Hoy osas venir a la puerta de mi corazón, cómo si tuvieras el derecho y la potestad de entrar cuando te plazca y aunque al único que engaño es a mi mismo al pensar que no he sido yo el que te dado el permiso de seguir viviendo en mi corazón.
Claro, te he amado, pero ese amor que tenía por ti se ha derramado, cómo la hiel. Y doy gracias a Dios por permitirme ser el propio verdugo de ese sentimiento que se había mantenido atrincherado entre mi recuerdos y corazón.
Y ahora, no queda más que reír, porque las lágrimas qué alguna vez estuvieron reservadas para ti, ya no lo están, las gaste todas tras tu partida y no pienso pedir más prestamos a la tristeza, mi fiel amiga y compañera qué se dio cuenta que porque te amaba, quedé desahuciado una vez más y es por eso, precisamente por qué te amaba, qué nuevamente la tristeza se apiado de mi y me regalo las últimas lagrimas qué le quedaban en ese momento, solo para revivir tú recuerdo.
Lagrimas qué decidí guardar, ya que ya no valía la pena malgastarlas, pues ya estaba harto de darte todo de mi, y qué tú, única persona a la que le había abierto un espacio frente al horizonte de mi corazón, lo había rechazado sólo para ir a la eterna noche del corazón de aquel que no te amaba como yo lo hacía. Por eso, finalmente haz vuelto, pero te haz encontrado con otro, otro que ya no te ama.
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