Según Renato, mi agente, el editor le negaba la publicación de la siguiente reflexión por su carácter justamente de reflexión. Argumentaba que no era un cuento, que no era un relato, que no era ficción, que no concordaba con el resto del libro. En fin, que no era literatura. Así que me vi en la obligación de adaptarlo agregándole un componente sobrenatural.
Digamos que un día venía caminando por una montaña y de la nada se me apareció un anciano barbudo (he aquí el componente sobrenatural, ¿querían literatura fantástica?). No me sorprendió tanto la forma de aparecer como el hecho de que supiera mi nombre. “Hola, Severino”, me dijo el anciano barbudo. “¿Quién es usted, cómo sabe mi nombre y cómo aparece así de la nada?”, le dije al anciano barbudo. “¡Hmm!. La nada, Severino”, dijo el anciano barbudo. Y el anciano barbudo habló así:
“El concepto de la nada cautiva a muchas personas. Los filósofos lo aman, los físicos le temen, solo a alguno que otro hombre de mundo lo tiene sin cuidado. El universo tiene trece mil setecientos millones de años. Trece mil setecientos millones de años en franca expansión. Un increíblemente fluido caldo cósmico formado por polvo estelar y muchas otras cosas que no vemos, que ni siquiera imaginamos. Todo unido por una red de partículas que forma un entretejido sobre el cual cada una de las migajas del universo se apoya. Una especie de éter, el mismo éter que se descartó hace cientos de años por “místico”. ¿Por qué digo fluido cuando todo lo que nos rodea es tan denso, tan contundente? Porque la materia visible representa no más de un cinco por ciento de todo lo que hay en el universo. Algo, por más pequeño que sea, es algo. No se puede ser algo y nada a la vez. No se puede ser y no ser. Esta es la paradoja que nos plantea la física cuántica. No aceptamos ambas cosas, es una o la otra. Nuestra mente está diseñada para reconocer las dualidades, las dicotomías, pero nunca la convivencia de esos dos estados en un mismo instante. ¡¿Puede alguien decirnos de una vez si el gato de Schrödinger vive o no?!”
“La idea probabilística (¿y probabilista?) que emerge de las distintas teorías de la mecánica cuántica es altamente contra intuitiva por esa misma razón. ¿Cómo puede una partícula estar en más de un lugar a la vez? Es más, ¿cómo puede una partícula estar en más de un lugar a la vez si ni siquiera somos capaces de determinar la posición exacta de esa partícula?”
“Hablando de ideas contra intuitivas: la nada. No deseo abundar demasiado en este aspecto. No tengo nada -si me permiten la redundancia- que agregar a lo que ya ha sido dicho a lo largo de la historia. Nietzsche, Heidegger, Sartre, Kant, Hegel, Bergson, Parménides, Platón, Aristóteles y muchos otros se han encargado de darle vueltas y más vueltas al asunto. Leyendo a todos y cada uno de ellos se llega a una conclusión: el concepto de la nada no cabe en nuestras humanas mentes. Ni siquiera en el vacío hay nada. En el vacío hay algo, hay partículas y antipartículas virtuales que se crean y se destruyen continuamente. Los físicos han arruinado la única cosa parecida a la nada que podíamos llegar a concebir.”
“De todos modos destaquemos la premisa del nihilismo: es preferible creer en la nada antes que no creer en nada. Creamos en la nada, creemos desde la nada, allanemos el camino y renazcamos como un superhombre. Dios está muerto, y con él han desaparecido los valores y la vieja moral. Seamos esa ave fénix que renace de las cenizas, de los escombros de nuestra cultura en ruinas. Descreamos para volver a creer. A creer y a crecer. Aprendamos de Kierkegaard y de Schopenhauer. Usemos la angustia y el pesimismo como bastones para volver a andar.”
“Que la nada sea nada para transformarse en todo.”
Así habló Zaratustra, que así dijo que se llamaba el anciano barbudo. Y sin más, desapareció como había aparecido: de la nada.
OPINIONES Y COMENTARIOS