¿Sabes cuánto duele despedirse de alguien que amas demasiado cuando ninguno de los dos se quiere ir?
Cuando ambos tratan de quedarse un poco más para ver qué pasará a continuación, pero muy dentro de ellos saben que lo mejor es decir adiós y ya… Y está bien, a veces es mejor convertirse en recuerdos, permanecer así en la memoria, solo en ella… donde puedas acudir de visita cuando necesites atraer algo al presente sin necesidad de ver la silueta de un triste fantasma.
Es mejor convertirse en recuerdos que seguir viviendo atormentados por la sombra que se genera al aferrarse a algo. Dejar el peso de las puertas entre cerradas, donde se da la ilusión de que nada puede entrar pero tampoco salir.
Es mejor convertirse en recuerdos, de esos que llega un buen día y ya no duelen, que al visitarlos ayudan a ganar experiencia, curan el alma y generan paz, pero para eso debemos de reconocer que son solo eso… recuerdos.
Autora: Ana Belén González Valencia
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