Después de naufragar en el mar de mis lágrimas, después de estar a la deriva en la balsa de mis pensamientos, pude ver a lo lejos una pequeña isla donde habían llegado los trozos de lo que un día fui, para mi sorpresa el mar de lágrimas había empujado todos y cada uno de los pedazos de lo que fui hacia aquella isla.
Poco a poco fui construyendo parte por parte un refugio, encontrando fragmentos de mí que había olvidado que existían, ya decidido a jamás volver a volar, fui construyendo una fortaleza en la cual navegaría, forjándola de tal manera que jamás se volvería a filtrar una lagrima, y al final de todas las piezas, fue ahí donde encontré los fragmentos de inocencia que habían quedado en el olvido varias lunas atrás.
Navegando por el mar de monstruos llamada sociedad, encontré los rastros de ella, un huracán que rodeada por su pared impenetrable, la cual pocos navegantes pudieron atravesar, ahora más fuerte que nunca.
Sin pensarlo, algo paso, una brisa cálida de aire proveniente de sus corrientes penetro tan sutilmente la coraza que tan impenetrable había construido, empecé mi travesía para poder atravesar tan despiadadas corrientes de aire, lo cual en cada momento que intentaba, crecía mi interés por ver el centro de tan majestuosa tormenta, corriente tras corriente fui conociendo su tempestad y como llegar a su calma, a lo lejos y tan adentro, pude ver tan bella calma, su centro, el cual me cautivo, que aunque es tan implacable, decidí no rendirme hasta disfrutar con ella su calma y toda su belleza junto a sus más suaves corrientes y sus más tiernas brisas
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