El padre Rosario

El padre Rosario

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14/04/2023

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La misa para la sección del segundo de bachillerato del Colegio Salesiano Pio XII estaba por comenzar. Al perder de vista a Lucinda y su esposo, Luigi miró el reloj pulsera y con premura tomó la bici Selle Italia y se enrumbó hacia el aparcamiento vehicular del Colegio. La encadenó al herraje del palenque y caminó hacia la edificación. Una antigua pero maciza y sólida construcción que constaba de dos plantas con amplias aulas, corredores y escaleras. Además de oficinas administrativas, disponía de un salón de actos, laboratorios, enfermería, audiovisuales. Un patio central con arboleda alrededor, bordeado por una pista para caminatas, canchas deportivas con gradas, cantina, comedor y estacionamiento. Como nave anexa se estaba la capilla que servía de espacio para los actos religiosos.

Cuarenta días de soledad estuvo Jesús en el desierto, llevado por el Espíritu Santo para intentar sobrevivir a las tentaciones del Diablo. También cuarenta días estuvo Satanás como enemigo del alma y de la salvación, tratando de tentar a Jesús para que olvidara su misión, pero Jesús lo venció. Al rechazar las tentaciones, Jesús nos enseña que no debemos exponernos a ningún peligro de la tentación terrenal. Dios siempre permitirá que tengamos tentaciones, y es por eso que Jesús en el huerto de Getsemaní advierte a sus apóstoles: “Orad para que no caer en tentación porque la tentación estará presente en todas las etapas de nuestra vida. Muy bueno sería, mis queridos alumnos, que al rezar el Padre nuestro, se detuvieran a analizar aquella petición: Y no nos dejes caer en tentación…” El mismo Jesús nos narra su experiencia espiritual, porque estaba solo, no tenía testigos y por eso este pasaje de Evangelio debemos leerlo con gran respeto y agradecimiento, porque Jesucristo nos hace una confidencia y nos advierte que si Satanás tuvo la osadía de ponerle tentaciones, con mayor razón estaremos expuestos nosotros los seres imperfectos. Pero para nuestra suerte no estamos solos, tanto Jesús como la Santísima Virgen, los Ángeles, la Gracia santificante y la oración serán siempre nuestra defensa y nuestro escudo

Así comenzaba el padre Rosario como Director Espiritual del colegio, el sermón de ese día lunes. El tema de la tentación le fue sugerido por el confesor de la misa del domingo, debido a la gran cantidad de actos de contrición y penitencias que hubo de otorgar por delaciones pecaminosas recibidas de jóvenes sobre las tentaciones carnales.

El padre Rosario era un hombre cebado de gordura a consecuencia de su voracidad al comer, todo el colegio sabía que eructaba en el comedor.

El sobrante de su vientre le servía para rellenar la sotana, Su cara de cerdo y rojiza tenía la mirada recortada por las cataratas. De su boca de labios grasosos, glotones y lascivos emanaba una voz ronca y chillona, silenciada de momento por la toma de un sorbo de agua, mientras sus gruesos dedos jugueteaban nerviosamente con los pliegues de la sotana. El padre Rosario buscaba la forma de abordar de manera comprensible el tema de la tentación carnal. Sentado en la bancada de última fila, Luigi le prestaba inusitada atención a la homilía del padre Rosario. Le llamó la atención y anotó la frase: “somos sensibles y tenemos pasiones”. A la vez que leía furtivamente algunas alegorías transcritas, que respecto al tema le pasaba su compañero Lino Andarcia.

La tentación no es un pecado porque la tentación es anterior al pecado, No es lo mismo ser tentado que pecar porque el pecado es la consumación de una tentación, aunque debemos tener en cuenta que no toda tentación termina en pecado. Por eso hay que recurrir a las armas espirituales como la confesión, la comunión y la oración como medios de gracia que nos brinda Dios a través de la Iglesia. La mejor manera de neutralizar la tentación, es cambiando el cauce de nuestra mente pensante porque la tentación siempre empieza por un pensamiento y al tratar de bloquearlo solo intensifica el enfoque en lo malo y fortalece su fascinación. Cada vez que intentamos reprimir un pensamiento en la mente, este se graba más en la profundidad de la memoria. De manera que esa resistencia solo hace reforzar dicha tentación. La tentación no se derrota luchando contra los sentimientos que son su fuente de emanación, porque cuantas más veces luchas contra un sentimiento más nos controla y consume al pensar la manera de evitarlo. La batalla contra el pecado se gana o se pierde en la mente, porque cualquier cosa que te llame la atención te atrapa a ti.,,

Luigi se había dormido en clase.

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