El ojo, no, mejor digamos los ojos; tenían algo especial; no por ser verdes, azules, vivaces, achinados, estravicos o miopes; Quizas era, lo que apreciaban de las cosas y hechos, que otros no eran capaces de apreciar o percibir.

Tal vez la mirada era como un espejo, que recogía; paisajes, sucesos, colores, destellos, inapreciables para otros observadores. Algunos dicen que los ojos son el espejo del alma, pero en nuestro caso, estos ojos, no delataba lo esencial del alma de su dueño; o a lo mejor se valían del verbo y del claroscuro de las palabras para hacer vivir la luz en las historias contadas por el orador, en la que, olores, sabores y sonidos, calaban en los sentidos de los que escuchaban con una dimensión distinta; lugares y sucesos en sus narraciones, tenían el milagro de lo mítico y fantasía y realidad ganaban la magia solo posible de cuando son narradas por un ciego

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