Estaba algo entristecida, digamos que no llevaba una buena semana, no me suelen afectar demasiado las cosas… no porque no me afecten, sino porque siempre las confronto de forma positiva para solucionarlo.

Esa semana estaba demasiado cargada de cosas feas, estaba desencantada con la vida y las personas. En el trabajo, las relaciones con mis compañeros y encargados fue tensa y me desgastó, hay demasiada soberbia a veces, demasiada hipocresía, demasiada tirantez. ¡Argh! La falsedad en sus gestos, a mi me hiere la falsedad. Las puñaladas traperas, quejas y críticas negativas, sus frustraciones. Me siento en un patio de colegio y yo quiero avanzar, eso me desanima.

Sumado a esto, han desahuciado a la madre de uno de mis mejores amigos, debido a que no pudo afrontar la deuda, como otros empobrecidos sin trabajo y sin opciones. Yo que vivo sola la invité a vivir en casa, está muy triste, sintiéndose incapaz. Toda una vida reflejada en cuatro paredes que ya no le pertenecen. Aún así, no pierde la sonrisa sincera, cuando conversa conmigo.

La apoyamos muchas personas, hacemos piña para que se sienta mejor, siempre hay salidas, yo lo sé. Pero me duele, me duele ante todo pensar que esa mujer buena e inofensiva para sus sistemas fiscales, haya participado con su voto a su propia expropiación.Yo ni siquiera hablo de teorías revolucionarias de redistribución de la riqueza, sino de un amparo digno y comprometido por parte de las instituciones. Sumado a esto, veo las redes, la tele, y mi depresión aumenta, sinceramente, creo que la cultura de un país se puede medir por el sondeo de sus programas y lo que lo peta es la tontería, el cotilleo y la farándula barata de personajes que salen muy caros. Veo la tele, y me hago cierta idea de que pasa en mi sociedad. Veo el telediario, personas matándose, violencia de género y atentados. Esto ha pasado siempre, ya lo sé, estoy algo pesimista, ya lo sé.

Me resulta insultante como hacen mucho hincapié tendencioso sobre ciertas noticias y otras más importantes, más humanas, las tratan de pasada. Viendo la televisión, se ve donde está el dinero y hacía que está destinado. Viendo la televisión, se ve donde está la cultura y hacia dónde ésta se dirige. Sumado a esto, para rematar, a un buen amigo, por ser negro a punto de volarle la cabeza estuvieron en el metro un grupo de racistas. Ahora tiene miedo, le empujaron, le inferiorizaron, le abofetearon, le humillaron, se rieron de él. Y luego le obligaron a salir. Está bastante afectado, pero es fuerte, somos personas capaces de afrontar con positividad la desgracia. Eso no va a cambiar.

Pese a la semana de mierda que tuve, creo en el poder de mi mente para transformar mi entorno. Creo en ello, porque he visto sus resultados a lo largo de mi vida, no aspiro a un gran cambio humano mundial, donde todo se transforma para bien. Creo que potenciando mi fuerza benefactora en mí, los míos y el entorno, se crean vínculos sinceros. Y eso, ya es una aportación grande. ¡Ya es el cambio que necesitamos! Pero bueno, siendo domingo como era…

-Ésta semana de mierda ya se va a acabar.- Me dije.

Así que quise disfrutar sola de una copa y mis pensamientos. Cogí el coche, me dirigí sin rumbo a un barrio alejado, donde apenas he estado alguna vez de pasada. En una de sus calles me detuve, y entré a un bar iluminado que por dentro parecía acogedor.

-Este bar… acogerá mi pasajera melancolía semanal.- Me dije.

Entré, me apoyé en la barra y pedí lo que suelo beber.

-Un ron-cola, por favor.

-Marchando, señorita… aquí tiene, señorita.

-Muy amable, gracias.

El ambiente era distendido, mis pensamientos se empapaban de alcohol y el alcohol se empapaba de mis pensamientos, estaba relajada. Había bastante gente en el bar.

-Tiene una decoración bonita, invita a tomarse una copa tranquilamente.- Pensé.

Delante de mí había un grupo grande, unas 20 personas de media, pues algunos iban y venían. Yo jugaba con mis manos y en mi cabeza creaba ritmos, inmersa en mis reflexiones, repasando con cierta rabia lo acontecido intentando supurarla ahora, cuando la vociferación de una palabra despertó mi soñolienta atención.

-¡El cambio! ¡El cambio joder! ¡Necesitamos un cambio, esto no puede seguir así! -Manifestó uno de los del grupo con vivacidad y convencimiento.

-¡Sí, que venga ya el cambio! ¡Nos están jodiendo! ¡Nos están jodiendo! -Reclamó otro con gran entusiasmo.

Todo el grupo se había imbuido con la fuerza de esa palabra y la pronunciaban ardorosamente, yo les veía de reojo apenas detectaba un tumulto, no podía ver que más pasaba. Bebía disimulando mi atención por el griterío, una conversación que necesitaba en cierta manera… y me vengo a encontrar con un grupo de desconocidos con la misma necesidad de cambio que yo, ¿será una camarilla de personas cansadas y comprometidas exaltadas ante una necesidad política de cambio?

-Si no hay un cambio, vamos a seguir perdiendo y eso no puede ser.

-No podemos perder por no darnos cuenta, necesitamos el cambio.

-¡Venga ya! ¡El cambio!

-¡Necesitamos un cambio, coño!

Los gritos eran cada vez más ardientes, todo el grupo estaba contagiado por la vivacidad, por la convicción, otros de alrededor también empezaron a pedir el cambio. Y yo allí sentada, oyendo la fuerza de los gritos y deseando fugar la fuerza de mis pensamientos, también me contagié de la energía de las peticiones. Me levanté e irrumpí en el grupo secundando sus palabras.

-¡Necesitamos un cambio, claro que sí, lo necesitamos, yo pienso igual que vosotros! ¡Esto es una mierda! -Exclamé.

El grupo me miró extrañado, pero el que había empezado las proclamas me sonrió y me abrazó en señal de simpatía, al ver en mis ojos el mismo deseo de cambio. ¡Qué bien me sentí! unidos en el mismo deseo, un grito, una palabra, un eco espontáneo de una necesidad latente. El cambio, joder, el cambio. El resto del grupo secundó el acto amigable del precursor y se unieron a mi voz.

-¡Claro que sí, el puto cambio! Haber cuando se produce. ¡Este entrenador es un gilipollas!

-¿Cómo entrenador? ¿El presidente?-

-El presidente también, tienes razón… vaya dos incompetentes… ¡Pero saca ya a la nueva promesa del equipo, a que esperas! ¡Queremos el puto cambio de una vez! ¿O no amiga?

Entonces sentí un bochorno absoluto, ante mi confusión tan estúpida, levanté mi cabeza… el cambio del que hablaban, ¡es el cambio de un jugador por otro en el partido que están televisando, del cual ni me había enterado! El cambio, el cambio, el cambio ¡El cambio de los cojones! Me sentí tan ridícula en medio del grupo…

-Ah sí… sí, el cambio, claro, el cambio…- Mi efusividad, se transformó súbitamente de nuevo en desánimo. De pronto, un grito al unísono me aturdió… por si no estaba ya aturdida.

-¡El cambio por fin! Joder ha costao, eh… ¡Cuánto se hacen de rogar estos cabrones!-

-¡El cambio, por fin el cambio!- Me gritaba el cabecilla instigador, buscando la complicidad anteriormente mostrada, fingí como pude una sonrisa y…

-Sí, el cambio, por fin… bueno que me marcho, eh, encantada en serio, ¡el cambio! ¡Qué guay, joder, por fin!

Terminé mi copa de un trago, y decepcionada y avergonzada, le pedí la cuenta al camarero. Le pagué y me dispuse a la retirada.

-¡Señorita, espere… se va sin el cambio! -Me advierte el camarero, estando yo casi en la puerta.

-¡El cambio!… ¡El cambio…! ¡El cambio pa usted, y si no lo quiere… el cambio pa ellos o pa la madre que nos parió a todos!

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