Una sombra andante

Una sombra andante

Letras_del.sol

25/07/2023

Caminaba entre ruinas como una sombra polvorienta digna de ninguna clase de admiración sumida en una vida transparente. Sombras iguales caminando alrededor de una ciudad amurallada, preguntándose si llegarían a ser lo suficientemente humanas para ser detectadas. 

El filo de una hoja de un olivo cercano rajó su piel desnuda. La sangre brotaba y un pequeño hilo escarlata dibujaba el trayecto de su sucesor. Las gotas de sangre caían y manchaban con gracia la piedra blanca debajo de sus pies descalzos. Una gota tras otra. Las hojas de olivo se arrimaban con el viento, danzando en forma de burla alrededor de la sombra rasguñada. El dolor se mezclaba con la morfina de una realidad deseada: la muerte. Un charco de sangre se levantaba bajo sus pies para volverse uno con la tierra. 

Estaba frágil, sedienta, solitaria. Las demás sombras pasaban de largo, evadiendo las miradas de súplica de la sombra tirada en la piedra.

– No. –

Los párpados le pesaban, su piel quemaba bajo el sol y parecía que le estaban tragando viva.

Se obligó a sí misma a abrir los ojos. 

– No puedo morir. – 

Nadie iba a ayudarle, estaba sola. Se desangraba, pero no le impedía sentirse menos miserable. Miro sus manos, tan blancas que se confundían con trasparencia, y notó que estaba temblando. Quizá fuera producto de la pérdida de sangre o quizá de la imaginación. La mancha empezaba a secarse a sus pies pero era como si nadie más lo notara. Sus cortes se abrían a medida que intentaba incorporarse y las hojas de olivo se pegaban a su cuerpo gracias al fluido en la que estaba bañada. La sombra brillaba al reflejo del sol en el líquido borgoña, se veía perdida, contrastaba con el paisaje blanco de la muralla, y aportaba color al paisaje en el cuál de antaño solo servían los olivos para cumplir esta función. 

Era como una mancha flotante, moribunda y sola.

Las demás sombras decaídas por la vida, siguiendo el mismo camino de siempre, recorriendo la ciudad amurallada, pasaban de largo siguiendo su camino, ignorando a la sombra caída en la piedra blanca manchada. Ya no era una simple sombra desnuda vagando por la ciudad, estaba vestida en su propia sangre, y por primera vez se dio cuenta de lo que la rodeaba. ¿Acaso era la única sombra consciente de su al rededor? Nunca antes había visto lo blanca que era la piedra que pisaba ni como el sol brillaba todo el día y nunca anochecía, nunca se había fijado en las hojas de olivo que bailaban en el aire ni en las demás sombras que pasaban a su lado. Por primera vez quiso saborear un poco de vida. Pero era una sombra desahuciada, su piel manchada empezó a desvanecerse. El sol ya no la quemaba, su sed se volvió más fuerte hasta que ya no le importó y su piel se fragmentó. 

Ninguna otra sombra lloró o presenció el deceso de la sombra caída. La mancha de sangre se quemó en la piedra y el olivo cercano acarició el aire con sus ramas. Las otras sombras siguieron de paso, preguntándose si algún día llegarían a ser suficientemente humanas para ser detectadas, evadiendo las miradas de súplica de una sombra rasguñada, echada en la piedra.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS