Me encuentro de nuevo tomando una ducha para deshacerme de un día complicado y me pongo a leer sin entender qué estoy leyendo o reconocer qué estoy tocando. Dejo que el agua me transforme y transforme mi exceso de pensamientos en una excusa para el cansancio. Un aura melancólica se pinta en mis cuadros y se escurre por mis letras así no esté sola o me sienta amada. 

Todos mis pinceles se llenan de polvo porque no tengo la fuerza interior para tomarlos y retratarme. Para enfrentar mis miedos y enfrentarme a mi misma. Y no dejo que nadie me ame y me acoja porque no sé si soy lo suficientemente buena para tomar otra mano y generar ese calor cuando mis lágrimas son cada vez más frecuentes. 

Me duele la espalda y el cuello y sube a mi cabeza para generar el mismo dolor debido a la tensión. Mis manos tiemblan y me aterra la idea de que empeore y no pueda dibujar. Las flores se secan a manos mías y el frío parece que me acecha y no me deja ver el sol. Odio alejarme. Tomar otra excusa y decir que tengo trabajo, que estoy ocupada. Odio estar toda la tarde pegada a una pantalla como forma de escapar de todo y aún así contestar mensajes cada cuatro días. 

Dicen que el arte es un reflejo del alma y quizá la mía está muy rota. Mi mente muy frágil, mis alas muy cortas. Me encuentro sin ser capaz de dibujar una cara feliz, todos mis personajes bañados en sangre, con huecos en el pecho o cuerdas y cintas atadas, miradas apagadas. 

Se me es imposible escribir de un amor incluso cuando ahora lo tengo, cuándo nunca he experimentado lo que ahora hago y por el cuál desde hace tanto había rogado. Escribo de oscuridad, de caminos sin salida, de las espinas de una rosa y de los miedos que me abruman de noche y de día. 

Corto mi cabello para sentir un alivio, un cambio físico para tantos otros de tiempo. La ropa se acumula de nuevo en un rincón. Ropa arrugada sin pertenecer a ese lugar, tantas cosas sin guardar, absorbiendo polvo y humedad. Cosas sin nombre ni pertenencia ocupando el sitio que le pertenece a una nada que nunca logra llegar. No puedo caminar o respirar, no puedo pensar. Dicen que los espacios físicos son un reflejo de nuestra mente, y otra vez, creo que la mía está muy dañada. 

El sueño también se ha desplazado, evito dormir sin una razón en especial y cuando se logra conciliar se aloja por horas, deseando no despertar.  Dejo todo a la mitad. ¿Y qué si no puedo sanar? 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS