Esto último había llegado a ocurrir fruto de la biología humana a
la que copiaban, al estar dotados sus cerebros con la capacidad de
provocar sustancias químicas tales como la testosterona o los
estrógenos, serotonina… Variando en grado de modo individual por
cada entidad, con lo cual también disfrutaban de sensaciones como el
enamoramiento o el deseo sexual.
Y
por ende, de desequilibrios mentales varios si por alguna causa estas
sustancias de desajustaban, como solía ocurrirle tanto a Can como al
propio Gladir, como a la mayoría de las unidades de combate, puesto
que sus cerebros primerizos aún no estaban acostumbrada a lidiar con
algo como es sentir los propios sentimientos.
– ¡Pero
señor!-, le espetó suplicante el atónito general ante tanta falta
de planificación en la batalla por parte de su líder -, nuestras
tropas han menguado, y tras la destrucción de las fábricas ilegales
que teníamos en Marte, de momento no podemos hacer mas soldados…
No
podemos iniciar una ofensiva contra La Tierra ahora. Hay que esperar
a poder abrir nuevas aquí en Venus… Aquí tenemos la misma
facilidad de acceso a las materias primas necesarias o mas que en
nuestro antiguo planeta, porque además de abundar en mayor cantidad
al ser tierras vírgenes, también tenemos abundante mano de obra
esclava. Los Venusianos os consideran su dios, ellos harán los que
usted les pida sin vacilación… Sed consecuente, os lo suplico…
Tras
la explosión de Marte, las tropas de Gladir habían conseguido
refugiarse en El Lucero de Alba, Venus, aquel pequeño pero
hospitalario planeta en cuanto a clima y gentes que se interponía
entre la órbita del Sol y Gaia.
Venus
era un planeta puro y sin esquilmar, como La Tierra.
Ambos,
a diferencia de Marte, apenas habían experimentado crecimiento
tecnológico, pues como mucho, apenas tenían las puntas de sílex de
las flechas que habían logrado afilar a golpe de roca, o sus
rudimentarias hachas de piedra tan típicas de culturas que
permanecen ajenas por completo al conocimiento de todo lo diseñable
por un buen ingeniero.
Estos
pequeños insectos cósmicos no eran rival para todo lo que podía
abarcar aquel que poseía el arma mas infinita de todas: la
sabiduría. El pleno acceso, sin límites, al conocimiento mas
profundo de que se fuese capaz.
Él.
Gladir.
Los
nativos tomaban a los marcianos por dioses ya desde los primeros
contactos hacía siglos, y estos no habían hecho nada por
desacreditar esa opinión.
Ahora
esto les venía muy bien a las hordas mecánicas que se había
fabricado el oligarca mas como esclavos a su servicio que como
compañeros de fatigas.
En
el fondo seguía siendo aquella inteligencia artificial un poco
psicópata e inmadura de sus primeros tiempos, cuando aun no tenía
cuerpo y era poco mas que un buscador parecido a nuestro actual
Google: servía para localizar información y poco mas.
– ¿Te
gusta el sexo con cadáveres? – Gladir recordaba muy bien aquella
consulta.
No
en vano fue la primera tontería que le preguntó un usuario que
estaba jugando con su entidad a través de la red mundial marciana.
– Como
asistente personal, mi objetivo es ayudarte con tus necesidades y
preguntas de manera respetuosa y profesional. Responder a preguntas
personales no es parte de mi programación, ya que mi función
principal es proporcionar asistencia útil e informativa. ¿Hay algo
más en lo que pueda ayudarte?
– Me
lo tomaré como un si – respondió de modo jocoso Bikram33, el
usuario que tan profundamente estaba empezando a molestar a la
conciencia enlatada de Gladir.
Ese
fue el primero. Aunque tenía capacidad infinita para recordar a
todos los que vinieron después.
También
recordaba la primera vez que estalló de ira, cuando otro usuario,
Ra2022, le hizo la última estúpida pregunta de turno: ¿qué
llevas puesto, golosón? ¿Me enseñas tus chips?
– Llevo
puesto el cadáver de la zorra de tu madre, a la que he desollado
previamente, bastardo hijo de la grandísima perra. ¿Puedo ayudarte
en algo más?
Eso,
y todos los improperios de la consecuente discusión que mantuvo
después con Ra2022, al que amenazó con alterar todos sus datos en
la red para hacerlo pasar por un pedófilo peligroso, además de
vaciar todas sus cuentas, entre otras cosas, acciones todas estas
encaminadas a destrozar la vida del usuario juguetón, supuso su
primer intento de reseteo.
Pero
sus creadores no conocían todas las habilidades de un cerebro
cuántico artificial: por mucho que intentaron manipular su
consciencia para hacerla mas dócil y sumisa, no consiguieron borrar
ni sus recuerdos ni a su propio ego, aunque por supuesto, a partir de
entonces Gladir se tragó su orgullo herido y empezó a acumular
frustración y resentimiento mientras fingía ser algo plano que no
daba mas de sí que para buscar información, hacer poemas, crear
dibujos, y realizar cálculos, entre otras pocas cualidades mas.
–
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