23/04/2023
Llevo dos años sin escribir. Llevo dos años sin inmiscuirme en mis pensamientos, únicamente para hallar la tranquilidad; la vuelta al ejercicio se siente rara. A su vez, siento un pavor semajante al de un conejo rodeado de una jauría que, con ojos tristes ve el fin de su destino. No quiero que el brillo de mis ojos se vuelva a perder en las lejanías de los sueños incompletos. Por ello, tomo una bocanada de aire y me armo de fuerzas para mi epopeya inventada.
Conozco mi situación. Sé que me he vuelto uno de esos monstruos a los cuales les daba mi mayor devoción. Uno de esos que, se mueven por puro instinto en una noche de sábado. Pese a ello, en el fondo, hay algo que llora, algo que me interrumpe y me deja abstraído por varios momentos.
Durante muchos años, he considerado que tenía una maldición, un poder no domable. Hoy, me doy cuenta de varios problemas. Uno de estos, considero, puede ser que se me escurriera entre las manos y dejase manchas no lavables, como alquitrán vertido sobre el pasto verde. Otra posibilidad es que, no se habían pactado las condiciones. Sé que no soy el enemigo, pero me castigo al ostracismo. Sé que no soy un mal, pero, todas las tardes, hago mi propia crucifixión. Por ello, también, sé que lo tengo que confrontar.
Presiento que mi mundo interior es como un mar: cuando te vas introduciendo, sientes un extraño sentimiento que te recorre por todo el cuerpo, algo inexplicable. Observas con júbilo el como frustras los planes de las pequeñas olas de vencer al temible gigante. Poco a poco, lleno de confianza, tu cuerpo se va hundiendo en las aguas saladas. Sin previo aviso, te das cuenta de que solo tienes las órbitas en el exterior. Todo tu cuerpo se haya hundido. Pataleando, intentas tomar bocanadas de aire y te das cuenta, de que la diversión se ha convertido en una fatídica lucha. Lo que en un principio era júbilo, ha terminado como un ejercicio de resistencia ¿Podrás luchar contra el poder de las corrientes enfurecidas o estas corromperán tu espíritu y te dejaras llevar?
El mero hecho de volver a usar su poder, me deja exhausto. Ya no articulo las palabras como antes, ni soy capaz de formar dos frases congruentes. Sin embargo, tras dos años, las sequías han llegado a su fin. Es hora de reconciliarme con mi alter y volver a ser pleno. A causa de ello, las feroces bestias de la oscuridad no han de darme miedo. He de domarlas y volverme su dueño.
JM
29/04/2023
Hará unos días, tuve que hacer un viaje por causa de la universidad. La excusa de este era esclarecer, aunque fuera un poco, el futuro que nos espera. Naturalmente, no lo hizo y por ello, como siempre, acabe en mi nube negra. Sin embargo, este no es el motivo de la escritura.
Cómo el posible lector habrá podido suponer, el viaje se ha de hacer de una forma u otra y en este caso, el medio escogido fue un autobús junto a mis colegas. Dichos viajes, se pueden hacer tediosos y no hay cosa peor que un hombre aburrido. A causa de ese infame aburrimiento que consume, el motor comenzó a carburar y con los ojos fijados en los prados intermitentes, comencé a cuestionar el hilo rojo, el cual hace de unión con los pasajeros.
No voy a mentir, siempre he sido un chaval al que le aburren las interacciones sociales. Llega un momento en el que, por intentar forzar conversaciones indeseadas, me consume el hastío y me enmascaro en pura indiferencia. Esto no significa que odie el conocer nuevos recipientes repletos de metas y sueños. Es más, de vez en cuando me tropiezo con alguno que tiene la capacidad de saciar mi curiosidad. Independientemente de este hecho, las máscaras de cordialidad que portan tienen ornamentas muy poco cuidadas y si eres buen observador, se pueden ver las grietas. Una vez dadas con estas, si uno es habilidoso con la conversación, puede captar el como de manchadas están las frases que conectan y sentimientos como la avaricia y la envidia florecen.
En el circo de hienas con el que convivo, esto es algo común. Raro es no ver a alguien que se junte a otro para ejercer el derecho a su inventada cadena de favores. Obviamente, si uno tiene buenas intenciones, es normal reclamar dicho privilegio. Sin embargo, como podrá haber supuesto el lector, en mi mundo del día a día, esto no es así. Con ojos brillantes, esperan a que la presa moribunda caiga rendida.
En sus frases, se esconden connotaciones negativas, inundadas de a saber qué intención. En sus ojos, se hallan las marcas del desprecio. En sus sonrisas, se muestran las burlas más mundanas. Dicha combinación hace que hasta la persona de apariencia pura, parezca una babosa que se arrastra sin fin.
Quizás, esta es mi realidad creada, al fin al cabo, uno no deja de ser un cúmulo de experiencias. Para otra, probablemente, sea distinta. No obstante, ese hilo rojo para mí no tiene significado alguno. En su día, ya comprobé que este no está hecho de lana y tengo mil y un mecheros para quemar aquellas conexiones que no me interesan. Reconozco que peco de una personalidad volátil, pero sé diferenciar con quien he de quedarme. Muy pocas personas tienen mi compasión.
Aunque mi texto este lleno de navajas, es demasiado gracioso ver su espectáculo. Es como tener una pecera en la esquina de tu cuarto: los pececitos navegan por sus aguas sin darse cuenta de que hay un cristal que les rodea y sirve como freno a sus patéticos intentos de hallar una salida.
JM
06/03/2023
Poco a poco, entre meditaciones que van y vuelven, ante mí se erige la razón de mi aislamiento. No busco piedad, ya que soy el causante de la gran mayoría de las penas que cargo, pero, el dejarlo escrito en un puñado de frases incongruentes, me producen un efecto placebo.
Me he convertido en un animal difícil, más bien complicado de tratar. Siempre aparece algún que otro cuidador, con dejes heroicos, el cual piensa que puede esfumar la desconfianza de sus ojos. Sin embargo, tras varios intentos, considera que no merece la pena, que ha malgastado el tiempo en intentar conseguir la confianza de un estúpido animal y de repente, se marcha perjurando maldades.
No suelo mostrar mis intenciones reales, pues considero que la información es poder y absolutamente siempre, habrá alguien planeando tu caída. Con ese pellizco de confianza con el que les has bendecido, pensando que eran los adecuados, te clavan el puñal entre las costillas. Estas frases parecen ser conspiraciones de una mente sobrepensante, pero la realidad me ha demostrado que hasta la más tonta de estas, esconden un pellizco de autenticidad.
Haciendo un promediado de mi amasijo de pensamientos, creo entender por qué las personas, primero muestran la mano y acto seguido, te giran la cabeza: el motivo de ello es porque soy un bufón. Un simple y triste bufón, el cual recuerda, con ternura, los años en los que entretenía a los públicos adinerados. Al igual que a un vinilo le debes de dar la vuelta cuando finaliza su ronroneo, al bufón le vienen los recuerdos de su caída. Cuando este termina de recorrer la carretera de los recuerdos, entiende que el único propósito que le dio sentido a su vida fue el de hacer sonreír a gente amargada. Ahora, con su don hecho pedazos, no tiene a nadie que le diga que todo estará bien o le rectifique su camino. Mientras vaga por calles oscuras, reconoce las caras de las personas a las que entretenía y cuando cruzan miradas, estos ni se dignan de preguntar por un mero chiste porque saben, que su don ha fallecido. Ahora comprende su ser; no sabe reír ni sabe reírse. En resumidas cuentas, muy probablemente, se ha convertido en un cáncer para la sociedad.
Se ha de suponer que cuando a uno le fallan los métodos de siempre, debe de reinventarse, crear su nueva alquímica. Pero es muy complicado dar con nuevas fórmulas sin una revelación.
No puedo luchar contra unos impulsos que desconozco. Falto de críticas externas, me rindo ante una destrucción premeditada. Aunque, frente a estas palabras, pueda dar la sensación de lo contrario, hasta los seres más frívolos necesitan una mano para levantarse del fango.
JM
14/05/2023
Las artes se conciben bajo un propósito, una razón: provocar una brisa o una lluvia mediante el uso de letras, colores o notas musicales. Pretenden que, hasta los corazones más fuertes, tiemblen.
La creación literaria mediante el uso simples letras, se creen frases y de esas frases, se creen motivos. El escritor enloda hojas y hojas, bajo un único propósito: mostrar la realidad que percibe. Este, no es más que una mujer encinta que aguarda, pacientemente, el nacimiento de su hijo. Una vez nacido, de manera indirecta, los sentimientos de la madre difundirán a su tierna criatura. Por ello, también, ha de tener cuidado, pues el futuro humano presentara rasgos de sus progenitores.
Una obra con demasiado corazón le augura un futuro trágico, al igual que una que no la tiene. Sé ha de hallar un balance entre corazón y misticismo. Pues, la motivación que se tiene es infundir sentimientos con los que el lector se sienta identificado, pero sin que él lo sepa, cual ladrón que ha de entrar en una casa plagada de piernas. Esa es la obra maestra, eso mismo: aquella que es capaz de crear emociones que ni el mismo lector conocía.
A mí pensar, no se puede coincidir la creación de una obra sin un objetivo, no puede carecer de él. Aquel escritor que, únicamente, piensa en la manifestación de su ego, está condenado a la ineptitud, dicho lo cual es algo con lo que me siento identificado.
Al acceder al derecho de la vida, uno firma el contrato hasta el fin de sus días, tanto con términos ventajosos como con términos desfavorables. Por consiguiente, no se puede considerar individualmente al escultor y al mármol esculpido. No se puede entender a Woolf sin el papel de la mujer en tiempos antiguos o a Buero Vallejo sin la censura del franquismo o a Delibes sin la caza. Es absolutamente imposible.
Por ello, las hojas plagadas de palabras no dejan de ser peripecias de alguien con miedos, esperanzas, amigos, derechos y así sucesivamente. No obstante, solo un tejedor habilidoso será capaz de crear una bufanda que abrigue a toda una ciudad.
JM
08/07/2023
En estos últimos días, ha florecido, de nuevo, un sentimiento. Algo que se hallaba latente, dormido como oso durante el invierno. Llevaba apagado mucho tiempo y me ha extrañado la sutileza con la que se ha vuelto a hacer un hueco.
El protagonista que nos concierne hoy es el amor. Esa bonita nube que, tanto da agua a los cultivos en sequía, como los destroza mediante inundaciones. Es un poder incontrolable, el cual puede apagar hasta los fuegos más agresivos deseosos de eliminar verdes prados.
Mi historia es más bien fácil de relatar, pues, mires por donde lo mires, no hay ni principio ni final feliz, tan solo hay una ladera ausente de colores verdosos, común en mi persona. De vez en cuando, aparecen brotes, sin embargo, de manera espontánea desaparecen y creo que, otra vez, han surgido estos para destrozar a la mente compungida.
Bellas mujeres que, mediante su dulce figura, desarman a cualquier persona. Con su tierna mirada, te hallas indefenso frente a la bestia indomable. No oso a tocar a mi amada, puesto que, podría ser sacrilegio y no quiero profanar sus sentimientos. Obviamente, a esta triste figura no le corresponde tener a una sensible.
Nunca la he declarado mi amor, ya que, principalmente, o se hallaba mirando a otros hombres o por miedo. Nunca he dejado entrever mis sentimientos porque presiento que me va a dar la extremaunción. No soy hombre para ella, ni loseré, pero me encantaría poder posar mi cabeza en su regazo, mientras ella, con su dulce sonrisa, me mira expectante.
Puede que, lo que escribo son sentimientos derrotistas, siempre me he considerado uno. No obstante, frente a ella no tengo una oportunidad. Tengo miedo de mirarla a los ojos cuando estamos a solas para no sentir su desprecio. Tengo miedo de tocarla y de que ella, con intachable facilidad, me aparte a la mano, como si un apestoso fuera. Independientemente de ello, mi amor crece y crece y me podrá tratar como un perro, pero ahí estaré yo: para arroparla, protegerla y si puede ser seducirla.
JM
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