La hoja dorada «Cuento «

La hoja dorada «Cuento «

Emanuel Santana

07/05/2023

John acarreado por las circunstancias, pero motivado en toda creación. Le puso punto final a su obra maestra, una novela ácida pero contundente, que rompería los esquemas habituales que todo escritor expone en una novela. Cansado y fatigado al extremo. Se sirvió una taza de café, la última de la noche, encendió un cigarrillo. Para aclarar el pensamiento. Y no soñar con pesadillas. Él un hombre alto, con canas blancas que le crecían en el cabello, nariz aguileña y lentes que lo hacian aparentar un hombre sabio. Llegó a la cama rendido y exhausto.  Pero no se imaginaba, lo que en la mañana siguente le esperaba. Una sorpresa que ni él mismo creía. 

Esa noche John, había soñado con su madre, que había fallecido cuando el tenía quince años. Era un  sueño claro, limpió como una nube. Su madre una mujer llena de amor, que se  extraña en cada momento de la vida. Soñó que su madre, le regalaba una hoja  dorada, pero mágica. 

– John, está hoja dorada, es mágica, cada personaje que escribas en ella tomará vida. Y desaparecerá antes de la medianoche. 

Le dijo su madre en sueños. Él no podía hablar, era extraño, cuando soñaba con  su madre sólo podía escuchar pero no hablar. Su madre vestía un vestido blanco y tenia  una flor blanca en sus manos que siempre se la  entregaba a John pero cuando él la tocaba se hacía cenizas. 

La mañana siguente John se levantó de la cama. Respiró el aire fresco de la mañana y un olor a flores le llegó al alma. Recordó el sueño que tuvo con su madre. Y fue a la máquina de escribir. Y encontró una hoja dorada. Era peculiar tenía un margen  de oro, sorprendido por el hallazgo. Pensó en escribir algo, pero no le vino  nada a la mente. 

Escucho la voz de su madre en la memoria: Cualquier cosa que escribas se hará realidad. Pero desaparecerá antes de la medianoche.- le dijo la voz de su madre, que escuchó tan claramente. Cómo si le llamará el corazón. 

Entonces, se le vino a la mente, una idea. Escribió con características específicas, sobre la mujer de sus sueños. 

Comenzo a escribir en la hoja dorada. Cada detalle singular de ella. Y al terminar de escribir tocaron a su puerta.  

Absorto por la llamada a su puerta. Abrió y como una magia inusual estaba ella. Una mujer alta, con ojos castaños, una sonrisa desbordante. Tenía un vestido azul. 

-Hola John gracias por esperarme. – dijo ella con gran alegría. 

John se quitó los lentes, sorprendido, miró hacia la máquina de escribir y encontró que aquello que había escrito estaba  borrado de la hoja dorada. Pero la mujer de sus sueños estaba ahí afuera en la puerta de su casa. 

-Hola -saludo John nervioso- cómo te llamas ?.- interrogó John asustado por la vida pero contento del corazón. 

– Angela, encantada de conocerte.  Me invitas a pasar? – dijo ella con una sonrisa conmovedora. 

– Si claro! Disculpa mi actitud es que estoy sorprendido.- Dijo John totalmente pasmado. 

– No te preocupes! No hay ningún problema en ello. – Dijo ella y pasó adentro de la casa. 

John quedó callado en todo momento. Ella no dejaba de hablar. Tenía tantas cosas que contarle a él. A dónde habia viajado. Algo sobre sus padres, sus hermanos. Como si no la hubiera visto en años. 

Y de pronto comenzó a enamorarse sin medida. No podía creer, que aquella mujer era el amor de su vida. Que había nacido de la ficción, para alegrarle la vida.  Entonces salieron de su casa sin rumbo, pasearon por el  parque invadido por el otoño. Cenaron, fueron al cine. John tenia años que no tenía un día tan bueno como hoy. 

Y regresaron a su casa. Pero John se le olvido lo que su madre le dijo que desaparecían los personajes a medianoche. Entonces despreocupado y antes de hacerle el amor a aquella mujer de sus sueños. Ella se convirtió en cenizas. 

– No! – gritó desesperado cuando vio  las cenizas. Y comenzó a llorar desconsolado. Entonces miro la hoja dorada y la rompió con gran rencor. Deprimido en toda circunstancia. Atormentado hasta el  pensamiento más íntimo de su mente.  Decidió dormir en su cama. 

Entonces en sus sueños, volvió a soñar con su madre, que llegaba a su cama y lo despertaba de su más   lucido sueño. 

– Hijo, ya no llores. – Dijo su madre con un gran consuelo. 

John se despertó y se incorporó de la cama. Miro a su madre con lágrimas. Y ella con sus manos suaves le seco las lágrimas. 

– Nada es para siempre, hijo. Todo deseo de nuestra alma se desvanece. Nada perdura aunque lo amemos o nos aferremos a ello. Todo es breve en la vida incluyendo a ella misma. Pero lo que nos salva del olvido es el recuerdo. Son los tesoros que nos llevamos de esta vida. 

John al escuchar esto le dio un abrazo a su mamá y no hubo más lágrimas. Entonces su madre le dio la flor blanca que siempre le daba en sus sueños. Y por sorpresa no se hizo cenizas. Entonces su madre le dijo : «Ven John es hora de irnos,  vamos al parque. » 

Entonces tomo de la mano a su madre y se fueron. John sintió tanta paz y no volvió a llorar nunca. 

En la mañana siguiente  John había muerto. Cuando encontraron su cuerpo, notaron algo extraño, pues en sus manos había una flor blanca y fresca que no se había marchitado, pero él había cerrado los ojos para siempre. 

 

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