El balancín se me mece hacia el crepúsculo,
Toca al filo de la noche, el viejo pastor su flauta dulce,
Con la cuerda de un violín, que se estremece en la fina madera de su corazón,
Muere el sol, en la mirada de un ciervo en las praderas.
Lúgubre arrastra las penas quien no pudo olvidar,
Los bosques se tiñen del rojo arrebol
Una cigarra grita el nombre de la noche
Y es la lechuza quien vuela, en busca del amor.
Calma y sueño empiezan para algunos
Mientras la luna sale para el comienzo de otros,
Se despiertan flores para la noche
Y sus perfumes se despliegan con el vuelo de las luciérnagas.
Sale todo lo que se esconde del sol,
Iluminan los ojos de la noche fiera,
Los balcones son el techo de los amantes
Que buscan besos donde no llega la luz.
La mangata de luna, pinta los lagos y estanques
El grillo dice en su canto “Salid”
La luz de los faroles abrigan las calles,
Donde los deseos se abrazan a doncellas enamoradas.
Una anciana divisa desde su pequeña ventana
Abrazada por la luz de un triste y vetusto candil,
Las promesas de parejas agarradas de manos,
Bajo el cielo nocturno de una noche de abril.
Besan sus sombras y sus deseos imberbes
Aquellos que aman bajo el manto nocturno
Todo el coctel de amores manifiestos,
Aquella anciana lo ve desfilar por su ventana.
Con sus ojos encogidos por un viejo amor que se fue,
Dejando una melena blanca y un corazón sin fe.
Esa mujer lleva el frio invierno en su corazón
Llora por no besar el sol de su querido amor.
Carga en cada pliegue de su piel, la historia que vivió en cada farol.
De aquella calle donde él, se declaró el ciervo de su corazón,
Ella ahora es… la noche testigo,
Bajo una cortina apolillada de recuerdos.

La noche… la anciana…
La que añora ver el brillo de su amor con el sol,
Y no esperar más bajo la noche
A su triste y frio recuerdo.
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