Oro al dios ancestral de mis adentros,

ángel dueño del fuego y mil morales,

cáliz de primordiales potenciales,

portador del secreto de los centros.

Adivinar los rojos epicentros

lucero al alba, sueñan los mortales;

espejos destrozados en rituales

arrojados al río en desencuentros.

Llevo rostro de simio y bello heleno,

llama de Prometeo primigenio,

comí prohibido fruto de veneno.

A los hombres con versos enajeno,

firmante de un onírico convenio,

ardiente poesía en sordo trueno.

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