Profundidad es vinculo del cerebro, mar del encadenamiento. Encontramos el bloqueo y la llave, la cual no usamos por parálisis y falta de sueño. Es donde existen las soluciones más solidas para el crecimiento, y también las limitantes para la estupidez humana. Tan fácil que parece elegir y tan complejo que es actuar. Nos quejamos de la vida y no hacemos caso a nuestro espejo. A fin de cuentas, estamos predispuestos a encaminarnos a las piedras del camino.
Sin sufrimiento no cuenta el episodio, no tiene «chiste», dirían algunos. Con la pausa, se almacenan decenas de fantasmas, bombas y cenizas. Limpiar en corto plazo no garantiza lo impecable para el día a día. Es irónica la contradicción personal con la tendencia grupal. Somos producto del que dirán entre el cuarto y la escalera, la puerta y la avenida. Salimos pero no caminamos, nos escondemos y nos olvidamos.
Llega el «bajón» semanal, y la vida se reinicia. Nos proponemos jalar el mar cerebral, pero no pasa. La mea culpa y responsabilidad nos exigen cuentas. Seguimos en deuda y abonamos al mínimo. No queda más que sacrificar el tiempo actual por el tiempo regalado a la insolencia del antidestino. Dios nos ve con lupa y manda alas en el andar. Un consejo nos da y nos volvemos a levantar. La jornada tiene otra vibra y nosotros nuevamente estamos dispuestos a encontrarnos con nuestro llamado a la vida y al amor.
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