El entorno como siempre es ruidoso y movido. La cantidad de gente que transita por esta zona puede ser abrumante para algunas personas. No hay siempre espacio para avanzar sin tropezar con el pies de alguien que va adelante. Me he dado cuenta que hay que ser muy cuidadoso con cada pisada, no vaya a ser que camines muy lento y te pisen los talones, o vayas muy rápido y empieces una pelea con tu antecesor, por el descuido de tus pies, deteniendo así todo el caos que hay atrás, generando aún más caos.

Desde mi ventanilla este espectáculo se ve de maravilla. Da directo al plano superior de la escena.

Vivo en el cuarto piso de un edificio más o menos alto, que está rodeado por más del mismo estilo. Pero desde hace unos años este sector se ha convertido en la área de oficinas de la ciudad, por lo que hay una contradicción visual en el paisaje. Están por un lado, los edificios enormes, nuevos, con ventanas de vidrio que permiten ver todos los cubículos de empresas que se han instalado ahí. Estos, en mi opinión, no tienen ningún brillo, es tan poca la personalidad que tienen, que me matan de aburrimiento. Sin embargo, por el otro lado, tenemos los edificios residenciales, más humildes y viejos, son pocos los que quedan. Solo es posible ver los escasos sobrevivientes a los grandes compradores territoriales.

Lo único bueno que ha traído este montaje, es la gente ¡Y cuánta gente! Tantas personas que van de aquí para allá para llegar e irse de sus trabajos. Todos los días veo caras nuevas. Puedo notar en sus rostros la frustración y el cansancio de estar allí. Sin estas personas, no habría nada novedoso para mirar, serían los mismos edificios tristes día tras día. Es definitivamente una imagen deprimente de pensar.

Lamentablemente, mi mayor entretención es limitada por los quehaceres. Que tengo que ir al trabajo, que tengo que hacer orden, que no se me olvide la llamada al doctor, y así se me va acabando el tiempo para observar.

El día es tan corto, primero hay que hacer lo que uno debe y luego lo que uno quiere, no queda más tiempo. Hay períodos en los que me despierto, después hay un borrón mental, algo así como una mancha negra en mi memoria y finalmente de vuelta en la cama para dormir. Es como si yo no estuviera en el trascurso del tiempo. Duermo, hago algo y duermo nuevamente.

A veces cuando soy más consciente de mi realidad, sueño despierto. Veo en mi plano mental a la gente que se ve desde mi ventana, todas esas expresiones y esos movimientos imparables. Todos se mueven con alguna intensión. Al menos eso es lo que me gusta pensar.

A veces intento escaparme de mis responsabilidades y arriesgar todo lo que importa para visualizar esta constante performance salvaje de la superabundancia humana.

Otras veces, a falta de escapatoria, me imagino instalado en el medio de la muchedumbre, quieto, quedarme ahí, con los pies firmes en la tierra, parecido a un árbol grande que está simplemente parado, siendo rodeado de los acontecimientos. Las cosas pasan, las personas lo rodean, pero sigue ahí. Eso me gustaría, sólo estar. Sentirme presente en el sin parar de la humanidad.

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