Como la nieve, blanca. Manos chuecas, como recibiendo la esperanza de bienestar de quien te rescató de techos nocturnos, de noches friolentas. Enflaquecida en aquellas épocas por aquel abandono despiadado, feroz y sin compasión. Las hebras de tu pelo dibujaron tu paso silencioso por mis pisos de madera, por sillones vacíos que llenaste con tu presencia. Y tus verdes ojos se llenaban de alegría al verme traspasar la puerta de entrada cuando sola te quedabas esperando mi llegada. Mi compañera silenciosa y fiel durante mis días solitarios, aunque callada, con tus pasos hiciste retumbar los ecos de tu agradable y dulce compañía.

Hoy miro hacia todos lados, te busco y no te hallo. Una herida, la tuya y la que quedó en mi corazón entristecen mi alma. Abandónicas fueron mis manos cuando prometí cuidarte hasta el último aliento. Pero me sentía agobiado, por las circunstancias, por mi propio abandono, por el que fue nuestro. Cuando solos nos dejaron, a la deriva. Tal vez creíste aquellas palabras que pronunció mi boca, tal vez esas mismas palabras fueron censuradas, mortalmente calladas por una angustia irrefrenable de no saber qué más hacer.

Espero que alguien mas pueda darte lo que tal vez yo no pude, lo que tal vez pude, pero no se me reveló, por ignorancia, por insensatez, no por desprecio ni desamor, no por falta de interés, sino por una deuda con la sabiduría de un conocimiento que no me fue revelado. Espero también que lo poco, o mucho que te pude dar en este corto tiempo haya sido lo suficiente como para que tu tránsito por mi vida haya sido mejor que el que habías tenido. Espero que estés donde estés, sea mucho mejor que a mi lado, si es que aún estás en alguna parte, y que sepas que jamás voy a olvidarte. Perdón por no haber cumplido con mi palabra, perdón por no haberte despedido cuando te dejé, mas gracias por haberme alegrado en las noches silenciosas y en las mañanas taciturnas con esa mirada tierna que jamás voy a olvidar. Y si en otra vida nos volvemos a encontrar, tal vez pueda redimirme de los errores que cometí como un idiota adolescente. Hasta siempre Blanca, tu recuerdo vivirá en mi memoria imborrable, inmutable para recordar esas uñas filosas desgarrando mi suéter, mi pantalón, que fueron el símbolo de tu resguardo.

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