Cuando el sol ha vencido las tinieblas y subido algunos peldaños del rascacielos diurno; un rayo le abre el pecho a la esperanza.

Cierto esperanza, que eres la cálida compañía de los afligidos que deambulan por las calles del descontento o abordan los vehículos colectivos de la masificación?

Recuerdas esperanza, que de niño nos acompañabas a tejer sueños detrás de las hilvanadas centenarias de nuestras abuelas?

Que susurrabas al timonel de nuestras almas los senderos a seguir en las mañanas inciertas.

Recuerdas esperanza, que con tu tibia letra, rubricabas la bitácora de nuestras ilusas biografías y creabas en el paisaje, multicolores ensueños.

Todavía me acuerdo, amada esperanza, cuando alenta­bas mis retos hechos a las fantasmagóricas realidades de mi adolescencia.

Cuando acudías seria, a mostrarme la verdad del otro lado del túnel, de la otra cara de la moneda, cuando la proble­mática social ya itineraba como humeante tren mi concien­cia de estudiante.

Siempre fiel, esperanza, te cuelgas a la numeración del reo. Ado­bas el sustento miserable del niño callejero. Deambulas al lado, como una sombra, alentándole los no! al afligido desempleado.

Asistes, esperanza, al enfermo terminal que se aferra a la vida o se entrega con placer de descanso, en los brazos famélicos de la muerte.

Sabes esperanza que eres eterna, constante, mimosa y atrevida?

Sabes que te amo porque eres el asidero de un pueblo que resiste los embates de la injusticia. Porque eres, esperanza, el grito, el quejido, la protesta.

A la humanidad le han descarnado en la guerra, le han harapeado en la violencia, le han desposeído en la economía, más tú, esperanza, tu coraza te ha hecho inmortal.

Estás viva esperanza!

Eres la tea que irradias el espíritu, y así, a tu habitáculo le encierren, le calumnien, le exploten, le amordacen, le tortu­ren, le secuestren, le idioticen, le crucifiquen, le contaminen, le indignifiquen, tú, amada esperanza, permaneces aferrada, segura de tu triunfo final.

Sigue incólume, en el corazón del pueblo, agazapada, tierna y tibia, como el calorcillo de un abrazo sincero.

Senderos de Herejía, nuestra obra, es un grito de esperanza!

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