A través de la ventana la vi, o por lo menos me pareció verla. Me llamó la atención porque en ese momento se dispararon una cantidad de gratos recuerdos. Naturalmente eran imágenes que la tenían como protagonista. Siempre me quedó un sabor agridulce de aquellos momentos, en los cuales no me animé nunca a decirle a ella lo mucho que me importaba.

Y como nunca es tarde en la vida, en un fuerte impulso decidí salir rápidamente del edificio para intentar alcanzarla. Ya en el vestíbulo, hago lo de siempre: me miro en el gran espejo de la entrada para arreglarme la ropa y peinarme, bueno… eso ya no.

El reflejo me volvió a la realidad.

Abrí la puerta del edificio… y sin salir, la cerré.

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