Cenicero

Trate de buscar una descripción análoga para la sensación del estado de mi garganta. Pero no la encontré, aunque sabía concretamente lo que sentía. Por esa misma razón comprendí que no valía la pena buscarle poesía a mi garganta dolorida y carrasposa.
Quise levantarme de golpe de la cama, en ese mismo momento un esquimal me clavó un arponazo en el hemisferio izquierdo de mi cien. «La puta madre» dije para mis adentros, es que tenía miedo de levantar la voz y que un nuevo arpón se clavara sobre mi cabeza.
Claro que no era la primera vez que me sentía muerto en vida, con la boca seca y con la sensación de que ningún glaciar en vías de extinción seria capas de calmar mi sed. Pero ahora se sumaba algo nuevo, la sensación de estar perdiendo la juventud, la sensación de ya no estar para dichos trotes. Eso era algo triste y hasta caprichosamente injusto; sin dudas la perdida de la juventud es cruel. No poder soportar las resacas con altura, con la sensación y las sospechas de que dentro de algunos años podríamos llegar a convertirnos en unos adictos etílicos y, con el correr de los años en unos viejos de mierdas y alcohólicos.
Ni siquiera me lave la cara, me senté en el sillón del comedor y prendí un cigarrillo. No recordaba si la noche anterior había salido o me había emborrachado en mi casa con amigos o, completamente solo. De golpe divise un bulto extraño tirado en el suelo, se encontraba detrás de la mesa, lo que me complicaba un poco la visión. Me levanté y me dirigí al lugar del bulto y mis sospechas se concretaron. El cuerpo de una chica estaba tirado en el suelo con la cabeza y rostro ensangrentado. Hice fuerza para recordar a la chica y finalmente lo conseguí, aquella mujer había estado en mi casa la noche anterior compartiendo una reunión de amigos que ahora se me venía a la mente. Seguramente aquella chica era una prostituta, aunque no lo tenía muy en claro. También podía ser la amiga o una simple conocida de algunos de mis amigos. Lo que si tenía en claro era que yo no la conocía.
Sobre el pecho de la chica había una nota escrita, la tome y la leí.

Nosotros no matamos a la chica, ella sola se resbalo mientras bailaba arriba de la mesa, y se rompió la cabeza. Perdón pero nos asustamos, vos ya te habías ido a dormir y no te quisimos despertar, así que nos fuimos. Espero que no tengas problemas para solucionar lo de la chica.

¡Estos hijos de puta me habían dejado un cadáver en mi casa y esperaban que no tuviera problemas! Siempre había tenido la sensación de no elegir bien a mis amigos y, ahora lo confirmaba. Sin duda estaba viejo para todo esto, y mucho más para ir a la cárcel.
No sabía qué carajo hacer con esa chica muerta en mi casa y, aparte la resaca que traía encima amenazaba con matarme a mí.
Encendí otro cigarrillo, camine de un lado a otro por ese gran cenicero que era mi casa.
Primero trate de recordar quienes eran las personas que habían estado en mi casa la noche anterior. Cuando logre hacerlo trate de ubicarlos por teléfono. Pero nadie atendió mi llamada. ¿Cómo dejaron un cadáver en mi casa y no fueron capaces de despertarme? El ser humano nunca perderá su capacidad de asombro, mucho menos el miedo y la maldad.
¿Cuál era la mejor forma de desaparecer un cadáver?, sin dudas yo no lo sabía.
Pensé cortarla en pedacitos dentro de la bañera para que se desangrara lo suficiente, luego la metería en bolsas de consorcio, las pondría en el baúl del auto y la llevaría a tirar a algún basural de cielo abierto que abundan en el gran Buenos Aires. ¡Sí!, era lo que estaba pensando hacer, y no podía creerlo.
Arrastre el cuerpo hasta el baño, desnude a la chica, pensaba quemar su ropa. Luego la introduje dentro de la bañera y abrí las canillas.
Fui a la cocina por un cuchillo, agarre el más grande y filoso que tenía. Luego pensé que parte del cuerpo sería la primera que debería cortar, entonces entendí que jamás podría destazar un cuerpo con un cuchillo de asador. Mínimamente necesitaría una amoladora. Me sentí frustrado nuevamente. Lave el rostro ensangrentado de la chica y pensé que tendría que envolverla en una frazada, cargarla en el auto y tirar el cuerpo entero en un basurero. ¿Por qué no se me había ocurrido eso primero? Seguía sin poder creer que aquellas fueran mis opciones, y no enfrentar el asunto ante las autoridades.
Cuando me disponía sacar el cuerpo de dentro de la bañera, el mismo se levantó de un salto. Yo fui a dar hacia atrás golpeándome la cabeza con el inodoro, envuelto en un pánico absurdo.
La chica se encontraba confundida, yo aún más. Pero no tardo demasiado en darse cuenta donde estaba.
«¿Porque estoy desnuda en la bañera?»- Pregunto -«¿Dónde está mi ropa?, mi turno ya termino, deberán pagarme doble». ¿Acaso me drogaron y me violaron?, hijos de putas, van a ir todos presos. Yo solo vine a bailar para ustedes, no a ser abusada por una manga de sádicos degenerados.

Me costó explicarle a la chica que nada de aquello había sucedido, le mostré la nota que habían dejado, su rostro se retorció como recordando algo. Le pedí que se tranquilizara, le pague el doble y le llame un taxi para que se fuera.
¿Cómo no se me había ocurrido tomarle el pulso a la chica?, la sangre y el cuerpo en el suelo me habían dado la pauta irrefutable de que estaba muerta. ¿Cuántas horas había estado desmayada?

Cuando la chica se marchó, me acosté en el sofá dejando que los últimos hilos de tensión desaparecieran de mi cuerpo. Me dormí pensando que mi boca sabía a cenicero y, que ya no me encontraba en forma para ciertos trotes, que mis amigos que ya habían dejado de serlo, eran unos cagones y unos hijos de puta. Al igual que lo era yo.

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