Tú, mi más dulce pecado, eres el aire,

Que logra avivar mi fuego interno, el que me enciende.

Sé que tus manos y labios desean tocar mi piel.

Que me imaginas completamente desnuda en tu lecho;

Percibiendo mi respiración agitada cerca de tu cuello.

Susurrándote al oído que no te detengas; mis gemidos,

Ahogándose en mi garganta por culpa de tu lujuria.

Ambos entregados a la pasión, rendidos ante los deseos

Reprimidos de este amor prohibido. Tu mirada provocándome,

Mientras tu lengua y dedos cálidos excitan a mi rosa encarnada.

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