La verdad es que no sé el momento en el que empecé a odiarme. Tengo la mala costumbre de no apuntarme las fechas especiales y tal vez me lo debería de replantear, pero se ve que me gusta vivir al límite… al borde de la vida, en la línea del precipicio y sin cuerda de apoyo.

Estoy mintiendo. Recuerdo cada momento de miedo, de pánico, de resquemor, de frío… yo antes no era así, pero sin querer un interruptor se pulsó y la luz se apagó… ¿se pulsó? Vuelvo a mentir, lo pulsó, lo fundió, lo rompió.

Han pasado años, tal vez una década y todavía sigo reaprendiendo a amar, a sonreír, a hablar, a abrazar, a ser… es tan difícil y duro el proceso que a veces tiro la toalla y vuelvo al inicio… me odio…

Me levanto, reaprendo, continúo, lucho contra la corriente, olvido, sonrío, amo, abrazo… tropiezo, recuerdo y vuelves a aparecer tan gris y frío como siempre y lo apagas todo.

Pero no, ha pasado mucho tiempo y aunque siga luchando, no vas a poder conmigo… porque es tan grande el amor que siento por la vida y todo lo que he ido descubriendo en este valle, que no quiero que puedas… recuerda, te invité a desaparecer.

No digo la verdad de nuevo…. porque en realidad te eché y ahí es cuando empecé a conocer el significado de la libertad.

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