LA OQUEDAD DE LA MONTAÑA LÓBREGA

LA OQUEDAD DE LA MONTAÑA LÓBREGA

Carlos y Carla son unos mozos jocundos (ellos viven en una almunia); descubren sucesos inusitados en mansalva; por ello, máxime intentan dar un rubicón antes de ingresar a este tipo de parajes. Un día, mientras merodeaban por un vergel, oteaban un extraño vacío en una mañana, es decir, la montaña presentaba una colosal oquedad [se ubicaba adyacente a una urbe]; decidieron yantar un pan con mermelada para eludir el cansancio; por ello, llevaron su pábulo.

Cuando caminaban de ultranza, avizoraban, de forma abismada, el agujero de la montaña; sintieron un repelús durante un corto intervalo, en otras palabras, ahí existía el peligro latente, por ello, intentaron obviar ese filin; Carla dijo: «Debemos consumir nuestro pábulo marras de entrar a ese lugar lóbrego e insólito». —Sí —respondió Carlos—, pero debemos yantar.

Al ingresar a la montaña, avizoraban de refilón el paraje; observaron un nido dentro de la oquedad . No obstante, cuando miraban ese sitio con una linterna cerúlea, la cúspide de la montaña empezó a descender; por ello, comenzaron a correr raudamente y eludiendo la incuria; Carlos vociferó: «¡Debes correr con más ímpetu para salvaguardar tu vida!». —Sí —respondió Carla.

Después de un intervalo, lograron salir de ese caos; por ello, Carlos manifestó: «Necesitamos a priori sobre los parajes sui géneris»; cuando entraron a su hogar de polendas, se durmieron e intentaron no rememorar este acontecimiento.

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