La leyenda sobre una de las más longevas y grandes monarcas de la historia, hija de la reina Seleniana Elatha Dayanne Melione de Satelliet-Glorieuze “Elione” (Recordada como “La Luna”) y el rey Heliniano Helios Ausel Aelius de Stella-Fulgore “Heliusel” (Recordado como “El Sol”) se abre entre paso entre otras leyendas y mitos antiguos.
Capítulo 1: Miedo.
“Entonces ella vio como sus más grandes miedos se cumplían en una terrible realidad, finalmente estaba sola”.
Anhelaba el cálido sentir de un abrazo, a la hermanad que tuvo alguna vez, su alma entrelazada con otras, era una tristeza agobiada, una esperanza quebrada.
Su mente soñadora despierta la cruda realidad de la soledad a través del recuerdo de las vivencias que atravesó con sus hermanas estelares. Selene simplemente no podía parar de recordar el brillo que estas provocaban, capaz de iluminar hasta los más lejanos cuerpos celestes. Atormentada en augurios se consuela prometiéndose a si misma salvar al reino y honrar el reciente fallecimiento de su familia.
Se dijo a si misma que no era tiempo de llorar, era tiempo de retomar, agarro los anillos de sus hermanas, el broche de su madre y se marchó, no sin antes pasar por sus tumbas a prometerles directamente que sus deambulantes espíritus descansarían en tranquilidad.
Tomo el arco y flechas de su padre, la daga de su madre y se vio ante ella un colapso, un golpe de realidad, y el espíritu conquistador de sus padres.
Reunió a las fuerzas armadas del reino, se proclamó ante los ojos la nueva soberana y reina de los selsticianos con el nombre de “Solsticine I”. Hizo oficial la junta de los reinos por matrimonio de sus padres, marcando paso oficial a un próspero y único reino, e incluso, más adelante, un futuro imperio.
Preguntaba, divagaba y analizaba en su pensar: ¿Qué eran las oscuras criaturas? ¿Qué es lo que desean? Alternaba en las posibilidades de si podría ser una señal de alguna deidad marcando decepción, si es que era una maldición de algún enemigo del reino, o si es que simplemente era una aterradora realidad, pues, dudaba de sí misma poder pelear en el arte de la guerra.
Se reunió con los magos y brujos de época, esperando encontrar una respuesta en lo espiritual y mágico, para al final encontrarse solamente con respuestas nulas que la sumergieron en la desesperanza.
Se sumergió en los más grandes mitos, miles de escritos, cientos de papiros y decenas de libros.
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