EL CUADRO EN LA PARED

Deambulando en el amplio patio de mis blancas alas, y más allá de un sonido audible, oí una voz, una extraña voz que hacia un llamado.

¡Mira! Dijo con sus labios pálidos de arcilla y cemento, y su vestido de pintura blanca y rojo purpúreo. Un gran vacío en mi corazón anida. Falta hace a mi sangre fría, y a mis sentidos de polvo y arena. Su sombra es fuego para mi alma inmóvil, para mi cuerpo estéril… Y vi, que una lágrima de arcilla y arena cayó sobre el ajado patio. El mismo que tejieron los padres con sus curtidas manos. Baldosas de diversos colores que, al giro interminable de la rueca, dieron forma a un jeroglífico misterioso que señaló sus horas, señaló sus días.

¡Luego, un silencio, que más que silencio, era un grito en mi garganta!

Y este en profunda lamentación vocifero: También sentí dolor. Ese que deja la estela de la muerte que presurosa pasa por el sendero. Angustia que vivifica al compás de los recuerdos.

Con un cuadro entre mis manos, deambule presurosa, retirando el polvo del camino, y divisé con meridiana claridad, el implacable paso del tiempo, sus imperceptibles pisadas y la magia destructora de sus horas. Y al unísono, el baile misterioso de la experiencia que deja huellas en el alma y en el rostro.

Y la mirada se entrabó ipso facto en el lago insondable de la muerte!

*

Huellas, aroma y versos

Sangre en la furia del mar

Luz bajo la sombra

*

Almas heridas

Hojas bajo la lluvia

Besos que mueren.

*

Sangre y arcilla

Polvo y arena


… Y una vez más, yace el cuadro en la pared.

Luz marina Méndez Carrillo/08052023/Derechos de autora reservados.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS