Después de tachar con gran ansia los días en mi calendario había llegado el momento de embarcarme en una aventura con mi familia. Desde hace medio año teníamos planeado, mi familia y yo , visitar varios países en una caravana gigante. Esta magnífica idea le surgió a la Tía Lola que es una amante de las aventurasy rápidamente los primos Marcos, Lucia y Héctor, junto a sus padres, se unieron al plan. Tras muchas reuniones familiares y numerosas peleas respecto a los países y ciudades que íbamos a visitar,ya teníamos todo planeado.
El viaje comenzó el día uno de agosto en Bilbao, desde donde todos mis primos y tíos e incluso mi abuela Ana nos trasladamos en una gran caravana de color rojo. Cuando entré por primera vez al automóvil pensé que no podría soportar un mes entero en un vehículotan estrecho y con tan poca privacidad, pero por sorprendentemente que parezca fue muy divertido.
Nuestro primer destino fue Marsella, y en Bayona hicimos nuestro descanso inicial ya que desde Bilbao a Marsella hay siete horas y media. Durante la primera parte del viaje estuve escribiendo en la parte superior de la litera, que durante un mes sería mi cama, cómo de divertido esperaba que fuera este viaje con mi familia y cuáles eran las ventajas de ello. Por desgracia, al cabo de media hora abandoné mi escritura por la escasa imaginación y por el abundante ruido que hacían mis primos jugando a las cartas, por lo que decidí unirme a ellos en una intensa partida de un juego que nos enseñó nuestra abuela, Los Seises. Como era de esperar mi hermana María, la reina de los juegos de cartas, ganó la partida.
Sobre las doce del mediodía llegamos a Toulouse, nuestro segundo descanso, donde visitamos la Basílica de San Serníny tras lo cual comimos en un pequeño restaurante donde se respiraba la esencia de Francia. Después de comer volvimos a la caravana para continuar ruta hacia el final de esta primera etapa: Marsella. Durante cuatro horas aproximadamente dormí, escribí y hablé con mis primos que normalmente no veo muy a menudo, ya que ellos viven en la céntrica ciudad de Madrid y yo en Bilbao.
A las seis de la tarde alcanzamos nuestro primer contacto con la Costa Azul. La ciudad de Marsella, más industrial que las vecinas Cannes y Niza, nos permitió descansar de este primer día. Finalmente llegamos a nuestro destino más ilusionante, donde pasaríamos una semana, Mónaco, elegido por mayoría absoluta en las votaciones realizadas el pasado junio en la terraza de la casa de Lola. A esta localidad llegamos sobre las ocho de la noche por lo que nos trasladamos a una campa muy grande, no sin antes pasar por un supermercado para comprar alguna que otra provisión para la cena. Al llegar a la campa, situada cerca del mar Mediterráneo, se podían divisar multitud de caravanas de diversos colores y tamaños.
Tras pasar una magnifica semana en Mónaco, repleta de visitas a museos, parques, teatros y su famoso Casino nos fuimos a Italia pasando por las ciudades más atractivas de este bello país como es el caso de Milán, Venecia, Turín y la inmejorable Roma.
En aquel momento tuve que admitirque aquel mes a bordo de esa caravana roja fue una de las mejores experiencias que había vivido hasta el momento, ya que hasta este viaje no había pasado tanto tiempo junto a la gente de mi misma sangre.
Durante el trayecto de regreso a nuestros hogares retomé la reflexión que el primer día redacté. Hoy es el día en que me doy cuenta de que hasta el momento no era consciente de lo divertido que era viajar con la familia. Y por fin soy consciente de que estas once personas que componen mi pequeña familia eran, son y serán personas con las que puedo desahogarme y que, aunque en ocasiones puede que nos peleemos, confío en que nos perdonaremos y seguiremos siendo felices unos con otros. Y como una persona importante dijo en un momento preciso de su vida: «La familia no se mide por el número de miembros, sino por la unión que hay entre ellos.»
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