Tomy

En una calle muy lejana a la ciudad, una perrita blanca que vivía sola lloraba de dolor, dolor que pasaría en unas horas cuando la perrita se daría cuenta de que ya no estaba sola, estaba rodeada de pequeñitos peludos que se pegaban a ella buscando el calor de su cuerpo, estaba cansada, pero feliz de no estar sola. 

No sabemos qué pasó con los otros bebés, pero sí sabemos que pasó con uno, el perrito de pelaje negro oscuridad, que no necesitaba de escondites en la noche como su mamá porque se confundía con la oscuridad de las hojas, o con las sombras de alguna pared. Este hermoso bebé de ojos miel, vivía con su mamá caminando por las calles que ella tanto conocía, cuando tenía hambre esperaba a que ella consiguiera algo, y se alegraba cuando llegaba con un pedazo de pan que a él tanto le gustaba. Tomy que en ese entonces no sabía que se llamaba así, amaba correr y jugaba con cualquier perrito que encontraba para mostrar lo rápido que era. 

Estaba corriendo cuando por confianza a su rapidez o por su propio descuido, un auto golpeó su patita, lloró mucho por el susto y el dolor, y su mamá se asustó tanto que lloraba junto a él esperando que alguien les ayudara, la gente solamente pasaba, los miraba con lástima y se iba, preocupada por su bebé, corrió lo más rápido que pudo a una panadería, en ese lugar aprendió a diferenciar dos tipos de pan, el pan que le daban de cerca al que le llamaba pan amor, y el pan que se lo lanzaban a la calle, ese era solo pan, así que esperaba que alguien que alguna vez le dio pan amor la reconociera y pudiera ayudarle, cuando llegó ahí, lloraba y pedía ayuda, solo una persona puedo entender lo que necesitaba y decidió seguirla, la perrita corría y se aseguraba de que la siguiera, y la señora muy preocupada corría también para no perderla. En unos momentos llegaron donde estaba Tomy, la señora que, por casualidad, por razones del destino, porque el universo lo quiere así, o porque es un deseo que se pidió con mucho amor desde algún lugar del mundo, era veterinaria, y sabía exactamente como ayudar a Tomy y su mamá. 

Los llevó a su casa, y se dio cuenta de que Tomy además de tener su patita lastimada, estaba tan flaquito como un esqueletito negro andante. Esta veterinaria enviada por alguna fuerza del corazón o traída por la tenacidad de una madre perruna desesperada, curó la patita de Tomy y les dio una cama cómoda y abrigada para dormir. Tomy durmió tanto, que cuando se despertó habían pasado dos días, tenía en su patita un vendaje duro que no le dejaba moverse, pero no le importaba, porque se sentía a gusto, tenía comida, le daban caricias y frotaban su panza haciéndolo sentir amado, él los miraba con mucha ternura y se le llenaban los ojitos de lágrimas de felicidad, por primera vez en su vida Tomy deseaba poder hablar y decirles gracias. 

Fue un día en el que cambiaban su vendaje cuando escucho por primera vez su nombre, “Eres muy valiente Tomy, y vas a estar bien”, desde ese día, todos los días se despertaba deseando no volver a estar solo en la calle, y pedía con todo su corazón tener a una persona que lo cuide y lo quiera siempre. Después de unos meses, y ya que Tomy mejoró mucho, empezaron a difundir su foto, sentado con un pañuelo rojo con sus ojos miel abiertos como platos, esperando que encuentre una familia. Era Tomy quien estaba pidiendo ese deseo con todo su corazón, pero eran muchas las personas que estaban ayudando a que ese deseo se cumpla, y es ahí en donde aparezco Yo. 

Estaba en casa cuando lo vi en una foto por primera vez, sus ojitos de alguna manera me hablaban, no dejé de pensar en él esa noche, y aunque no quería perritos en casa porque pensaba que no tendría el tiempo suficiente para cuidarlo, el día siguiente sabía que debía ir por él. No puedo describir exactamente el por qué debía traerlo a casa, pero mi corazón sabía que no podía dejar que vuelva a la calle. Fui por él y aunque fueron muchos días difíciles, y fue muy complicado que confiara en mí, en poco tiempo ya movía la cola como un remolino al verme, corría como un perrito galgo en competencia, saltaba, y jugaba con otros perritos como cuando era un cachorro. 

A veces mientras duerme llora, quizá recuerda a su mamá, la que le salvó la vida y le ayudó a sobrevivir en la calle, pero cuando despierta es feliz, y sé que sigue deseando con todo su corazón que el amor que le tengo no termine nunca y que todos los seres vivos del universo, aunque sea una vez en la vida, sientan el corazón llenito como lo tenemos los dos.

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