Pasan los días en la Hill House y cada vez que se baja la guardia una presencia hacía que Ivy y Elisabet se levantarán llorando y débiles, las apariciones de Abigail se hacían más frecuentes y se sumaban cada vez más apariciones de otros entes. Estas apariciones hacían que Jesús por primera vez en mucho tiempo dejara de pensar que los fantasmas no existen.

Tanto Elisabet como Ivy tenían energías nulas y se quedaban dormidas nada más sentarse un ratito, pero se despertaban llorando o sobresaltadas a los pocos minutos de conciliar el sueño.

– Mami, ¿Estás bien?

– N-no se decirte cariño – A Ivy le costaba respirar tras estos “terrores nocturnos” o “pesadillas”

Elisabet ni quería comer por miedo a que le entrase sueño. Ivy se replanteaba seriamente hacer una investigación intensiva y tratar de hacer algo para proteger a su familia de los espectros.

Esa misma noche, Valentina fue la que vio algo extraño.

– ¡Mamá! ¡Papá! ¡Una señora me está observando!

– Calma Val… ya se fue… – Dijo Jesús

– L-la señora del cuello torcido… – Dijo la niña entre sollozos

– ¿Me la puedes dibujar? 

La niña hizo caso a su padre, sacó un papel de libreta y un lápiz de su mochila del cole y dibujó a la “Señora del cuello torcido”

– ¿Es mala papá?… 

A Jesús le recorre un escalofrío, ser tan avispado le hizo entender la razón del cuello torcido pero no se lo iba a contar a la niña.

Ivy al ver el dibujo también lo entendió. Pero, ¿Qué coño había pasado en esa casa para que hubiera tantas apariciones?

Para investigar mejor, a la mañana siguiente, Ivy dejó a los niños con una vecina muy agradable, esta vecina era una de las pocas personas de aquel pueblo que se preocupaba por la seguridad de la familia ya que conocía el sobrenombre de la misteriosa casa: La Hell House. 

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