A cierto funcionario mítico

A cierto funcionario mítico

Siles Cobara

09/05/2023

Al enfermar más, cuando los huesos se le pudrían, seguía su labor judicial, transmutando artículos al mejor postor. El sistema de nervios se le atrofió en imitación al método para generar las resoluciones prefechadas en plazo. Galante al enmudecer dialécticamente las raíces de la norma, la piel sobre sus códigos se laminaba en otoño, ya erguido los pies eran su horizonte de resultas. Los órganos se le colaban por la cadera como cátedra de honor, en picada, para terminar incinerados y las cenizas repartidas entre todos, excepto los de buena fe. Los que no le conocían fijaban la esperanza en la percepción del étereo funcionario, procurando unas veladoras al beneficio de la justicia, cumplía ininterrumpido con dar la íntima energía para ascender a ese plano de imparcialidad mefistofélica, bien guardadas las formas, perpetuados los interesados y él, en textos incomprensibles, refractando a formas policromáticas, dispersas como ese dios, que a puño blande sus resoluciones. Entendía que remitir al archivo las abstracciones de la ceguera, su sola materia amorfa, entre cucarachas y otras plagas, quedaría absorbida. Su nombre llegó a ser inmaterial, desdibujado, suelo, brote, préstamo, sal. Honorable con minúscula, el Doctor en quiebres interpretativos, magíster en obediencia, abnegado profesional del esoterismo, jurista hasta lo mas profundo de su subjetividad. Firma aquí, da su fe propia y del estado, para llevarse la mejor parte de su labor, el mítico monstruo al que aspira y la tarde en que estruja las manos, del código, de sus sociedades capitalizadas y del hombre seguro de su trono.

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