Más allá de los demacrados edificios por donde pasaba cada día, asqueado, furioso, confuso, sabía que en algún lugar encontraría paz. Más allá de la hipocresía ciudadana, del ruido mundanal, de las falsas esperanzas y la alegría fácil. Mucho más allá. Por supuesto. eso requería tiempo. Mucho tiempo. Dos años, quizá tres, o incluso cuatro si algo lo ralentizaba. Y vaya si algo le detendría. En incontables ocasiones. Pero él tenía que mantener la compostura, caminar con la cabeza erguida, seguir adelante. Porque valen más 3 años de lucha y sufrimiento para 10 de libertad, que 3 de libertad para 10 de sufrimiento y lucha.
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