¿Es acaso un pecado?- me preguntó mi mente inquieta. -¿Debo fingir que no noto el latido de mi corazón?- me increpaba, mientras los ojos cansados del hombre que miraba a través del espejo del baño empañado de vaho, reflejaban una tímida chispa de esperanza. -No, me niego a aceptar que el paso de los años apaguen mis fuerzas de sentir otra vez el amor-. Sonrió con complicidad, me vestí elegantemente y me dirigí al restaurante con mi nueva cita.
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