vivencias de un loco

vivencias de un loco

Wilson Torres

11/06/2023

Muchas veces me pregunte: ¿Como seria mi vida si no

hubiera pasado por donde pase? ¿Que seria de mí?, quizás

un buen padre, amoroso esposo, de seguro que estuviera en

otro estilo de vida. Pero eso es solo suposiciones, ya que

vivo en una realidad, aunque en otro tiempo no tenia

realidad.

Muchas veces el hombre no acepta sus propias realidades y

entra en una fantasía que lo lleva a sufrir y someter su vida

en un espiral, conduciéndolo poco a poco a una

destrucción. En mi caso la programación me llevó a creer

una fantasía que me mantuvo atado por un periodo de

muchos años a una mente reprobada.

No

podemos exigir que nuestro desarrollo como personas

hubiera sido de acuerdo al plan de Dios, cuando todas

nuestras generaciones han sido afectadas por tanta malicia

y disfunción, no solo a nivel familiar sino también a nivel

de la sociedad como tal: familias disfuncionales forman una

sociedad disfuncional.

Definitivamente, todos hemos estado bombardeados por

conceptos distorsionados y mala información que nos

llevan a expresar conductas derivadas de una sociedad

disfuncional enferma.

No pretendo que vean este escrito como un drama, sino

más bien como una historia de alguien que siendo

homosexual, Dios lo amo siendo así y lo llevo en un

proceso de transformación que cambiaría, no solo su propia

vida, sino la de muchos.

Wilson Torres fue un niño que nació con una diferencia a

muchos niños, el nació con una marca que a su tiempo

entendería. Aunque no seria fácil para él, ya que no tendría

la culpa de la vida que habría de tener.

Una etapa de mi vida crecí en un hospital, ya que me

habían diagnosticado con una condición llamada

Meningitis, por causa de ese tipo de condición estuve

alrededor de 6 años en hospitales. No fue fácil para mis

padres, ya que yo era el menor de 4 hermanos, el tener que

estar pendiente de mis dos hermanas mayores y mi otro

hermano, reconozco que no era una tarea fácil. Le doy

gracias a Dios por permitirme tener unos padres como los

que tengo, ya que en sus limitaciones económicas pudieron

sobrellevar las situaciones que vendrían, son unos padres

especiales.

En el transcurso del tiempo, me dieron de alta, fue cuando

comencé a estar más tiempo en mi casa. Recuerdo el barrio

donde vivía, Dulces Labios en Mayagüez, Puerto Rico,

donde todas las casas eran de madera, y escuchabas hasta el

televisor del vecino no sé si era por que tenia problema de

audición o por lo pegadas que eran las casas. ¡Sin olvidar

las mascotas que nos visitaban de noche, las famosas

cucarachas, era divertido correr de ellas gritando como un

loco cuando volaban hacia ti!

Recuerdo la casa, frente a ella mi papá tenia un taller de

rejas, donde mi mamá y el trabajaban los tiempo libres, ya

que mi papá trabajaba en una fabrica no muy lejos de la

casa, frente al taller teníamos un gran árbol de mango

fruto nativo de mi pueblo. En ocasiones mi hermano y yo

ayudábamos a mi papa con las rejas, aunque a él no le

gustaba mucho por causa de que no fuéramos lastimados.

En ocasiones mi mamá pasaba parte de su tiempo con sus

amigas, cuando papi estaba en el trabajo, en esas ocasiones

nos quedábamos con Tamara, mi hermana mayor, que nos

cuidaba junto con Beba, mi otra hermana.

Mi madre padecía de una condición llamada Lupus, ella fue

diagnosticada cuando estaba en cinta de mí. En esa etapa,

mi mamá se complicó perdiendo todo el cabello y toda

fuerza para atendernos.

Por eso tomaron la decisión de enviarnos a casa de mis

abuelos por parte de mi papá, donde estaríamos mejores.

Esa decisión para ellos parecía ser la mejor, pero para mi

no lo era, ya que eso conllevaba a separarme de mi mama

sin saber si la volvería a ver de nuevo. Recuerdo ese

momento donde un familiar nos vino a recoger, fue

doloroso para mí el tener que separarme de mis padres, no

era fácil y menos para un niño de casi 7 años.

Mis abuelos vivían en una distancia de casi media hora,

donde para mi pequeña mente se veía un camino eterno.

Era una casa bien grande llena de muchas plantas, perros,

era como un pequeño campo separado del pueblo, que

recuerdos, dormíamos en uno de los cuartos que daba para

la marquesina, donde se podía sentir el rocío de la mañana,

incluso ver en ocasiones a mi abuelo parado mirando la

finca ya que mucha de las ventanas eran solo rejas y tela

para evitar que entraran los mosquitos. Tenia una tía que

vivía al lado, tenia una casa de dos cuartos y en un

apartamento, cerca de la marquesina, vivía mi tío.

Todo era una rutina en esa casa: en la mañana temprano a

desayunar, luego a saludar a abuelo en su gran sillón color

marrón y a Topo, el perro que dormía al lado de él, luego a

hacer los quehaceres de la casa, bañar los perros, buscar los

frutos en el patio, darle de comer a las gallinas, lo normal

en una casa que tenia una granja.

Recuerdo los momento en la finca jugando de escondidas,

mi tío tenia la costumbre de ponernos a mis hermanos y a

mi en la marquesina, y nos tiraba monedas para que

nosotros las cogiéramos, muchas monedas, después de

cogerlas nos dirigíamos a la tienda a gastarlo en dulces,

como era un hombre solo, todo lo que recibía lo guardaba,

incluso las monedas.

Los domingo era la Iglesia, nos levantaban temprano para

prepararnos con las pequeñas guayaberitas y los zapatitos

de charol negros, reconozco no me gustaba, y la famosa

brillantina (una especie de crema aceitosa en el pelo que te

lo dejaba brilloso) y cuando jugaba todo ese aceite

terminaba en todo mi cuello y cara.

Llegábamos a la Iglesia Presbiteriana donde todo eran

bancas duras por todos lados, nada más de pensarlo

recuerdo la sensación de estar horas sentado escuchando al

pastor, mientas mi pequeña cabeza decaía por el sueño.

Comenzaba el servicio con un pequeño devocional que

duraba alrededor de media hora y luego la escuela bíblica

donde quedaba en el sótano de la iglesia. Después de la

escuela bíblica comenzaba un tiempo de receso donde

todos se acomodaban para la prédica.

Luego al salir nos teníamos que despedir de media

congregación y luego a la casa, donde comíamos bacalao

con viandas mmm!! Nada mas de recordarlo lo disfruto, las

viandas directamente del patio de la casa. Recuerdo a

Abuelo, sentado en su gran sillón marón.

Donde en ocasiones lo molestábamos poniéndole pulgas en

la cabeza, nunca de dio cuenta, el disfrutaba nuestra

compañía aunque se comportaba como un hombre serio,

dedicaba la mayor parte del tiempo en la lectura de la

Palabra, y en ocasiones nos enseñaba a jugar dominos

después de la iglesia.

Algunos domingos, íbamos a la Iglesia de mi tío que

quedaba cerca de la casa. Recuerdo en varias ocasiones

tocar la batería, tenia muchos amigos en esa Iglesia y

participé en muchas actividades navideñas, recuerdo a mi

hermano vestido de vaquero porque era representación de

las naciones, yo de ovejita, representando una de las que

estaba en el pesebre.

Dice la palabra: «Instruye al niño en su camino, Y aun

cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22-6).

Pensarán ustedes, como lectores, “no veo nada fuera de lo

normal en este niño” pero ese niño ya en su interior había

vivido mucho más que los niños de su edad, su inocencia la

perdió durante una edad muy prematura. El niño ya había

sido abusado y nadie sabía nada, ni aun sus hermanos. Dios

era el único testigo de lo que le estaba ocurriendo a ese

niño.

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