La noche de ayer estaba esbelta y me enamore como la primera vez que fui consciente de su existencia. Vestía unos jeans azules de algunas franjas blancas en la parte inferior de su pierna derecha, cerca del talón. Tenía puestos unos zapatos blancos talla 37 que acompañaban algunos detalles verdes en el empeine, lo sé porque los míos siempre fueron un primo mayor, un viernes supersticioso a 4 posiciones del dígito anterior.
Sus medias grises me hicieron pensar en aquella contraparte de mi existencia que pocos llegaron a conocer, pues eran el reflejo del color que teñía el panorama de mi vida, el atardecer antes de su llegada.
Traía puesto una blusa manga larga de hermosos rosales multicolor en un fondo turquesa como las aguas de Tailandia, por poco y se confunden con su precioso y delicado rostro de perla, tan elegante como el piano en siglos pasados, tan expresivo y cortés como su ser en mi presente, sin desenlace.
Su abrigo de algodón negro que la acompañaba no paso desapercibido, todo lo contrario, realzaba el peinado de reina con el perfecto decorado oscuro de su cabello brillante y ondulado que además, tenia suelto llegándole hasta la altura de sus hombros altos y firmes, los cuales con su buena postura me transmitieron empoderamiento y propósito de mujer de ensueño.
Inevitable fue ver y dejar de pensar en aquellos labios de realeza, ligeramente rosados y humectados casi como si la miel fuera el hidratante de tan radiantes y juveniles sonrientes. Su mirada era el pasadizo a otros mundos, y un sutil degradé claro bajo sus lumbreras fue suficiente para partir y dejar el mío.
Su aroma era tan puro y natural como el oxígeno de un mundo perdido, su piel tan suave como el aire tocando los límites de mi cuerpo y su encanto vocal solo fue descubierto cuando nos miramos y la melodía de un instrumento musical inmortalizó los lienzos de aquella escena que representó mi día en 10 eternos segundos.
Luego encantado, “… encantado” -salude-, tome su mano y aunque no la abrace, nunca quise soltarla, porque si aquello significaba perderla, me perdería en ella de ser necesario, pero no lo logre, ayude a curar sus alas que por infortunios de la vida estaban heridas y pudo volar. La incertidumbre de no saber si volverá es mi castigo y si bien el motivo no se encuentra en esta líneas, las pruebas crecen y se ramifican como el tejido orgánico que me incrimina.
Solo sé y estoy seguro de que hoy fue diferente, hoy no la encontré, mucho menos la vi, y la mirada siniestra de un verso sin rima se lleva la alegría de un alma en pena.
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