Si describo los detalles que pasaron desde que lo conocí hasta hoy, esto sería una novela y no un relato, tenía 10 u 11 años cuando por cultura y costumbre de mi familia, mi mamá nos llevó a clases de catecismo, que
hasta el día de hoy es casi obligatorio en el país donde nacimos, fue en esas clases donde lo conocí, y aunque de conocidos no pasamos, esto tiene mucho que
ver en lo pasó casi 10 años después. Fue cuando estaba en la universidad que volví
a verlo y nunca había pensado en él, creo que no lo recordaba o mi cerebro y
mucho menos mi corazón lo conservaron como un personaje realmente importante en
la historia de mi vida.
Caminaba o casi corría a clases cuando el pasaba, sólo nos veíamos porque sabíamos que nos
conocíamos, pero nunca nos saludamos, y no puedo explicar exactamente por qué. Pienso que ninguno de los dos daba el primer paso para que el otro supiera que
también recuerda que nacieron en la misma ciudad, y que asistieron a las mismas clases donde aprendieron a rezar y los versículos de la biblia que se supone debían aprender para el resto de su vida. Fueron dos o tres veces las que fue a
mi casa, porque por las mismas casualidades que hicieron que esto se convierta
en una historia, conocía a mi hermano, que en ese entonces vivía conmigo.
Fueron muchas veces las que él estuvo en mi casa, y yo no estuve ahí. Por raro que parezca o porque quizá así estaba escrito en
algún lugar del universo, si quieren pensarlo así, nunca hablamos en esos días.
Pasaron algunos años y yo estaba mucho más lejos de él. Salí del país y aunque
en ese momento no pensaba en eso, la distancia haría que estemos más cerca de
lo que habíamos estado cuando vivíamos solo a unas calles de distancia.
Fue un
día cualquiera y sin importancia cuando su primo me escribió, me dijo que él
iría a donde yo estaba porque necesitaba sacar una Visa que se convertiría en
otro de los detalles importantes para este relato.
Empecé a hablar con él de
cosas que poca importancia les daba en ese entonces, de cuando
viajaría, de dónde llegaría y los lugares a los que debía ir.
Llegó, y lo
conocí por así decirlo, en una estación del Subterráneo en la que habíamos quedado. Le sonreí porque quería que se sienta bien y en confianza, ya bastante tenía
con el viaje, los papeles, y con los favores que debía pedirme.
La historia que
me contaría ese día, haría que cambie por completo la perspectiva que tenía de
él.
Hace un año aproximadamente cuando yo decidí irme del país, en un instituto
de idiomas donde él enseñaba, conoció a una chica de la cual se enamoró
perdidamente, ella venía de un país europeo a miles de kilómetros de nosotros,
un país del que ni siquiera había escuchado hablar.
Al parecer el producto de
ese amor loco y arrebatado fue que ella quedó embarazada, y se enteraron poco después de que se separaron y ella regresó a su país.
Su decisión pese a que
debía dejar todo, incluyendo a su familia y a su país que tanto respeto y amor
le tiene, fue irse.
Esa decisión y esa historia, me enseñarían el gran corazón que tiene, lo decidido, osado, y valiente que es.
Todo este
compendio de acontecimientos, incluyendo que es el primo del mejor amigo de mi
hermano, hicieron que yo esté junto a él en un país extranjero ayudándole a
conseguir una Visa para que se vaya buscando al amor de su vida, mucho más
lejos de mí y para siempre.
Fueron aproximadamente 8 días los que compartimos
juntos, buscando su Visa y disfrutando de esa compañía que hasta ese entonces no sabíamos que nos gustaba tanto. Hablamos, nos reímos, bailamos, cantamos, conoció a mis amigas, comimos y caminamos
mucho en esos días. Una noche salimos a un bar y tomamos la típica bebida de
los amaros italianos, que en verdad sabe a hiervas maceradas, pero que tanto
disfrutan en ese país y que tanto nos gustó a nosotros, y no sé si fueron esas
copas o que faltaban solamente dos días para que se vaya los que nos hicieron
mirarnos a los ojos, nos hicieron vernos con el alma.
Ese día o el siguiente supe que me gusta.
Fueron algunas ocasiones las que moría por darle un beso, y
sentía que él también, me miraba y abrazada con deseo. Y yo le hablaba y lo
miraba con cariño, fue tan extraño, tan dulce, tan fuera de lugar porque estaba por irse buscando a su amor y su hijo, fue tan raro porque se iría para
siempre, fue tan loco, fue tan a destiempo.
Él se fue. Y desde ese entonces las cosas entre nosotros han cambiado, nuestra relación es más extraña que cuando no nos hablábamos. Volví a mi país y él se
fue, viene una vez al año, y con suerte lo veo uno o dos días. Cuando nos vemos
nos miramos, y digo esto porque no solamente nos vemos físicamente, realmente
el me mira y yo a él, sé que se siente bien o no, sin que me diga comprendo que quisiera quedarse, entiendo su nerviosismo, y sus labios, sus ojos y sus manos
me muestran lo ansioso que se pone cuando estoy cerca de él.
Hablamos de cómo estoy, de lo que he logrado hasta hoy, de mis sueños, de mis miedos y los de
él, bromeamos con el tiempo que falta para que estemos juntos, y siendo
sincera, no sé si realmente es una broma o algo tan doloroso que lo disfrazamos
con una sonrisa, odio que este casado y que tenga dos hijos, sin embargo, me
llena el corazón saber que ha construido una familia bonita, sinceramente no tengo celos, odio que esté lejos, pero me alegra su felicidad.
Lo quiero,
realmente lo quiero y quiero que esté bien cada día de su vida.
Desearía muchas cosas con él, desearía sentarme a escribir en mi mesa favorita y mirarlo
leyendo en un rincón cerca, mirándome de vez en cuando, y hablando del libro
que lee para romper el silencio que es hermoso también. Quisiera una casa de
campo en dónde los dos soñemos y discutamos y bailemos, quisiera que me cante,
quisiera abrazarlo.
Ahora solo tenemos un par de mensajes una vez al mes, dónde con las pocas palabras que escribimos, sabemos cómo nos sentimos, lo pienso
mucho y estoy segura de que él piensa en mí, lo quiero y amaría poder verlo
ahora, pero la
distancia, el universo y el corazón nos dicen siempre que aún no es tiempo.
OPINIONES Y COMENTARIOS