La promesa de un sueño.

La promesa de un sueño.

Luiz Enyel

17/09/2023

“Perfección”. Es lo que viene a mi mente cada mañana al despertar.

Un cálido brillo del sol se escabullía de entre las rendijas de las cortinas invitándome a despertar. Una cama tan cómoda como si de una nube se tratara, seduciéndome a declinar dicha invitación. Sabanas tan suaves como la ceda más fina que podría imaginar; y de entre dichas sabanas, una figura tan perfecta se hacía destacar.

Estire mi brazo, y con mi mano empecé a recorrer aquella figura la cual no podía ignorar por más que lo intentara. Las curvas que se hicieron notar mientras hacia mi recorrido, eran tan hermosas y definidas; la sensación era tan provocativa y delicada a la vez. Un dulce aroma empezó a envolver mi ser.

– Mmh… ¿Qué haces…? -Escuche la voz de una mujer, la cual aún tenía un tono adormilado.

– Apreciando la perfección. -Respondí, mientras continuaba acariciando a la mujer que amaba.

– Pues esa perfección quiere seguir durmiendo. -Replico Miranda, a la vez que se cubría completamente con las sábanas.

– Cuando cambiaras. -Dije, a la vez que dejaba escapar una pequeña risa burlona.

-Anoche nos desvelamos, al menos déjame otros 5 minutos. -Contesto intentando excusarse.

Suspire.

-Está bien, pero recuerda que hoy te toca preparar el desayuno. -Respondí a la vez que me levantaba de la cama y entraba al baño para empezar a asearme. Lavé mi rostro y empecé a secarme con una toalla mientras intentaba dar un vistazo a lo que paso ayer.

– Anoche… ¿Anoche, nosotros nos desvelamos? No, nosotros… ¿Ayer que…? -Pensaba. Cuando de pronto un dolor agudo recorrió mi cabeza.

-Amor…, Amor, ¡Víctor! -Escuche que exclamaba Miranda, a la vez que volteaba a verla rápidamente. – ¿Te encuentras bien? Pareces un poco perdido.

-Sí, si estoy bien, no te preocupes. -Respondí, a la vez que tomaba mi café.

– ¿Entonces… que prefieres? ¿espagueti, o lasaña? -Pregunto Miranda, intentando susurrar las dos opciones.

-Ja, ja. ¿Acaso alguien no recuerda que le toca preparar el desayuno? “Preparar”, no calentar las sobras de ayer. -Dije mientras volteaba a verla intentando regañarla.

-Oooh… Vamos, tengo mucha flojeeeraaa… -Exclamo mientras se tumbaba sobre la mesa.

-Ajá. -Exprese, a la vez que veía su rostro de gatito regañado intentando convencerme de algo. Suspire. -Bien, yo te ayudo a hacerlo…

-Yupi ja, ja, ja. -Celebro a la vez que se levantaba de la mesa.

-Pero a cambio tú le vas a dar de cenar a los gatos. -Dije mientras empezaba a tomar unos huevos.

– ¡¿Quééé…?! -Se quejo mientras volvía a tumbarse sobre la mesa.

-Ja, ja, ja. No hagas tus pucheros y pásame la harina.

– ¡¿Vas a hacer hotcakes?! -Pregunto rápidamente Miranda, a la vez se levantaba de la mesa.

– ¿Son los favoritos de la niña, o no? -Respondí.

– ¿Sabes cuánto te amo? -Pregunto.

– ¿Sabes que los hotcakes no se hacen sin harina? -Respondí.

-Aaah… Sabes que no me gusta que me respondas con otra pregunta. -Dijo quejándose.

– Yo…, también te amo, niña. -Dije juguetonamente, mientras estiraba mi mano esperando la tan ansiada Harina.

– Je, je, je. Perfecto. Y aquí esta tu regalo señor cocinero. -Dijo a la vez que ponía la harina en mi mano. -Te prometo que mañana ahora si yo prepare el desayuno.

– Ajá. Que casualidad que mañana sea lunes y no podamos desayunar en casa porque…, porque, por… que…

-Nosotros… Mañana… -Pensaba mientras intentaba recordar lo que teníamos que hacer. Cuando de pronto otro dolor de cabeza empezó a hacerse presente.

– ¡Vamos, más rápido! ¡Eres muy lento Víctor! ¡Nos perderemos el atardecer! -Gritaba Miranda, mientras pedaleaba más rápido en su bicicleta, como si no quisiera que la alcanzara por nada del mundo.

-Ahora…, ¡ahora te alcanzo! -Exclame a la vez que pedaleaba en lo que parecía ser mi bicicleta.

Volteé a mi alrededor y di un gran respiro, a la vez que empezaba a contemplar lo hermoso que era todo. El aire era tan fresco, tan limpio; había flores y arboles de muchos colores; praderas verdes que se extendían hacia donde voltearas, a excepción de un pequeño lago que se encontraba justo a nuestro costado.

El sol ya casi se encontraba en el ocaso, este empezaba a extinguir su luz por el día de hoy. Mientras que ella…, Miranda, mi amor, intentaba pedalear con todo su ser, para… no perder la carrera que ella misma se había impuesto.

-Sí…, ella siempre fue así, nunca le gusto perder en nada… -Susurre mientras la veía.

-Y por nada… -Pensé.

– ¡Gane! Ja, ja. Y por lo tanto me toca el columpio primero. -Exclamo mientras tomaba asiento en el columpio colgado sobre aquel árbol, árbol del que teníamos muchos recuerdos, pues ahí es donde juramos que siempre permaneceríamos juntos.

-Sí, sí, te lo mereces. -Respondí mientras tomaba asiento a un costado de este. Seguido a ello empezó a columpiarse.

– ¿Aun lo recuerdas? -Pregunto Miranda mientras se columpiaba.

– ¿Qué cosa? -Respondí curioso.

– La vez que nos conocimos, o más bien, me conociste. -Dijo mientras veía hacia el horizonte.

-… -Guardé silencio; y entonces respondí. – ¿Cómo no voy a recordarlo? Ya era media noche, el viento soplaba con un poco de fuerza, la luna ya estaba en su punto más alto y brillante, además de que la decoraba una hermosa aureola. Pasaba por un parque mientras me dirigía a casa después de un largo día. Cuando de pronto escuche aquel característico sonido de un columpio moviéndose de un lado hacia otro. Por un momento me asuste porque decían que ese parque estaba embrujado, y se podían escuchar cosas de noche, o si tenías mala suerte podrías ver cosas; por lo que vacilando y contra mi voluntad volteé hacia la dirección de aquel sonido, ya sea por algún instinto, o simplemente curiosidad, pero entonces lo vi…, vi aquel ente, fantasma, o como sea que dijera algún chico supersticioso. Aunque…, bueno, aquel fantasma no era feo, pálido, o aterrador, sino todo lo contario; esa fantasma tenía la sonrisa más hermosa que había visto hasta el momento, natural, sincera y sin preocupación alguna; además de unos ojos tan tiernos y brillantes que difícilmente los veías en aquellos días; y tu cabello, tu cabello volaba en el aire como si estuviera bailando aun con la más despreocupada brisa….

-Y… Aun que en ese momento no podía distinguir bien su color, ahora puedo apreciarlo más que nunca, pues el ocaso está aquí, haciendo que este brille más que nunca mientras baila con la amable brisa del atardecer, haciendo que resaltes más que nunca. Sí…, yo…, nunca podría olvidar ese momento; ni este….

-Ven, el ocaso está por terminar, sentémonos a observarlo. -Dije, a la vez que veía como Miranda caminaba hacia mí.

Ella tomo asiento justo a mi lado como de costumbre, la abrace, y ella se recargo en mi hombro. Así, nos quedamos observando en silencio, como el sol daba sus últimos suspiros antes de desaparecer en el horizonte. Hasta que por fin dio su último aliento y desapareció.

Suspire… Lentamente voltee y la mire. Ella se dio cuenta y respondió a mi mirada; y así, lentamente nos acercamos el uno al otro… Hasta que nos besamos…

La suavidad de sus labios, la textura de sus mejillas, el calor de su cuerpo, su respiración tan lenta, pero justo en ritmo con la mía.

Nada…, nada más importaba en ese momento, nada más que ella y yo.

-No me importaría… si… -Pensé

Después… solo permanecimos ahí, uno alado del otro, sintiéndonos, haciéndonos compañía mientras mirábamos a la nada.

-Sabes…, quisiera que este día durara por siempre. -Dijo Miranda, mientras se acurrucaba en mi pecho.

-… -No dije nada, el silencio se hizo presente por un rato; y entonces respondí, a la vez que la abrazaba con un poco más de fuerza. -Créeme, yo también lo quisiera. Tu…, yo…, una vida juntos; siendo felices en una cabaña, en el campo como siempre quisimos; y… nos dijimos en los momentos más críticos; ya sea para darnos ánimo, o… consolarnos. Sabes, todo esto…, es tan perfecto….

-… -Ahora era ella era la que guardo silencio.

-Te amo Miranda, no te imaginas cuanto; y siempre será así aun que, aunque…, ya no estemos juntos, aunque yo, ya no este… -Susurre, a la vez que lagrimas empezaban a entrar en mis ojos. Seguido a ello, ese dolor agudo empezó a recorrer mi cabeza de nuevo. A lo que deslice mi mano hasta tomar la mano de ella, para detenerla. -Está bien, ya está bien…, no tienes por qué seguir haciendo esto…

– ¿Cuándo te diste cuenta? -Pregunto Miranda.

– ¿Sabes? No puede existir algo tan perfecto, simplemente no lo hay. Incluso aquel día: No pudimos dormir hasta tarde, se nos había acabado la harina, estaba un poco nublado y… nuestros labios estaban un poco resecos. -Susurre aquello ultimo con una sonrisa.

– ¡¿Y qué hay de malo en que sea algo perfecto?!, ¿en qué algo nunca cambie?, que el día más feliz que tuvimos se repitiera por siempre… -Dijo Miranda con tono alto mientras empezaba a sollozar.

-Siempre supimos que habría repercusiones por nuestros actos, y aun así hicimos lo que teníamos que hacer… -Respondí.

– ¿Cómo puedes decirme eso?, ¿cómo puedes decir que simplemente te deje ir después de todo lo que pasamos? ¿De saber… lo que te va a pasar…? -Dijo mientras rompía en llanto.

– … -Las palabras no salían de mi boca, simplemente no podía formular alguna frase para esta situación, ¿y cómo podría? Si estuviera en su situación quizás hubiera hecho exactamente lo mismo… -Ese día… -Empecé a hablar mientras sostenía su mano con un poco más de fuerza. -Aunque, las cosas no estaban saliendo como hubiéramos querido, yo…, me hice una promesa mientras observaba esa sonrisa de la cual me enamoré, pues el columpiarte en ese árbol siempre te trajo felicidad.

“Yo…, tengo que proteger esa sonrisa, tengo que darle un futuro, tengo que salvarla…”

-Y…, justo en este momento, estoy por fallar esa promesa. -Seguí hablando, mientras acercaba su mano a un trozo de papel que, en algún tiempo, nosotros escribimos lo que pudo ser nuestro sueño hecho realidad, o… más bien, este, nuestro sueño hecho realidad. -No solo me sacrifique por salvar al mundo, sino para que tu pudieras seguir viviendo en él, para que pudieras seguir sonriendo en él. Miranda, mi amor, por favor, no dejes que todo por lo que hemos pasado sea en vano, por favor, no dejes de sonreír… -Susurre a la vez que, aquel papel que ahora nosotros sujetábamos entre nuestras manos, empezaba a quemarse, y con él, se derrumbaba toda la dimensión que ella había creado para nosotros. -Gracias, y… adiós, amor mío…

No podía dejar de llorar, sé que este día llegaría tarde o temprano, no podía mantener este hechizo con la magia que me quedaba, pero quería hacerlo hasta que pudiera morir junto a él. Sé que me había dicho que estaba preparada, pero…, ahora; yo…

-Adiós…, mi amor, Víctor… -Susurre, a la vez que veía como su cuerpo, su ser, se convertía en polvo lentamente, polvo que era llevado por la amable brisa de la mañana. 

Y así, la promesa de nuestro sueño, por fin había acabado…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS