En un universo paralelo, donde el amor y el destino convergen en una danza mágica, se despliega la historia de un amor prohibido.
Erase una vez, en un pequeño pueblo perdido entre colinas, un hombre cuyo corazón ardía de pasión por una mujer de ojos brillantes. Él, el demandante de su amor, se llamaba Gabriel. Ella, la acusada de cautivar su alma, respondía al nombre de Isabella.
Los días pasaron y Gabriel, desbordante de razones y argumentos, decidió tomar acción. Buscó al abogado de la razón, un sabio anciano llamado Avenencia, conocido por su destreza en los asuntos del corazón. Juntos, trazaron una estrategia para ganar el caso del amor.
Mientras tanto, en la oscuridad de la tristeza, Isabella se encontró presa del abogado del olvido, un ser enigmático y sombrío llamado Hastío. Este le susurraba palabras de duda y confusión, intentando convencerla de que rompiera los lazos que la unían a Gabriel. El Hastío alimentó su temor y sufrimiento, sembrando la semilla de la separación en su corazón.
Llegó el día del juicio celestial, donde el juez presidiría el destino de este amor enredado. Ante su divina presencia, Gabriel e Isabella se enfrentaron, cada uno representado por su abogado. La sala se llenó de tensión y expectativa.
El jurado estaba conformado por la majestuosa Puesta de Sol, cuyos colores cálidos irradiaban esperanza; La Luna, con su brillo plateado, testigo silencioso de los encuentros clandestinos; El Océano, con su imponente grandeza, guardián de los secretos profundos; y Las Estrellas, destellos de luz que observaban desde lo alto.
El abogado de la razón expuso los sentimientos puros y sinceros de Gabriel hacia Isabella. Argumentó que su amor era verdadero y que merecían una oportunidad para ser felices juntos. Cada palabra resonaba en el tribunal tocando los corazones del jurado.
Sin embargo, el abogado del olvido tomó la palabra y tejió una red de dudas y desesperanza. Habló de los miedos de Isabella y cómo el olvido pudo protegerla de sufrir. Sus palabras eran sombras que amenazaban con oscurecer el amor que una vez floreció.
El juez de la equidad, con su sabiduría infinita, escuchó atentamente los argumentos de ambos abogados y descubrió las reacciones del jurado. Las Estrellas titilaban en señal de intriga, La Luna brillaba con suavidad, El Océano rugía con fuerza y La Puesta de Sol se tornaba aún más intensa.
Finalmente, el juez pronunció su veredicto. Su voz resonó en el tribunal, llenando los corazones de Gabriel e Isabella de esperanza y temor. El amor verdadero no puede ser sofocado por el olvido, dictaminó. El destino de ambos estaba entrelazado y su unión debía ser permitida.
La sala se llenó de alegría y júbilo, mientras Gabriel e Isabella se abrazaban emocionados. El veredicto del juez había liberado su amor de las cadenas del olvido.
La Puesta de Sol desplegó sus tonos dorados, irradiando un cálido resplandor sobre los amantes. La Luna se alzó en el firmamento, reflejando la felicidad en sus rostros. El Océano rugió con un eco de triunfo, celebrando la victoria del amor.
Las Estrellas brillaron con un brillo especial, como si estuvieran guiñando el ojo y otorgando su bendición a este romance destinado a perdurar. El jurado celestial, testigo de la pasión y la fuerza de su vínculo, mostró su aprobación en cada destello luminoso.
Gabriel e Isabella se tomaron de la mano y caminaron juntos hacia un futuro lleno de promesas. Sabían que su amor había sido puesto a prueba, pero habían superado todos los obstáculos en su camino.
El abogado de la razón, Avenencia, sonrió satisfecho, sabiendo que había cumplido su deber de defender el amor y la verdad. El abogado del olvido, el Hastío, se desvaneció en la oscuridad, derrotado por el poder indomable del amor.
Desde aquel día en adelante, Gabriel e Isabella vivieron su historia de amor con intensidad y valentía. Sabían que su unión era un regalo divino y que, juntos, podrían superar cualquier adversidad.
Y así, en medio de un universo lleno de estrellas y un amor que trascendía las fronteras del tiempo y el espacio, caminaron juntos hacia un destino compartido, creando una historia de amor victorioso y eterno.
RICARDO ISMAEL
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