DE NAHUELBUTA A QUIMANTÚ. 6.-Ascenso a Cajista Tipógrafo.

DE NAHUELBUTA A QUIMANTÚ. 6.-Ascenso a Cajista Tipógrafo.

—¡Aquí tiene su puesto! Están todos los accesorios para su función de cajista tipógrafo —dijo don Esteban Carrera, jefe de tipografía—.

—Gracias don Esteban, aquí estoy a su disposición. Espero cumplir a cabalidad en esta nueva función.

—Eso espero. Pero para dar inicio a esta tarea, será necesario recibir capacitación, que es lo más importante en este momento —señaló—.

—Deberá acercarse diariamente a la oficina para enseñarle a usted y los que se están incorporando en esta área. Debe entender que esta es una primordial y delicada tarea —dijo con tono seguro—.

—El trabajo del cajista en la imprenta es relevante. Algunos lo llaman compositor manual, compositor tipográfico o simplemente tipógrafo. Usted está desde ahora en otra categoría.

—Es ahora un oficial de imprenta. Tiene por misión componer los moldes que se han de imprimir. Nosotros estamos en una labor complicada, difícil.

—Entiendo, señor. Ya me lo habían señalado.

—El cajista necesita una sólida formación gramatical y técnica, y creo que usted tiene esas competencias —me congratuló—.

—Los errores cometidos por falta de buena tipografía, no son menores que por los cometidos por falta de buena ortografía. El corrector con solo indicar los errores, es un mal corrector. Debe, además, hacer notar las impropiedades tipográficas. El que enmienda las faltas de ortografía y además, las originadas de la caja, es el que llamamos en nuestra empresa el corrector —sentenció don Esteban—.

—Ser buen corrector significa tener conocimientos tipográficos, pero aunque preste mucha atención, se le escaparán ciertas erratas. Pero estos detalles solo pueden ser advertidos por los que estén bien familiarizados con nuestro arte y con el material de imprenta —dijo el ejecutivo laboral—.

—Aquí se llevaba a cabo la composición. Esta es la reunión de letras y signos para formar palabras, líneas, planas, hojas y, finalmente, tras el ajuste o compaginación, los pliegos para la prensa —dijo don Esteban—.

—La primera operación es la cuenta del original —continuó con la explicación—, es decir, el cálculo de caracteres que tiene el original y el cálculo de letras movibles o tipos que serán necesarios para su composición —líneas que entran en la plana según la medida y la letra—.

—Esta sección de talleres de imprenta dispone de la cantidad de letras suficiente para componer un determinado libro —dijo don Esteban—. Su composición se realiza por formas y aún estas se reparten entre varios cajistas. Es imprescindible hacer un cálculo exacto del original. Cada uno de los cajistas que participan en la composición de un mismo libro, deben empezar y acabar su composición exactamente donde se señala en el original —continuó—.

—Este es el mobiliario de la sección de cajas: chibalete y comodín. Y entre los útiles para la composición están: galera, galerín, componedor, pinzas, etc. Las cajas se dividen en dos partes. El alta para mayúsculas y la baja para minúsculas —concluyó, mostrando y manipulando los objetos—.

—Era mucha información la que en breve me había ilustrado. Al parecer era la punta del témpano. Me estaba quedando claro que este era una función muy especializada, tanto para la operación como en la composición de textos. Desde ese momento comencé a mirar con mayor respeto y admiración a los cajistas diagramadores. En realidad eran unos verdaderos maestros en la “fabricación” de textos, libros.

Luego me indica el ejecutivo laboral:

—La adecuada postura del cajista es trabajar de pie, salvo que más adelante lo puede hacer sentado, pero con un asiento particular. El compositor —cajista tipográfico— realiza los movimientos de la siguiente manera:

—Sosteniendo el componedor con la mano izquierda, toma con la derecha los tipos de sus cajetines correspondientes y los coloca en el componedor.

—Cuando ya ha compuesto varias líneas en el componedor y ya están debidamente justificadas, las pasa a la galera donde se forma el texto corrido.

—Completo ya el molde de la página, este se ata. Una vez completos los moldes de todas las páginas de la forma, se realiza el casado. Es decir, se colocan las páginas en su posición correcta. Se debe tener en cuenta que el pliego será doblado varias veces, según el tamaño que se ha decidido que tendrá el libro.

—Finalmente se lleva a la platina donde se entinta y se sacan pruebas. Ambas cuestiones —postura y movimientos— son importantes para que el compositor evite movimientos innecesarios, que además de ser perjudiciales para la salud del operario, disminuirían la velocidad de la composición y podrían añadir errores al tomar las letras.

—La explicación sobre el modo de componer eran estos y muy bien explicados por don Esteban. Luego indica que para esto hay verdaderos protocolos, pero que después el dominio que se adquiere por la práctica, se hace de manera autómata, casi a ojos cerrados —dijo—.

Finalmente señala:

—Enseguida viene la distribución. Esta es la operación que se realiza una vez terminada la composición. Consiste en devolver las letras a sus respectivos cajetines para ser utilizados en una próxima composición. A veces los moldes no se conservan para un uso posterior, sino que una vez “tirado” —impreso— el pliego, el material tipográfico se distribuye enseguida en sus respectivos cajetines para componer nuevas páginas o un nuevo libro. La distribución es, por lo tanto, una operación que, si no se efectúa perfectamente —dice—, redunda en perjuicio de la composición, saliendo defectuosa. De modo que la buena distribución es imprescindible para evitar errores en la siguiente composición.

También indicó don Esteban de los tratados tipográficos. Me dejó claro que la puntuación castellana no está todavía fijada —sigue su dinámica de cambio—, y los tratadistas, sean ortógrafos, impresores o tipógrafos siguen un criterio básicamente prosódico, pensando en el lector. El discurso escrito es entendido esencialmente como un entramado de cláusulas u oraciones separadas y relacionadas mediante las “señales ó signos de apuntuación” —señaló don Esteban con el mayor dominio—.

Y prosiguió:

—Se considera además las “notas o caracteres” o, lo que modernamente denominamos, signos de puntuación, de entonación que facilitan la exacta comprensión del lector, es decir la ortografía de la frase —dijo—.

—Suelen incluir también estos tratados una parte dedicada a la acentuación, como abreviaturas, símbolos, siglas —señala don Esteban—.

—Uso de signos de materias especializadas como matemática, astronomía, medicina, química, símbolos de la Biblia, etc. Con el tiempo, a las listas de voces dudosas, los tratados agregarían otras listas, por ejemplo, de topónimos o de antropónimos —dijo—.

Realmente quedé impresionado de tantos conceptos, muchísimos contenidos que ver y aprender. Le agradecí a mi jefe, don Esteban Carrera —ejecutivo laboral—, por la dedicación y tiempo que se estaba dando para enseñarme. Le reiteré mi gratitud por su generosidad. Definitivamente estaba preparándome para ser un oficial altamente calificado. La verdad, me sentía orgulloso, pleno y realizado.

—Este es su puesto de trabajo —señaló gentilmente mi ejecutivo laboral—.

—Aquí está el maquetado de su primer trabajo. Este es el libro con el que se iniciará en la labor de cajista tipógrafo —haciéndome entrega de los documentos de rigor—.

—“1984”, una gran obra, lo felicito. No ha sido fácil ni tampoco económico tramitar sus derechos y permisos de propiedad intelectual ante grandes editoras extranjeras. Este es un nuevo mérito de nuestro director —dijo—.

—Se iniciará con una formidable obra. Le deseo el —mejor de los éxitos. Nunca se le olvidará —señaló, golpeando gratamente mi espalda—.

—Yo muy joven también partí en estas funciones. Me recuerdo como si fuera ayer. Claro que los talleres eran más precarios y no estaba la tecnología de hoy: Me inicié con la novela “El Defensor Tiene la Palabra”, del rumano Petre Bullú. Es un hecho real, narrado con gran maestría, cuyo relato recrea en primera persona la vida completa del protagonista. Lo central es justificar una acción criminal. El lector enfrenta así una especie de justificación frente a la cual tendrá que entregar su propio veredicto, como un juez. De seguro usted se pondrá del lado del protagonista. La narración está inundada de gran intensidad dramática. Es de aquellos libros que han influido, especialmente cuando uno tiene la oportunidad de hallarse con él cuando se es joven. Esta novela, de seguro, es la que más recuerdo y siempre recomiendo.

—Interesante don Esteban. De seguro lo tendré que leer —dije—.

—La verdad que ha sido un libro que me ha marcado hasta hoy. Siempre lo recuerdo. Es un libro que atrapa desde la primera página hasta el final. Y de eso ha pasado casi cuarenta años —señaló con nostalgia—.

Así fue mi comienzo en esta importante área de la editora. Comencé a unir letras, signos y como consecuencia fueron naciendo palabras, frases, oraciones, párrafos y páginas. Los primeros párrafos y luego las primeras páginas las formaba lentamente. A medida que iba adquiriendo práctica las hacía con más rapidez. Cada vez era más diestro y experimentado, aunque el dominio en formar las palabras y textos era de derecha a izquierda. Esa casi mecánica función no era capaz de sustraerme del contenido y el espíritu de la sustancia del texto. Fue así como me involucré en la obra que tenía que fabricar porque nosotros éramos trabajadores. El arquitecto era quien produce la obra, su autor.

“La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza”. Es una frase que resulta subversiva y sediciosa. Es la dura honestidad y contradicción de esta frase.

—¡Qué término! ¡Qué valentía y horror atreverse a proclamar una sentencia tan extravagante! —me dije—.

De buenas a primeras podía deducir que se trataba de un juego de palabras mal utilizado y nunca una consigna política. Pero no. En realidad fue construida por el escritor George Orwell —en su libro “1984”—. Está ambientada en Londres. Trata de la manipulación del lenguaje como arma política. Era un gobierno y cuatro ministerios en que se dividía toda la administración gubernamental. El Ministerio de la verdad, encargándose de las noticias, de la educación, los espectáculos, las bellas artes. El Ministerio de la Paz, encargado de los asuntos relativos a la guerra. El Ministerio del Amor, encargado de la ley y el orden. El Ministerio de la Abundancia, era el responsable de los asuntos económicos. En efecto, esta representación sitúa el sometimiento de una sociedad, cuya función natural de cuestionamiento y autocrítica se ve amenazada por un superior y omnipresente, el Gran Hermano. Este ser superior los vigila a cada instante. Un partido político facultado de castigar cualquier acto de “rebeldía o desobediencia de pensamiento” que vaya en contra de lo señalado por el “Gran Hermano” —es el personaje o ente que nadie conoce. Domina y sabe todo lo que ocurre en cualquier lugar—.

El libro “1984” es una obra que ha logrado trascender en el tiempo. Aunque se haya publicado en 1949, no con menos dificultades —después de dos guerras mundiales y de países europeos asolados por la acción bélica—, tiene como consecuencia un valor, que lo señalado por Owell en su libro puede relacionarse
fácilmente con la actual realidad.

Siempre se ha tratado de manipular la información. Ahora que estamos iniciando la década del ’70, resulta mucho más fácil de hacer. El fin sigue siendo el mismo: modificar la verdad y engañar a una sociedad o un pueblo entero para beneficio propio.

En el relato de la obra se menciona un gobierno integrado por muchos trabajadores. Vivían de manera permanente alterando toda información que pudiera resultar nociva para la imagen del partido. Evitaban información que pudiera provocar una insurrección de la sociedad.

Ahora, al inicio de la década del ’70, existiendo
experiencias que favorecen no repetir los errores del pasado, todavía se puede comprobar los mismos errores en distintos gobiernos del continente y de otros lugares del mundo —reflexioné—.

Muchos sistemas políticos y sus poderes traicionan al pueblo. Anuncios, publicaciones y discursos muy bien elaborados quieren convencer de que estos son dueños de la verdad. No es así. En realidad solo persiguen favorecer sus propios intereses. Ahora bien, si alguien
viene a rebelarse, utilizarían intimidaciones o cualquier otro tipo de violencia o terrorismo con tal de mantener el orden establecido. Esto mismo sucede en la novela. Si alguna persona es sorprendida cometiendo un “crimental” —crimen mental: pensar ideas contrarias a las del partido—, tendrá las peores consecuencias.

Orwel, de la misma manera, muestra a una juventud muy influida por el partido, llegando al fanatismo y haciéndolos creer en distintos eslóganes o frases estereotipadas que transforman su voluntad.

Al parecer, cuando Orwell escribió en el año 1949 este libro de ciencia ficción, se ve que muchas de esas situaciones son una realidad ahora, en pleno 1971. Habla de la juventud y la manipulación. Orwell señala que los adultos les temen a sus hijos. Estos los pueden denunciar con la Policía del Pensamiento si se les sorprende efectuar o decir algo desafiante contra “El Gran Hermano”. Entonces un relato escrito hace más de 20 años está presente en la actualidad. En este momento se comienza a ver a los hijos como modelos de autoridad y los padres quienes deben obedecer las órdenes. Se observa como muy negativo que los roles se hayan invertido. Los medios son responsables en gran medida por presentar malos modelos a imitar. Los padres quieren caer bien y no desean presentarse estrictos con los hijos.

Lo anterior me suena casi común aquí en Santiago. En el campo todavía está la autoridad de los padres muy arraigada en la cultura. Claro, yo me cuestiono porque di un paso distinto, al no permanecer en la montaña—.

El libro “1984” es un relato inquietante que se adelantó al momento de escribirlo y también a su propio título. Es decir, la ficción tiene de real y la realidad de ficción —concluyo con mi sensato análisis y reflexión—.

Fue tanto el impacto del libro que en momentos pasó por mi mente alterar algunas frases, o al menos cambiar una palabra. En mis manos estaba el destino de su contenido. Era mucha la responsabilidad que me habían confiado. Tenía influencia para intervenir algunas líneas; pero mi honradez no lo permitía. Ahora entendía a cabalidad mi función en la empresa y los valores que representaba, y los que yo, como trabajador, debía aportar, especialmente por sentirme parte de este gran proyecto. Fue ese un instante propicio para realizar una reflexión sobre la calidad —y calidad en el sentido completo del término—. Esta meditación era sobre la calidad total que como personas podemos alcanzar y la que está en nuestras manos. Debemos empezar por nosotros mismos, con los compañeros de trabajo, para ir formando personas de calidad total. Para ello se necesita ir, de manera estructurada y sistemática por etapas. Primeramente es del bien ser. Ser puntuales, honestos, disciplinados, trabajadores, estudiosos, colaboradores, etc. Luego viene el bien hacer. Todo lo que hagas, hazlo bien desde el principio. Si vas a trabajar, a pintar, a cocinar… hazlo bien. Las personas que dan más de lo que reciben —a su familia, a sus hijos, a sus clientes, a su comunidad— van a sentir la tercera etapa. Es el bien-estar, que es sinónimo de felicidad. Es conveniente evaluarnos a diario para poder sentir este bien-estar. Sentir el bienestar porque dimos todo lo mejor de nosotros a la sociedad. Eso nos hace sentir bien-estar y las personas que siguen estas tres etapas tendrán, tarde o temprano el bien tener. No hay que buscar el tener de manera rápida y fácil, sin haberlo hecho bien y mucho menos sin sentirse bien, porque de este tipo de personas hay muchas. Entonces —medité más de una vez—, no solo debemos lograr buen desempeño en la producción de la editora, sino inundarnos de valores, fortaleciendo nuestra dimensión formativa. Era honrado, me habían educado en la honradez y ese era mi potencial indiscutido —me dije en voz alta—. Ni se me ocurriera alterar algún contenido de los textos que se me confiaban. Por ningún motivo. Este convencimiento hizo reafirmar en mí, quien era de verdad. Me noté tranquilo, con la conciencia regocijada de paz. Me sentí íntegro y desbordado de felicidad.

Santiago, 12 de septiembre de 1971

Queridos padres

Papá y mamá: Las primeras líneas son para saludarles, saber de ustedes y contarles de mi vida en la capital. Reciban un cálido abrazo de mi parte. Espero que todos se encuentren bien, disfrutando de los hermosos días que anuncian la primavera. Yo por mi parte me encuentro muy bien, sin ningún contratiempo o dificultad. A diario los recuerdo. Me imagino las labores que realizan de manera habitual en esta época del año. No son pocos los momentos en que los echo de menos a ustedes y a mis hermanos por supuesto. Recuerdo los instantes que compartíamos en el día a día, aunque por pedestre lo fueran. A la distancia se valora todavía más a la familia, sobre todo, sabiendo de la gran armonía que inunda a la nuestra. Sé de sus sacrificios y esmeros por todo lo que nos han entregado. No hablo solo del bienestar material que no es menor, sino esencialmente por la formación como personas. Acá, a la distancia, se puede incurrir en cualquier acto poco decoroso; pero en ese instante aparece la imagen de ustedes y sus infinitos consejos. Esto hace mantenerse inalterable en las cláusulas que muy bien se han grabado en la conciencia.

La cordillera, las montañas y lomajes vienen muy seguidos a mis pensamientos. Me imagino lo hermoso del florido paisaje y lo que aporta el nacimiento de las nuevas crías de animales. El viento, la lluvia, el paisaje todo está nítido en mi mente. También, lo que a flor de piel se siente con el aroma bucólico, las vertientes cristalinas, los frutos silvestres, las bandadas de pájaros, los bosques y araucarias. Es todo lo que me cautivó desde siempre y que está latente en mí. Será porque allá se vive y siente la libertad o porque uno le da más valor a las cosas o porque muchos recursos están al alcance de la mano.

Querido papá y mamá: Ustedes están en un ambiente de paz. ¡Pero si tienen todo! Tienen el cielo tapizado de bandadas de pájaros, de nubes pasajeras y de estrellas intensas. Los manantiales brotan mágicamente desde las infinitas quebradas. Las monteses flores que irrumpen, matizándolo todo de una vez. La entrega artificial y silvestre de la generosa tierra. La magia de la vida, que día a día se proclama imperecedera, decorada con la más nutritiva convivencia. El paisaje, las montañas, todo el entorno es único e inigualable. Allá se vive la felicidad plena.

De seguro ustedes se preguntarán por qué entonces me vine de ese lugar idílico. Tan simple, porque en Santiago era el lugar donde estaba la editora Quimantú y la Academia de Letras. Esas fueron las únicas razones.

Acá, la vida cotidiana es totalmente distinta. Es muy complejo vivir y entender la cultura de la gran ciudad. Llama la atención las ciertas libertades que se dan en las costumbres del día a día. Los varones disfrutan principalmente del fútbol, la hípica, las quintas de recreo —locales para comer, beber y bailar—, los juegos de azar, el villar, las boite —locales nocturnos con espectáculos—, el cine y muchas otras cosas más. Llama la atención la liberación de las mujeres; se visten extravagantes, fuman en la calle, salen de noche y van a fiestas. Los jóvenes usan el pelo largo, se visten con colores y diseños parecidos al de las mujeres.

Casi a diario se ven protestas, marchas y actos masivos. La gente no está conforme con nada. Quiere que todo se lo den. A pesar de las muchas comodidades que poseen nunca están contentos. Claro, acá hay sectores más necesitados, pero no es la mayoría. Supieran cómo se vive en el campo, allá no hay ayuda, salvo la del propio trabajo diario y la generosidad de la naturaleza.

El gobierno, los empresarios, los sindicatos, los políticos viven en una constante pugna y mala convivencia. Se tratan como los peores enemigos, con una postura irreconciliable. Es un clima social que nunca había visto y ni me lo había imaginado. En este momento mucho se habla de la próxima asamblea internacional que se efectuará el próximo año en Santiago, donde será sede de la convención de la UNCTAD III y que se está trabajando contra el tiempo en la construcción del edificio.

Bueno, así es la modernidad de la capital. Este es Santiago. Con sus cosas buenas y sus cosas malas.

Respecto a mi trabajo y mis estudios, va todo muy bien. En la editora he ascendido a un puesto mejor, de tipógrafo. En mis estudios sigo recibiendo congratulaciones, lo que me motiva a profundizar las materias tratadas.

Bueno, querida mamá y papá, no se preocupen por mí porque estoy bien. Deseo saluden a mis hermanos. Siempre los recuerdo con mucho cariño a todos.

Reciban un caluroso abrazo.

Su hijo Andrés.

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