Contra cualquier pronostico llegué a tiempo (casi), te marqué para que te alistaras pues estaba por chapultepec, a 3 minutos de tu casa. Llegué nervioso, me preguntaba si la camisa que elegí era la indicada, si me veía muy formal o muy viejo a tu lado, te mandé mensaje, estoy afuera, no respondiste, pensé que nunca saldrías. En mi cabeza no dejaba de dar vueltas ese recuerdo enfadoso del día anterior, cuando decidí cantarte la canción que te hice, me revolvía el estómago; lo más lamentable es que ni siquiera fue mi idea: en las escaleras, antes de bajar, Adián me dijo que debía hacerlo, que nunca debemos negar las razones del corazón, le creí. Fue entonces cuando tomé la guitarra y di el show privado para mis amigos, pero en especial para ti.
Sabes al café de la mañana…
¡Qué estupides, creo que ni te gusta el café!.
A ese pan con mermelada…
Supongo que canto sobre comida.
Sabes al sabor de lo prohibido, tú bien sabes porque te lo digo; pues por tu carita de León
Todos callaron un segundo y te voltearon a ver. ¡Qué desastre!, no había visto jamás una cara de incomodidad más latente que la tuya.
Acabó todo el mísero show, partimos la piñata y no me atrevía a mirarte. Más tarde te vi cansada, tus ojos verdes apenas soportaban el peso de los parpados; creí que tenía que aguantar la vergüenza porque para mi era más importante que descansaras. Te pregunté si querías que te llevara a casa y dijiste que sí. Aún te quedaban fuerzas para sonreír. Te despediste de todos y subimos a la parte de atrás del auto de Adrián.
En mi mente no dejaba de dar vueltas tu rostro, tu sonrisa incomoda, la idea de sentir que había arruinado todo, que no debí decirte nada y amarte en secreto como un bandido que huye de la verdad. ¿Con qué ley pueden condenar a un corazón?, ¿Cómo explico esta historia que no tuvo ni principio, ni final ?.
– Lamento lo que pasó.- Te dije sin mirarte a los ojos.
– ¿De qué?.- contestaste.
Giraste tu cabeza y levantaste tu barbilla con una leve sonrisa, esa sonrisa que sin saberlo me devolvía la primavera.
El auto avanzó y seguí hablando, en lo más profundo de mi corazón sabía que se trataba del fin de los tiempos del porvenir, que no habría epilogo, ni las dos de forros, no habría un tren en el túnel oscuro, ni mes de abril en mi calendario.
Recordé la primera vez que te vi, trías una boina negra al estilo del ché, yo con el cabello completamente descuidado, traías también una gabardina y yo mi única camisa medianamente decente. y tus lentes morados, llegaste en tu bicicleta eléctrica y yo caminando. No tuve el choque de amor a primera vista, dadas mis circunstancias anteriores no me interesaba por las mujeres y menos las mujeres bonitas. Entramos al restaurante hindú que quisiste, recé todos los salmos y credos que recordaba para que ,me alcanzara la cuenta, pues no traía más de 200 en la cartera. Ojalá no coma mucho, pensé. Agua está bien para mi, ya comí, gracias. Moría de hambre.
Quise agilizar el tramite y largarme a casa de Adrián para alcoholizarme y olvidar mi realidad pero no dejabas de hacer preguntas, niña odiosamente hermosa, de pronto como un guiño que se coló por mi ventana tocaste temas que me intersában, nos dieron las 4, las 5, las 6. Comenzó a llover y el caprichoso día nos orilló a otra mesa, seguimos hablando, 7, 8. No llegaré con Adrián, a quien le importa, esta mujer es inteligente, hablemos más. Luego te fuiste al baño, Pagamos la cuenta. Dios mío quiero volver a verla, niña parlanchina con acento extraño, habláme más de aquello que te gusta, de tus libros, de tu alma, de tus meditaciones, quiero saberlo todo.
El primer ensayo llegué agitado e inundado por los problemas en mi mente, entré a tu casa, con la escencia de un hada. Yo seguía agitado, hicimos un ejercicio de confianza pero luego me propusiste hacer otro. Niña parlanchina, con que derecho. Me tomaste de la mano, me pediste que te mirara a los ojos y que respiráramos; fue entonces cuando me perdí, esos ojos verdes que me inundaron, que llenaron mi láverinto de luz, que borraron todos los besos que había dado. De pronto, con una especie de magia me trajiste al ahora, a la realidad en la que no había estado en mucho, mucho tiempo. Porfavor, no me sueltes, porfavor no me dejes regresar al lugar oscuro del que vengo.
Así pasamos los días, ensayábamos mientras reíamos, cuando llegaba la hora de la comida siempre encontramos la forma de preparar algo rico. Entonces un día, mientras yo estaba en la cocina, tú te sentaste en el comedor a desmenuzar el queso y desde ahí platicábamos yo cocino como si hubiésemos estado juntos toda la vida, me gusta imaginar que al menos ese segundo éramos reales, que apenas ese instante fuiste mia y yo completamente tuyo. ¿Sabes cuánto dura la eternidad, Isabel?. Nadie lo sabe. Lo único que sé es que hay instantes que duran para siempre.
De pronto comencé a llevarte un poco de la miel que compraba mi papá. Niña parlanchina, solo te duró un día. Entonces pensé que podría llevarte un poco de miel el resto de mis días. Mi madre preguntaba por ti y un día me di cuenta que a cualquier conversación hablaba de ti, me di cuenta que una casa sin ti era una sala de espera en un hospital. No debía querer así, no debía querer con todo el amor que me quedaba.
Sin embargo, a favor de los que apostaron contra mi, tú que tanto haz besado, tú que me haz enseñado, tú que tienes todos los besos que me a mi me hacen falta, tú, niña parlanchina de los ojos verdes y el cabello dorado, tú nunca ibas a quererme a mi. Tu corazón estaba en otra casa.
Seguimos andando, te confesé todo y tu llorabas conmigo, no sé si lo hiciste por lastima o porque realmente te dolía. Vi tus labios, luego tus ojos, quería probar el firmamento de tus labios. Nos habíamos besado bastante por todas las escenas en las que actuamos juntos pero estaba seguro que si te besaba en ese instante sería el beso más real que habría dado y nunca te dejaría ir.
Tomé tu mano y la besé, luego te besé en la frente, sequé tus lagrimas, esas que no manchaban tu hermosura. No me atreví a besarte. Traicionarías a tu novio Y, después de todo, no puedes entrar al paraíso siendo un pecador.
Llegamos a tu casa, te abrí la puerta.
– Si no quieres ir mañana lo entenderé .- Te dije.
– Sí iré, no pasa nada.- Contestaste.
– ¿Puedo usar tu baño?.- Te pregunté
-Sí.
Pasamos, pasé a tu casa como si hubiera despertado ahí todos los días de mi vida. Cuando salí del baño estabas en el pasillo, solo te sonreí y pensé que realmente quería pasar la noche contigo solo para poder hacerte el desayuno al día siguiente.
Al fin saliste de tu casa. Traías un vestido azul con unas botas largas, nos fuimos en metro porque no tenía para pagar el taxi, dimos mil vueltas porque no sabía como llegar, tú te morías de risa y yo de vergüenza. La gente nos miraba, llegamos a Mixcoac, regresamos, Transborde en la linea rosa, no, sí, general Anaya, Taxqueña, tomemos un taxi.
En el camino siempre platico con los choferes pero por primera vez tuve a alguien que también lo hacía, niña parlanchina de ojos verdes un día estas modelando y otro estas en un barrio peligroso hablando con taxistas.
Llegamos a la boda de mi primo, pasamos, te presenté a mi papá, a mis tías y a mi yaya. De pronto todas te rodearon como si hubiesen visto una estrella de cine. Tomaste a mi yaya de la mano y hablaste con ella. Fui a traerte una botella de agua y a lo lejos te vi y maldije, ¿Por qué dios me deja ver el paraiso para echarme a patadas?, ahí estaba justo frente a mi lo que llevaba toda la vida buscando pero no podía tenerlo.
Terminó la boda y te dejé en tu casa, nos abrazamos y nos despedimos. No paré de llorar esa noche.
Luego te fuiste a Londres y yo a Canadá, hicimos un par de video llamadas pero un día dejé de escribirte y tú dejaste de hacerlo también. Han pasado unos meses y no he podido olvidarte, te amé con el amor que me quedaba, te di el el pedazo de corazón que me sobró, te robaste mi mes de abril, ahora solo hay invierno en mi pecho, nunca sale el sol, nunca volví a amar a nadie como te amé a ti. Fue como haber muerto, pues nunca volví a ser el mismo, ese fue el fin de los tiempos. Ahora solo vivo en la cuarta de forros.
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