Vives en mí, en mis sueños, en mi historia y mis huellas descalzas al borde del mar. Ya lejos veo cumplir tus sueños, tu sonrisa bella de siempre, cuando portaste el bello vestido blanco, como siempre lo soñé, como siempre lo soñaste. Aunque no sea yo el que duerme a tu derecha, siento un profundo sentimiento, alegrías y una extraña nostalgia que deposito en aquellas manos que cubren las tuyas. El camino siempre enseña, he aprendido de tantas cosas, que quizás dios y tú se reirían y no los juzgo, me rio con ustedes. Leí tus votos y creo que son muy honestos. Me hubiese gustado estar ahí y decir algunas palabras. Quizás en un universo paralelo lo hice. Trato de leer tus ojos, pero no logro entender ese lenguaje. Comprendí que hasta lo más triste siempre nos deja un aprendizaje positivo que, aunque no queramos, siempre seremos el villano en la historia de alguien, pero en el fondo y realmente nunca será así. Quisiera escribir tantas cosas, poder darte un abrazo apretado y decir “gracias por tanto”. Mas no se si la vida y el tiempo lo quiera o permita. Veo rostros familiares, que me causan mucha alegría, un poco más viejos, pero nunca menos humanos. No se realmente la razón de tus visitas en los dominios de Morfeo, quizás algún día me lo cuentes.

No somos el día y la noche, somos mas que eso. No somos promesas, somos las estrellas en el cielo. Y así como te conocí como una “modelo” en un lejano lugar llamado “Villaseca” al sur del mundo, te recordaré con una sonrisa de la misma forma. No hay distancia, no hay soledad mientras se viva en la mente y espíritu. Como dije alguna vez, “Gracias por coincidir conmigo en esta vida”. Nunca dejes de sonreír y que la paz y el amor siempre te acompañe.

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