Título: Iglesia y poder: Transformaciones desde la Edad Media a la Edad Contemporánea en la Europa Occidental
Introducción:
El papel de la Iglesia y su relación con el poder ha sido un tema de discusión y análisis a lo largo de la historia. Desde la Edad Media hasta la Edad Contemporánea, la Iglesia ha ejercido una influencia significativa en la sociedad, la política y la cultura. Este ensayo bibliográfico tiene como objetivo examinar las transformaciones en la relación entre la Iglesia y el poder secular a lo largo de estos períodos históricos, destacando los cambios en la estructura eclesiástica, las disputas de poder y las consecuencias sociales y políticas. El período analizado corresponde desde la Temprana Edad Media, en el siglo V, hasta mediados del siglo XVIII, con el movimiento de la Ilustración. La delimitación espacial corresponde a su vez al Occidente europeo, entendido como el área de influencia de Iglesia Católica Romana. Por último, intenta responder a la problemática de la relación Iglesia y poder secular, y el rol dominante que van ejerciendo cada uno de estos actores según cada período histórico y sus transformaciones.
Desarrollo:
1. Poder y centralización eclesiástica en la Edad Media:
Los tiempos medievales jugaron un papel determinante en la configuración de la relación entre la Iglesia y el poder secular en los ámbitos políticos y sociales. En un inicio la fragmentación de un poder centralizado en beneficio de múltiples y dispersas esferas de poder durante la llamada Temprana Edad Media originó el arribo de un proceso en el qué el poder secular y el religioso parecerían no tener un rumbo fijo en lo que respecta a la soberanía de las naciones occidentales europeas, ya desligadas del poder hegemónico del Imperio Romano. El primer actor en tratar de imponer una unidad sobre el panorama reinante sería la Iglesia. Para el siglo V la acción de los papas y obispos pretendieron salvaguardar a la Iglesia de las incursiones de los pueblos bárbaros. En el proceso se destacó el papa Gregorio I, denominado el Magno. En tiempos en que la Iglesia había acumulado grandes riquezas por las donaciones de hombres piadosos, Gregorio se mostró hábil para administrarlas, llegando a constituir un poder religioso independiente del temporal, donde obispos tenían casi la misma independencia que el papado.
Aún así, sería recién en el año 800, cuando comenzaría a vislumbrarse un real poder aceptado sobre las naciones occidentales. La coronación de Carlomagmo en la navidad de ese año en Roma por parte del papa León III, sentó las bases de lo que podría interpretarse como una repartición de poderes. Con la restauración de la corona imperial, Occidente se diferenciaba de Oriente, ya que contaba a partir de ese momento con dos jefes: uno religioso (el papa) y otro político (el emperador). No obstante y, a entender de Asimov, dicho evento fue mas bien una subordinación del poder político al religioso
“Pero Carlomagmo debe haberse por percatado de que el suceso sólo le traería problemas, de muchas maneras. El título no le proporcionaba ningún poder adicional; en verdad, lo debilitó. Dos días antes, el Papa había estado a sus pies. Ahora el estaba a los pies del Papa. Dos días antes, era rey de los francos por herencia y por sus propias hazañas marciales. Ahora era emperador por la gracia del Papa, y lo que e el Papa daba podía quitarlo.”
Haya sido de una u otra manera, lo que está fuera de duda es que está alianza, surgida otrora en una serie de favores de protección de los reyes francos hacia el papado por la amenaza de los lombardos en la península Itálica, no podría pervivir mas allá de esas propias circunstancias, pues posteriormente el Imperio Carolingio termino dividiéndose en guerras civiles que dejaron una nueva fragmentación territorial pero ahora condicionada por un breve renacimiento cultural y la idea de la tierra como principal fuente de riqueza y poder político. Por su lado, la Iglesia cristiana también padeció la crisis de las invasiones bárbaras, encontrando refugio en los monasterios y la acción evangélica. A estas alturas, el poder temporal de la Iglesia le permitirá enfrentarse al poder político de los reinos de la cristiandad. El ejemplo más claro lo proporciona el conflicto de las investiduras en el siglo XI. Los papas Nicolás II y Gregorio VII quisieron confirmar aún más su plena autoridad sobre sus asuntos eclesiásticos decretando que la elección de los pontífices era una atribución exclusiva de los cardenales de la Iglesia. De esta manera, el emperador sólo conservaba el derecho de confirmación. Se inhabilitó luego a los prelados que habían obtenido su cargos a cambios de suma de dinero y se condenó la investidura laical, lo que despertó la reacción del emperador germano Enrique IV, que mandó a deponerlo. Gregorio contrataco con la excomunión y ordenando a los cristianos a desobedecerle. El historiador Jacques Le Goff rastrea el origen de esta disputa entre Iglesia y poder político en la ausencia de alguna figura que unifique ambos planos, como la había en Oriente, según él
“Mientras que Bizancio había resuelto el problema mediante la reunión en el emperador de ambos poderes, el espiritual y el temporal, y el patriarca había quedado subordinado al basileus (lo que se ha llamado cesaro-papismo), el Occidente no había definido con claridad la realidad entre ambos dominios, ambos poderes, ambos personajes.”
Si la ausencia de un elemento unificador era la raíz de los problemas de autoridad en la relación Iglesia y poder político, la Cristiandad tendría su oportunidad de dejar sus diferencias a un lado en pos de una empresa común que movilizaría la devoción religiosa y el espíritu conquistador hacia el Medio Oriente: las cruzadas. Pero a pesar del ambiente fervoroso del momento, las propias consecuencias del conflicto de las investiduras dejarían una herencia indeleble que resultará contraproducente para la Cruzada. Con el propio monarca alemán excomulgado, al igual que el rey de Francia, Felipe I, la empresa estába atravesada por la recurrente problemática de autoridad entre la Iglesia y el poder político. El mismo Le Goff lo resume excelentemente
“Pero el resultado[de las cruzadas] no es el esperado ya que está comunidad espiritual y ocasionalmente material no lleva a ninguna unificación política, y además, los dos poderes el Imperio y el papado que podrían realizar ese designio, luchan entre sí durante todo el período para conseguir la dirección, el dominium mundi, el dominio universal. El conflicto entre el sacerdocio y el imperio en donde lo espiritual y lo material, se mezclan íntimamente, es también un lucha política.”
En definitiva, la relación entre poder político e Iglesia en esta etapa significó un primer intento por parte de ambos actores de consolidarse como poder soberano en medio de un contexto marcado por la fragmentación político y territorial, en la que la Iglesia prevaleció por momentos debido a su función de elemento interpretativo, del mundo religioso medieval, transformándose para el siglo XIII en una verdadera monarquía pontificia pero en constante lucha con el poder secular, hecho que limitaría un posible éxito de la Cruzada.
2 . Reforma Protestante y fragmentación del poder:
Los grandes cambios que inauguraron los tiempos modernos contribuyeron a que el poder político comience a recuperar lentamente su papel en el escenario político y económico de la Europa Occidental. El ascenso de la burguesía y la construcción de los Estados Nación acompañaron el proceso de concentración de poder manos de los monarcas. Con respecto a la Iglesia, los nuevos reinos habían dependido en mayor o menor medida de ella debido a que el descubrimiento de América la había colocado en calidad de árbitro internacional. De esta manera, el poder temporal de la Iglesia continuó vigente pero ya como mediadora en relación a la legalidad de los descubrimientos resultado de la expansión ultramarina de España y Portugal. No obstante, aún no se había desligado de prácticas insanas dentro de su organización interna. La simonía, el nepotismo y los excesos del clero dieron lugar al movimiento de Reforma Protestante. Aunque amparada en postulados doctrinarios, litúrgicos y sacramentales llegó pronto a convertirse en un movimiento de cuestionamiento político. J. R. Hale describe tal situación de cuestionamiento hacia el Papado destacando a la vez, su triple naturaleza alcanzada
“(…) a los papas se les criticaba por la pompa excesiva, la militancia política, la manipulación del colegio cardenalicio, la venta de cargos y el nepotismo. La triple naturaleza de l Papado (su dirección espiritual, su función soberana en una entidad política, los Estados de la Iglesia, y el gobierno de su imperio financiero) adquiría un especial relieve en esta época de presión diplomática casi constante o de guerra real.”
Entonces, tanto el poder temporal como el espiritual de la Iglesia en los tiempos modernos comienza a resquebrajarse por la irrupción del movimiento de la Reforma Protestante. Si bien, en siglos pasados otros movimientos religiosos disidentes habían desarrollado sus doctrinas y hábitos al margen de lo que recomendaba las autoridades de la Iglesia, esta vez el cisma tuvo grandes repercusiones. La desobediencia de Lutero fue acogida no solo por los sectores campesinos sino también por grandes monarcas, ya que
“Desde que Lutero se había declarado en guerra con el Papa, no cesó de buscar aliados. Había publicado una “Llamada a la nobleza cristiana y a la nación alemána” en la que indicaba que para conducir a la Iglesia a su pureza primitiva, era preciso despojarla de sus riquezas, apoderarse de los bienes eclesiásticos y secularizarlos, (…) . Así esperaba obtener y obtuvo el apoyo de un gran número de príncipes.”
Estos reclamos al poder de la Iglesia parecieron culminar en 1555 con la Paz de Augsburgo, por ella Carlos V reconoció a los príncipes protestantes el derecho a establecer el culto en sus territorios. En contraposición la Iglesia convocó al Concilio de Trento en 1562 que pretendió la reforma de su organización interna. Esta nueva Iglesia en lo espiritual
“ (…) estaría dedicada a la lucha contra los protestantes, con sus dogmas definidos ahora de acuerdo con al espíritu y la letra de la teología escolástica. Más aún, sus servidores estarían mucho mejor equipados para la lucha que sus colegas pretridentinos, pues los obispos residirán entonces en sus diócesis, y se fundarían seminarios en cada una de estas para la educación del clero.”
pero que en lo secular
“era una Iglesia que había perdido, y esperaba reconquistar (..)”
En resumen, el surgimiento una nueva denominación cristiana alternativa como resultado de la Reforma Protestante, ocasionó que la Iglesia se fragmentará como unidad de poder religioso en la Europa del siglo XXI. Dos procesos ocurrieron en paralelo en relación a las transformaciones del poder de la Iglesia y el poder secular: mientras que el poder secular acogía el protestantismo y sus particularidades, la Iglesia se reformaba así mismo como medida de adecuación.
3 . Ilustración y secularización:
Para inicios del siglo XVIII el orden social, político y religioso imperante conocido como Antiguo Régimen, se había arraigado en los Estados de Europa y sus instituciones. La jerarquización estamental justificaba las relaciones de poder entre Iglesia y Estado, que ahora interactuaban entre sí reforzando los principios de una sociedad aristocrática. En palabras del historiador Charles Seinogbos
“El Estado y la Iglesia tenían ambos una autoridad absoluta, sin límites, sin intervención de nadie, y se apoyaban mutuamente. El gobierno obligaba a los fieles a obedecer las leyes de la Iglesia y perseguía a los herejes. El clero enseñaba a los fieles que debían obedecer al príncipe como representante de Dios. Era la doctrina del derecho divino de los reyes.”
Este régimen político de absolutismo e intolerancia había abonado el terreno para la eclosión del movimiento de la Ilustración. Los filósofos de este movimiento se ocuparon de hacer una crítica a las instituciones políticas y a las creencias. Voltaire cuestionaba la desmedida intolerancia religiosa de la Iglesia y decía
“No se trata de impedir que nuestros lacayos vayan a misa o al sermón, se trata de arrancar a los padres de familia de la tiranía de los impostores y de inspirar el espíritu de tolerancia.”
Otro filósofo célebre, Montesquieu, decía sobre la finalidad del Estado
“El fin del Estado es menester la libertad de los ciudadanos. El medio más seguro de impedir la opresión es repartir el poder de modo que nadie pueda ejercer solo la autoridad.”
A su vez, Rosseau exponía su idea de gobierno en el Contrato Social, cuestionando el régimen de desigualdad
“El hombre, ha nacido libre, y en todas partes está encadenado. La sociedad es injusta, porque da a los privilegiados más ventajas que a otros. En el estado de naturaleza todos los hombres son libres, la sociedad no puede fundarse sino en un convenio.”
Con estos pensadores de gran influencia el Antiguo Régimen se veía cuestionado, en varias de sus aristas. Pero la sociedad aristocrática, el clero y el absolutismo, elementos ordenadores del orden vigente, y que compartían el poder en común acuerdo, soportarían estos cuestionamientos, pues los protagonistas del Iluminismo, no exigían una revolución sino una reforma parcial del orden de las cosas en beneficio de la libertad, la tolerancia y la soberanía. Entre tanto, la relación Iglesia y poder secular, no se vería afectada sino hasta llegado el año 1789, cuando éstas ideas llegarían a la praxis con la Revolución Francesa.
Conclusión:
La relación entre la Iglesia y el poder secular ha experimentado importantes transformaciones desde la Edad Media hasta la Edad Contemporánea. A través de un análisis de la consolidación del poder eclesiástico, la Reforma Protestante y la Ilustración se puede observar cómo la Iglesia ha evolucionado y se ha adaptado a los cambios sociales, políticos y culturales, y como el poder secular ha acompañado este proceso, prevaleciendo, a veces el primero, y otras, el segundo, acorde las condiciones del contexto. Este ensayo bibliográfico proporciona una visión panorámica de estas transformaciones, resaltando los principales eventos y su impacto en la sociedad. Al comprender la evolución de la relación entre dos actores históricos que, en su búsqueda de la hegemonía y el poder en el escenario europeo, lo van disputando, compartiendo y modificando, se puede llegar a una aproximación de su influencia a través de la historia.
Bibliografía
Asimov, I. (1968). La Alta Edad Media. Historia Universal. Alianza Editorial.
Elliot, J. (2000). La Europa dividida (1559 – 1598). Historia de Europa. Editorial Siglo XXI. Madrid. España.
Hale, J. (2000). La Europa del Renacimiento (1498 – 1520). Editorial Siglo XXI. Madrid. España.
Isaac, J. y otros. (1918). Los Tiempos Modernos. Librería de Hachette y Cía. París. Francia.
Le Goff, J. (2002). La Baja Edad Media. Editorial Siglo XXI. Madrid. España.
Seignobos, Ch. (1978). Historia Universal Ilustrada. Editorial Publinter. Buenos Aires. Argentina.
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