Señora Bordiel

Señora Bordiel

alejandro

24/05/2023

Señora Bordiel

En una comunidad del Sur de la Patagonia argentina se llevan a cabo practicas poco ortodoxas, y se tiene allí leyes de las más extrañas. No se trata de un culto, ni de una religión antigua practicada por los milenarios pueblos, es más bien una forma alternativa de vida. Estas tierras son independientes. No se moleste en buscar, esto no aparece en las enciclopedias. Aunque como era de esperarse, si aparecen en los cancioneros budistas.

Era una mañana del 27 de junio de 2004 cuando la señora Bordiel, mientras veía cantar a los pájaros (un canto tan hermoso que trascendía el sentido auditivo y lograba lo imposible… ser visto por los dignos), tuvo la profunda necesidad de irse de allí. Estaba ya en sus 77 años y nunca había visitado otro lugar que no sea aquel departamento, en aquel pueblito en la montaña. Inclusive, había nacido allí adentro. A los 4 años salió por primera vez de su cama, a los 11 cruzo el umbral de la habitación denominada dormitorio. Luego, como regalo de 15 años, se le permitió pasar al comedor, ya para los 21 conocía toda la casa. Aunque como bien dicen las leyes no escritas de su comunidad nunca había salido de su vivienda.

Empezó a hacer las maletas cuando cayó la primer gota, la primer gota de la lluvia de los pensamientos, la cual ya había anticipado.

-No puedo hacer esto.

Finalmente dejo todo como estaba y se fue a preparar un mate. Tomo el plato, coloco la yerba, una gota de jugo de multifruta (excepto la fruta prohibida, el pez dorado) y luego tomo un serrucho estilo cuchillo y comió. Luego de tomar un par de mates, se decidió a abandonar la loca idea de irse de su casa. Aunque en el fondo aun anhelaba irse a cantar en libertad como los pájaros, ella era consciente de que si hacia es; su vida, y la vida de la comunidad, correría grave peligro.

Bordiel tenía la tarea de cuidar de lo desconocido, de lo enigmático, de lo fantástico, de lo etcétera.… a una comunidad siempre en peligro. Se sentó en su silla como quien esta realizando una tarea muy ardua en la rama de la ciencia de la discusión con uno mismo. Sus codos apoyados en la parte delantera de sus muslos, las manos colocadas estratégicamente para sostener a la pesada cabeza, la cual debido a que esta gastando todas sus enegias en pensar no puede sostenerse por sí misma. Y lo que nunca puede faltar, el ceño fruncido.

-Si yo “cometiera” el pecado de abrir alguna ranura por la cual podría salir, jamás se me perdonaría, “evidentemente” estoy un gran dilema moral. Traicionar a esta sagrada ley no hablada, no dicha, no pronunciada, no divulgada o… Traicionarme a mi misma. Mas no es de mi conocimiento cual implica mayor castigo, o será que quizás traicionarme sea traicionar lo mas profundo de mi alma donde yace mi comunidad y todo lo que existe con ella.

El alma como siempre que se le habla dio un veredicto, como es costumbre caprichoso y unánime. Sin el más mínimo espacio para la tan olvidada diosa piedad. Lo dicho fue claro.

-……-exclamo un rincón oscuro de la habitación, con una oscuridad abominable. De esas que te generan un vértigo extremo, una dulzura inexistente y un incesante grito de…. -………- No hay más que hablar, el alma como una entidad cósmica sin dudar un segundo en sus verdades, las cuales son más puras que el amor de un pingüino al arrasador frio de aquel sur helado, donde como en todo el mundo, son más heladas las verdades del alma.

Bordiel, en ese momento, y solo en ese momento vio con claridad. Agarro aquella figura de cuatro lados, cuatro vértices e infinitos sentimientos y lo estampo contra la siempre oyente pero nunca hablante pared. Con la delicadeza de una ballena azul abrazando la inmensidad del océano se escuchó, aunque como es obvio solo para los oyentes por los sentimientos más profundos y sustanciales de uno mismo, el mudo sonido de una comunidad siendo corrompida. Nadie podría volver a sentir otra vez el verdadero misterio que es no saber lo que no se sabe, Bordiel con la furia de una hoja se desprendió de la prisión de sus creencias, el helado invierno tapo por completo la crueldad del alma.

En una comunidad del Sur de la Patagonia argentina se escuchaba al nuevo integrante de la orquesta que deleitaba al imponente invierno, que poco a poco fue tapando el agujero para el próximo que se atreviera a pensar en contra de la verdad más sustancial del universo.

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