas no se acercan a hablar con desconocidos.
– ¿Y por qué no?.
– Por si pudiera hacerle algún daño.
– ¿Y quién iba a hacer daño a una niña?. Que ocurrencias caballero. Yo solo me he acercado para pedirle si antes de irse nos podía firmar un autografo.
Se giró y vio que las madres, y algún padre, sentados en la terraza les miraban con tímidas sonrisas.
– Por supuesto que les firmaré un autógrafo, o varios.
– Pues no le molesto mas, siga hablando con mi hija y si le molesta no tiene mas que decirlo.
Y dicho esto se giró y fue hacia el grupo.
– Esa es mi mamá.
– Si, lo sé.
– Es muy buena ¿sabes?.
– Se ve. ¿Debes quererla mucho?.
– ¡Si!. Mas alla de la Linea de no Retorno.
Dijo alzando los brazos y abriéndolos abarcando Mundo entero.
Estubo hablando con la niña diez minutos mas, se despidieron cortesmente y después de firmar varios autógrafos se dirigió a casa a comer.
Se le hacía la boca agua solo de pensar en la comida pero su cabeza no paraba de dar vueltas a lo que había pasado.
¿No había violadores?, ¿ ni asesinos?, ¿ni secuestradores?.
Estaba claro que no. La tranquilidad de esa madre, de una buena madre, se lo había corroborado.
No había delincuencia.
Pero si lo pensaba bien era lógico.
No había trafico de armas porque las armas no eran Útiles ni Necesarias.
No había trafico de drogas simplemente porque no había drogas. No eran ni Útiles ni Necesarias.
No había mafias de prostitución. El Amor Libre conllevaba que nadie tubiera que pagar por sexo. ¡Era gratis!.
Y probablemente el Amor Libre era la causa de que no hubiera violadores.
¿Y pederastas?. Seguro que los había, siempre los había, pero se imaginó que como no eran ni Útiles ni Necesarios ÉL se encargaría de ellos.
Queria una familia, hacía ya tiempo que le rondaba por la cabeza. Tenia trenta y nueve años y siempre le habian gustado los niños, y si no lo había tenido antes fue por su trabajo y porque no habia encontrado a la mujer indicada.
¿Había un sitio mejor que este para criar a un hijo?.
Probablemente no.
Aquí no necesitaría trabajar nunca mas y a la mujer ya la había encontrado. Eleonor.
La mujer de sus sueños. Mejor que en sus sueños.
¿Podría soportar que tuviera sexo con otros?.
Tendría que hacerlo.
El, por gusto o por obligación, también podría irse con otras sin temor a represalias.
O con otros.
Ya había decidido.
Adios regreso a casa.
Adios puertas misteriosas.
Adios Linea de no Retorno.
Hola Sodoma y Gomorra.
Hola Eleonor.
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