Cada vez que te miro atentamente, mi conciencia está descifrando cada uno de los detalles que tienes en ese precioso rostro pulido por el Sumo escultor de los seres humanos. Me imagino un taller donde se fábrica el espíritu y la materia del cuerpo, aquellos se realizan de forma tan delicada como si se tratará de porcelana fina y se unifican perfectamente para formar majestuoso ser que me consuela. Unos días con sus manos, acariciando suavemente mi cabello y también con masajes relajantes que me adormecen, pero me encantan. Otros días con sus brazos, a la hora de abrazarme fuerte y sobarme la espalda, incluso no me quiere dejar libre sino que sus encantadoras extensiones corpóreas sean mi nuevo hogar. Por último, en los días que más necesito consuelo, ella está de un gran humor que me contagia y me besa apasionadamente. Mágicamente se me olvidan todas mis penas y los problemas, las tensiones, los malestares y todo lo inocuo se esfuma de mi interior. Es simplemente fenomenal lo ingeniosa que eres para hacerme sentir que valgo. Quisiera siempre retribuirte de la misma manera, porque hacer más que tú me resulta una tarea imposible. Amor mío, dulzura mía, encanto deseado y anhelado. No te apartes y escucha mis quejumbres, mírame con ternura y endúlzame con tu verborrea.  Lo más bello del amor que me regales es lo sincero y profundo que se siente, sobre todo cuando dices: «Tú puedes hacerlo, eres el mejor».

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