PAISAJE

Mi paisaje es un mar en calma alguna veces, otras mareas altas, fuerte oleaje. Palmeras que se balancean al ritmo que les marca el viento. Uno que otro cocotero golpeando a algùn distraìdo e inocente transeùnte, esos que con mucha buena suerte no salen heridos ante el ataque de semejante misiles.

Dos personas en sus caminatas habituales se pasean por la orilla de la playa una de ellas joven, guapa rebosante de salud y juventud la màs pequeña debutando en este mundo, dando sus primeros pasos en esta vida. Recorren ese camino recolectando caracoles, pequeñas piedras, conchas marinas. Y, tambièn se encargaban de recoger botellas, vasos, cuberterìas de plàstico, en fin la basura que van dejando irresponsables e inescrupulosos bañistas de ocasiòn, de temporada. Sobre todo los vacacionistas extranjeros de verano. Este par se encargaba de limpiar la playa. Una gran enseñanza: cuidar nuestro habitat, evitando la contaminaciòn y el impacto negativo en nuestro medio ambiente.

Ese paseo se hacia a diario, no habia descanso. Al final de la jornada un chapuzòn en el agua con suerte surfear una que otra ola generosamente grande. Y otras veces salir de pesca y atrapar enormes peces que eran una delicia en la cocina. Y, ocasionalmente largos paseos en lanchas buscando islas pèrdidas, segùn fàbulas que corrian como polvora en el pueblo eran innùmeras.

A medida que pasaba los dias, meses y años, sumado al apuro de las agujas del relog, por acà siempre de prisa. Ayer era enero, hoy navidad en un abrir y cerrar de ojos. Se fue consumiendo el tiempo y con este se fueron espaciando, alejando los paseos que eran habituales. Aquella saludable y hermosa mujer tambièn fue consumida por el caprichoso tiempo y los males de la vida. Enfermò gravemente y su dia a dia se convirtio en una resta, todo era menos. Siempre menos, menos salud, menos juventud, menos energia para sus amadas caminatas, hasta menos visiòn para admirar el ancho mar que tanto admiraba.

Ahora, mi paisaje sufriò una mutaciòn, se transformò de la noche a la mañana. Pero, no crean todavìa desde mi ventana se asoma un mar en calma, otras veces bravìo como un dragòn medieval, el mismo sol con la intensidad a rabiar a la que nos tiene acostumbrados, otras acalorados. A la distancia se siguen divisando unas pequeñas, y otras grandes embarcaciones. Siguen los pescadores en sus duras faenas, zarpan antes del amanecer, sus embarcaciones las divisas, distingues porque llevan pequeñas luces en la proa, parecen unas lucièrnagas surfeando las olas. La brisa marina se cuela, entra en esta habitaciòn como la dueña y señora de la misma, nunca pide permiso. Haciendo temblar las cortinas blanco perla que no le oponen ninguna resistencia. Y, la LUZ…¡oh! la luz ilumina hasta el ùltimo rincòn de este singular lugar donde habitamos ella y yo. En este espacio rodeado de colores blancos en su cama, en su lecho de enferma su rostro se llena de luz, vive. Cobra una inusual vitalidad, La luz venciendo la oscuridad, a la muerte. Este es el otro PAISAJE ( el que mutò) donde habito yo; ese mar lleno de vida y, sin embargo ella en sus ùltimos suspiros. Tratando de alargar sus dias, me convierto desde un «mèdico brujo», hasta una cuerda, en el centro de gravedad que la ata a la tierra. Yo, este pequeño ser la que le da fuerzas para no marcharse, deshago sus maletas cada vez que intenta dejarme. Soy, el aire que respira en este paisaje donde habitamos solamente ella y yo. Y. ademàs en este lugar donde vivimos siempre es hoy, el mañana no existe lo borramos impùdicamente, sin compasiòn. El presente lo que tiene valor, eso que no tiene poder de cambio. Y, no busquen explicaciòn, razòn.

Y, ¿ què podemos hacer por esta impenitente caminante? ¿còmo ayudarle? ¿ còmo aliviar sus penas? ¿ còmo quitar su dolor? las respuestas pueden ser simples: tratar de hacer sus dias màs nobles, llevaderos. Que los mismos no le pesen tanto. Ayudarle a llevar su pesada cruz, que pesa toneladas por todos los males que ha acumulado en su largo camino, y pesan y pesan. Y es este AMOR el que  los va aliviando, les va quitando peso. Le hace guiños, le sonrie, le canta, adormece su dolor. Es la anestesia a esa cirugìa a sangre fria que sufre en carne viva en esta vida

A veces un pensamiento pasa raùdo, veloz por la mente, golpea, martilla incesantemente ¿ por què no dejarnos llevar por la olas del mar? o tal vez! tomar una barco que llegarà a un puerto final el mar del olvido. Solamente, dejarnos llevar, sin oponer resistencia alguna. Dejar que nos lleve la corriente, la fuerza del agua hacia un destino desconocido. Es que a veces el cansancio pesa, te inmoviliza y, solamente quieres cerrar los ojos y dejarte caer en los brazos de Morfeo para siempre y no regresar de alli jamàs.

Y cuando ella ya no estè este paisaje desaparecerà y se convertirà en agua y sal, regresarà de nuevo al mar. Un paisaje que se va a quedar en mi mente, lo atesorarè en el buzòn de mi corazòn por siempre. Si, el azul del mar, el sol incandescente, la brisa marina y la sempiterna caminante, porque ella vendrà transformada a dar sus paseos habituales, a hacer sus recorridos matinales.

Y cuando llegue la hora del adios, la despedida definitiva, el ùltimo beso, el ùltimo abrazo, la ùltima mirada complice. En ese mismo lugar estaràn las copas de vino para consolarme. Y, dolerà la despedida màs que una daga en un corazòn sangrante. La esperanza es que este herida sanarà con el tiempo. El relog un gran sanador, mitigador del dolor . Entre ella y yo existìa un còdigo de silencio, no hacian falta palabras, sonidos o gestos para comunicarnos, bastaba una mirada para descifrarnos…y, es en este mismo lugar en el que nos reencontraremos, una vez que la muerte llegue a visitarte y venga a arrancarte de este PAISAJE.

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