Una novelita carcelaria

Una novelita carcelaria

DanielLumpe

23/03/2023

I.

Poco más de un mes de salir, y salir por la puerta grande, de uno de los infiernos del Perú supe que había muerto. Cuando agonizaba no era capaz de entenderlo. Pero reviví. Me encontraba en el área de prevención anti-covid pensando en Elizabeth, mi mamá y mis amigos, con la amarga sensación que todo ya se había acabado para mí, y resistir, brotaba en mi mayor miseria, resistir, obsesivamente resistir, resistir y superar.
Treinta días desde que ingresé al penal, tres días tiritando en la judicial más los catorce días en la comisaría de San Andrés. Entonces podía contarlos cada día como un psicótico. No podía dormir plenamente. Podía también mirar al techo enmohecido más de tres o cuatro horas. Podía conversar con algunos presos para matar el aburrimiento y la angustia, más pronto observaba las relaciones de sometimiento y violencia psicológica, (a esa sigilosa humillación le llaman “chacota” o “terapia”), entre ellos y me desanimaba inmediatamente. Ingería mis alimentos por inercia, en proporciones cada vez menores. El agua escasa, la vigilancia y los atropellos de los técnicos, el humor a hombres desaseados, el claustro y no poder comunicarse con la familia por ningún medio.

Micky de Florencia grita por mi nombre, despertando mi vigilia.
-¡Te llama tu paisano, Daniel!
Walter Rivas con la mirada me aconseja ir.
Sentados en el suelo algunos presos que da a la puerta, algunos otros juegan ludo nerviosamente, otros chismean, otro callado y amargo; a diez pasos enfrente de nosotros un muchacho con la mirada clavada en nosotros. Los pabellones antiguos de la C-1, C-2, C-3, en tres pisos respectivamente se ubica al frente de nuestro saloncito.
-El es tu paisano -y me señala el Micky, sonríe agrio, expectante. A diez pasos de nuestro encierro me sorprendo de un muchacho con un aspecto de haber sido golpeado, o de haber estado en el peor rincón del penal, sus tatuajes degradados por algunos moretones, su cabello grasos, y como eufórico gritaba dirigiéndose a mí.
-¡De que parte eres de Lima! -voz de fiera, grave, calmada también.
-¡Villa el Salvador! -respondí empujando ánimos.
-Yo soy de los Cubanos, la sétima, sector de Pachacamac. También he vivido en Chepén. -Respondió.
-Soy de Los Rojos, paisano. Dime, como es la 1-C, es picante o tranquila. -Pregunté muy preocupado.
-El penal ya no es como antes, ahora es un colegio. Tranquilo, mi barrio, yo te voy a tabear -respondió. -La 1-C es la antigua C-3, yo estoy allí, paisanito.

Sentí un gran alivio. Solo debía esperar. Nada más que esperar. Esperar como nunca antes. Estaba solo, al fin como tanto deseaba antes de este martirio. El escritor megalomaniaco Daniel tan orgulloso de su lírica nihilista buscando su soledad para renegar más sin ser escuchado. Solo frente a una de las cárceles más duras del país. El suicidio habría sido una opción más simple, saludable, indolora. Sin embargo, algo en mí no podía darle fin a mi vida. Una relación entre mis deseos, ambiciones e impulsos me sujetaban. Sin duda, añoraba mi hogar, mamá, mamachelita, Dánika, Eli, mi casa.
-¿Conoces al Chachá? -me preguntó.
-Ando con Alonso, es uno de sus muchachos. El Chachá la lleva. -Dije.
-¿Alonso? No lo saco bien, barrito, no vivo allá desde el 2016 o antes. ¿Por qué delito caíste?
-TID.
-Estoy por robo, robo agravado; esta gente cree que los limeños no nos achoramos.
Un técnico se acercaba a Yamir desde la rotonda principal. Yamir lo ojeó y dio media vuelta casi sin despedirse.
-Me llamo Yamir, aquí me conoce san puta, barrio.
-Daniel Salas. Me esperas, barrio. -Grité y Yamir desaparecía de mi vista.

Volví a mis sábanas sobre el suelo, ya eran casi las seis de la tarde. Rebusco en mi costalillo, me quedan solo tres pastillas para dormir. Las cartitas de mamá en mi billetera. La ridícula esperanza de escapar de aquí, como es que la he cagado tanto.
Con el corazón en la boca, el cerebro mojado, mirando el techo y raras figuras oscuras por la humedad.

Este salón al menos es más espacioso que la de máxima B; allá era una pocilga de un paso y medio de frente y ocho de largo. Cinco o seis ventanas de mayas de fierro, las ratas rebuscando nuestros desperdicios de noche, los recuerdos acechando, el sonido fúnebre de algunas voces. Debo admitir que cada etapa de mi vida descendía por pasillos oscuros y fríos, casi sin esperanzas. Walter Rivas me dijo que en esa celda de castigo los senderistas recibían a sus visitas, familias o abogados, allá por los ochenta. Habría deseado mil veces ser alguno de ellos que esta podrida y melancólica historia.

Me despertaron los gritos del violador.
El Shipibo se encapuchó, el polo suelto cubría hasta los hombros, sus glóbulos negros brillaban. Acorraló al violador.
-Mira causita, ahora debemos chequearte -su voz afónica del Shipibo, irónica, necia a cualquier argumento.
-Mejor mañana, más descansado , contestó el ñato.
-¡Tenemos que hablar contigo, mierda! -Micky le secundaba y le dio un lapazo en el rostro.
-Es ahora causita, porque mañana será peor, -repuso mordaz el shipibo. El ñato era un bigotón trigueño oscuro, y cara de inocente, un tipo acusado por poseer material pornográfico infantil en su celular. Perdió la voz al sentir el terror, arrebatada, desencajada forzosamente.
-Escúchame, causita, -Shipibo lo levantó con fuerza, lo trasladaba al saloncito de los más ranqueados- queremos sólo conversar. Shipibo se llama Romero Sharita, veintiún años, un tipo de lo más gracioso e ingenioso para solucionar problemas o minucias como construir garrotes con palos deshechos, cuerdas con hilos, hamacas con pocas sábanas, tijeras con gilletes, y otras cosas más. Shipibo es el hombre que se fugó a mediados del 2022 y lo expusieron en los noticieros matutinos a nivel nacional e internacional. En su segundo intento lo trasladaron al penal de máxima seguridad del país ubicado en Puno, Challapalca, el terror de los vagos. Shipibo me contaba que tenía un hijo apenas nacido y otro proceso de 15 años por robo. Estuvo en el penal de menores en Ancón II y también se fugó reiteradas veces. Su especialidad es el sicariato y su apodo es el “Rey de las fugas”. Mucho después de la clasificación volví a ver al rey cuando estuve una semana en la celda de castigo en fechas de noviembre. Yo no lo había notado y me decía, escritor Salas, escritor Salas, hay una notita para ti, solo puedo contar contigo, usted es el único que puede hacerlo. Si mi abogado y el Toro no me sacaban a la calle estoy seguro que intentaría fugarme con ese pobre bastardo.

Micky le propinó otro lapazo en la espalda, un golpe de sus manos macizas.
El penal entero en silencio, los reflectores pálidos me entristecían. Silencio absoluto. El Piraña dice:
-Ese conchadesumadre ha salido en “El Satélite» -lo sentaron en el piso contra la pared. Piraña es del barrio de Florencia, sin embargo, pertenece a la banda Los Malditos de Ascope. Lo que me da a entender que es un hombre que camina y sabe entablar relaciones. Está internado por tercera vez por el delito de banda organizada. Su voz es imponente como su aspecto, cuando grita parece una fiera; en una ocasión los técnicos nos allanaron y piraña no se inmutó ni se escabulló, los técnicos lo apaleaban y él solo les miraba a la cara. A pesar de todo esto, Piraña era el único con el Davis de La Huayra que podía mantener charlas extensas con la clase reflexiones a las que me someto.
-Allá en «Natasha» te sobrabas con tu bajada. Dos platazos le mandaban a este ñato de mierda, ¿Qué te dije? Que en el Penal te harían cagar -se impuso Pikicho, enérgico y autoritario rebuscaba sus pertenencias. Pikicho es del barrio la Esperanza, fue el primer trujillano que dialogaba luego de Jimmy de Virú. Me dibujaron la realidad de la delincuencia en Trujillo.
-Eduardo, por favor, es todo lo que tengo -imploraba piedad, pero a nadie parecía importar. Shipibo le revisó el cuerpo, el ñato se resistía:
-!Conchetumadre, haz caso o te voy a meter un fierro por el culo! -Piraña imponente, feroz, resonó toda la celda, echado como un romano imperial.
-¡Cuenta mierda! ¿Qué hiciste? O será peor -Micky le dio un puñete en el pecho. Micky es un cholo macizo de test blanca. Su personalidad solo expresa brutalidad y violencia indiscriminada con quien se le cruce.

La celda oscura, el temor invadiendo, el varoncito se persignó. El Shipibo le arrebató todas las actas, denuncias, fichas, y se las entregó a Paolo: el loco Paolo malhumorado, casi no esboza amenaza, expuso las fichas en la pared iluminada, recortada por los barrotes, rebotando levemente en sus cabellos grasos la luz pálida y su perfil hecho de piedra, mandíbula gruesa y pómulos sobresalientes, negros, cuarteados por la altura y debido al calor potente del norte. Un trujillano neto. Paolo es un extorsionador que manipula explosivos, como contaba en la celda.
-Te gusta grabar niños dormidos o dopados -dijo enfurecido como un toro.
-¿Qué? -preguntó el Ciego. Se acercó- ¿Quién es López Ulloa?
-¿Saben qué? Haremos una sentencia. -dijo Paolo- El juez será Shipibo, fiscal Piraña, el director de debate seré yo y no habrá abogado.
Risas estridentes cómo coristas mexicanos.
-Es mi padre, -respondió el ñato- Lopez Ulloa es mi padre.
-Ah, un negocio familiar, te denunció la madre y el padre de la niña. Aún no hay sentencia real… Te contaré que tengo dos hermanas, hijo de puta -dijo Eduardo rabioso, espumoso, rojo. Los otros rodearon al sentenciado.
-No, Eduardo, no es como me acusan -lloriqueaba el ñato- yo sólo tenía vídeos en mi …
-A mí dime Lalacho de la Esperanza -interrumpió Eduardo, Pikicho, Pato Ciego, el preso que extorsionaba a su madre mintiéndole que abusaban de él. Como lo supe más tarde, y como lo enjuicio ahora, Eduardo no es ningún bandido.
-No confundas mi tranquilidad.
-No tengo nada, sólo vídeos. -El ñato López alzó la voz de canario hambriento.

Paolo giró media vuelta de verlo, su mirada de odio.
-¿Te pones malcriado? -le dio un puñete, seco, mudo, hostil- ¿Acaso no sabías las consecuencias de tus actos?
El varoncito decidió que orar calmaría a todos.
-Se hace el huevón esa mierda -gritó Piraña.

-¡Aquí se acepta de todo! Sicariato, robó, extorsión, pero violación no, hijo de puta. Deberías morir, carajo, pena de muerte a estos miserables -gritaba el loco.
-Ahora me vas a conocer de verdad -Pikicho le tumbó contra el suelo y le quitó los pantalones. Y se los quedó para sí. -¿Quién crees que soy? Vas a dormir en el baño desnudo con las ratas.
Eduardo me contó en Natasha su presencia con la gente de «La nueva generación de la jauría», y activos, decía, finito en una banda con historia. Shipibo el del Alto Trujillo también conocía esa gente. La primera generación la fundó su tío Nilto, un antiguo miembro de la temible banda «Los Destructores», el terror de los años 80′ y 90 ‘. Así decía, tanto decía y paraba misio.

-¡Aquí no se aceptan violadores! ¡Sólo bandidos! -ya teníamos a un asistente para la limpieza, el recojo de basura y el punto principal de la burla.
-Te llamarás «La Susanita» -risas oscuras.
-No te muevas de allí concha de tu madre.

-Firme te estás ganando tu cuota.

Sentí desprecio.

II.

Caminando entre las avenidas principales de Surquillo, Angamos, Marzano, tras portones de hierro y muchedumbres, mi madre ofreciendo material educativo de mi tía Flor. Me llevaba de su mano a paso ligero, ella soñando, concentrada, preparando el discurso apropiado, firme y muda.

La espuma del cielo gris estrella a su tristeza en la calle. El pueblo mudo y bullicioso. Hombres deambulando a prisa, niños de la mano o en brazos. Olor a smog y melancolía, veredas y casas corroídas por la lluvia y humedad. Palomas olvidadas sobre pilares de cemento o cables de luz, inmóviles, negras, parsimoniosas, observando nuestras almas. Me apenaba, de niño poseía la capacidad de sentir con agudeza, sentir vidrioso el suelo llano, fortaleza inocente, pesimismo en mis ojos vivos y caídos, una cualidad única en un ser tan pequeño, una marca gigantesca.

Mamá era consciente de ello, lo sospechaba con incredulidad, con mesura. Ella creía en el destino, me platicaba del pasar lento, lóbrego y austero del tiempo. Yo sólo quería pasear a su lado, escucharla, reflexionar con ella, aconsejarle, jamás separarme, estar a su lado; era lo único que quería por encima de todo, por encima de Dios. El Dios piadoso que mamá enseña.

Pensaba tanto mirando el cielo, imaginando al gran creador celestial, en túnicas doradas y coronado de ángeles. Dios afligido por nosotros, por estas palomitas desperdigadas y odiadas, Cristo llora por nosotros, nuestro error, indiferencia y fragilidad ¿Somos fáciles de pecar? ¿Hay un equilibrio entre el bien y el mal? Somos tendientes al mal y debemos purificarnos, yo me quiero ir con mi madrecita al cielo… podía pensar por horas y horas
-Mamá, ¿Por qué hay tanta gente mala?

Dentro de una pollería de buen aspecto sobre sillas acolchados, manoseando los cubiertos, nervioso, preparados para almorzar algo exquisito. Mamá bebiendo su refrescante coca-cola, haciendo mil apuntes en su agenda de yute. Mis ojos hacia la ventana mirando a esas personas ir y venir sin aprobación o desdén.

-El hombre siempre elige lo fácil, mi hijolín -me contestaba mirándome con atención.
-Quiero ser veterinario de grande. ayudar a tantos animalitos.
-Serás lo que quieras, Danielito; eres brillante
-¿Dios siempre nos va a perdonar, mami ? -pregunté interrumpiendo el sentido primero de la conversación, como confesandome a mi única amiga .
-Siempre, mi papito, a ti siempre porque eres un niño muy bueno y Dios te conoce -dejó su agenda de lado.
-¿Yo soy bueno, mamá ?
-Eres más que solo bueno, tu corazón es un copo de nieve. Te preocupas por los demás y los animalitos, tus profesores te adoran y dicen que eres demasiado inteligente.

Sonrojé. Mamá me miraba con sus ojos de amor avivando el ambiente grisáceo al contraste de sus cabellos rojos, su piel color canela, limpia, lisa y brillosa.
-Nunca debes tener miedo de opinar o hacer lo que sea mejor para ti. Nunca guardes cólera o resentimientos, nunca, mi hijo.

Desperté de otro sueño intranquilo.
Hoy nos trasladan a nuestros respectivas. Sólo siete de nosotros coincidimos en la «1-c», el Pibe piurano, Deyvid, Ronald, el chato Edward, Jimmy de Virú, el viejo Loyola y yo. Solo nuestras almas y un costal con nuestros útiles básicos. Los mensajes de mamá escritas en papel higiénico en los bolsillos, un lápiz y monedas. Ascendimos al tercer piso por la escalera de caracol maloliente, mugrienta. Recordaba al Yamir, ojalá esté atento de mi llegada. La entrada del tercer piso la resguarda permanentemente el técnico encargado, esté apenas nos miró, pasó lista e ingresamos. El pabellón se encontraba vacío, caminé hacia la celda que me correspondía, celda 14, empolvada su pared, la puerta y ventana de fierro oxidada, cubierta esta última por una sábana, dejé mi bolsa en el suelo y sentado sobre una tumba esperé. Un venezolano dijo que era horario de «cuenta». No comprendía ello. Ropa colgada en percheros, zapatos y zapatillas desperdigados, baldes en cola al caño del diminuto baño, un leve humor a gente moribunda. Pocas almas podía percibir en el pasillo, pasar fugazmente como este sentimiento de aberración, de oprobio, y la mía desconsolada, dividida entre mis recuerdos y este mordaz castigo, algo debía de alcanzar relación en ambas. Al menos me siento seguro que en este antro de mierda lo sabré; es que necesito, ansío reconocer a donde llega mi valía, mi audacia, mi fuerza.

Un alma triste asomó. Dos, cinco, diez…
-Eres el limeño, que ha llegado. Tu paisano, gon, Jota, dale su bienvenida, bocaseca de mierda. Oe, limeñito, -dijo un joven alto, portentoso, con un tono de autoridad y burla. Su rostro solo dejaba ver ira contenida, impotencia, energías amilanadas. -te ha tocado de compañero el limeño más bocaseca de todos.
-De qué parte eres, -otro joven de test trigueña canela enfrente de la tumba donde yo descansaba mi mente me habló- me llamó Jhonatan, soy de Comas. ¿Estás sano, te has achacado? ¿Has dormido en el suelo en prevención sin colchas? Te veo mal.
-¿Como que achacado? Soy de Villa el Salvador, Los Rojos.
-Los Rojos. Sí conozco. El es Toya -señaló al primer joven que se retiraba- es el delegado. Los demás que ves también son de esta celda. -Muchachos y viejos entraban y salían.
-Que, jota, jota, él es de tu barrio. -Se acercó un joven muy delgado, al hablar parecía entrecruzarse las palabras, ansioso, agarrándose las manos por inercia.
-Sí. -Contestó seco Jhonatan.
-¿Conoces a Brunella? Yo he lateado en tu barrio. Esa jerma trabaja vendiendo desayuno en el grifo de los rojos, en la avenida principal. -Me preguntó.
-Creo que son dos hermanas si no me confundo. Son guapas. Mi causa las conoce mucho más.
-Sí. Sí las conoces. Putamadre, pocos días antes de caer aquí la llevé en mi moto al centro de Lima todo el día. ¿Tienes línea con alguien allá? Quiero el número de esas loquitas.
-Aún no llamo a nadie, pero sí, mi causa Alonso me responderá el teléfono a la primera. El vive allá desde niño.
-¿Alonso? El conoce a unos punteros de las brisas.
-No he lateado en las brisas, para ser sincero.
-¿Qué delito has caído? ¿Cuántos kilos?
-Ciento treinta kilos.
-¿Solo?
-Sí.
-Uhmmm, entonces, manejas caña.
-La camioneta era prestada. Me imagino que el dueño estará escondido.
Gente ingresaba y salía. Algunos reos me sacaban, me estudiaban. Pensé que mi mejor estrategia era pintármela de tranquilo.
-¿Qué otros limeños vinieron contigo?
-Hay uno de Comas, de Pascana.
-Ah, sí. En que celda está, vino contigo aquí.
-En la 18 si no me equivoco.
Jota se levantó de inmediato.
-Vamos. -Dijo.
-Luego seguimos hablando.

Apenas al salir un joven con una gran bandeja de madera ostentaba un tallarín con pollo. Moría de hambre de algo decente. Dos meses a pura paila.
-Compramos a medias, paisanito. -Me dijo Jota.
-Yo compraré, no te preocupes. Luego intercambiamos favores.
-No te expreses así, que aquí los vagos te sacarán la marca. -Dijo Jota un poco más calmado.
El joven con un chuzo en la oreja y parte de la mejilla nos entregaba los cubiertos. Muy amable me cobró. Presentí que a los nuevos como yo nos tratarán de esta manera especial.
Cenamos del mismo plato mientras me comentaba de la flaquita Brunella, que salieron al centro, que el maneja moto, y de que conocía más chiquillas de mi barrio y etcétera.
-Escúchame, paisano, aquí debes portarte bien. Solo acuérdate estas dos reglas: respeta a la gente que fuma su pasta o su marihuana o jala su terocal, respeta el sueño de los demás. Y lo más importante y me olvidaba, ten palabra de varón, de bandido, aquí la palabra es un documento. -Dijo muy resuelto, seguro.
-Sí, cosas así escuché en prevención. Gente que no cumple su palabra pueden ser muy despreciados.
-Aquí lo que importa por encima de todo es tu palabra. No quedes en nada con nadie. Desde que cumplo cada palabra que digo no me ha ido tan mal.

Cruzamos la puerta de la 18. El chato Comas y el Pibe sentados en unas banquitas como que usan los zapateros en las anchas calles del centro de Lima, rodeados de algunos reos en semicírculo, ellos escuchan más que opinan. Un hombre sobre la tumba principal les exponía algunos puntos. Parecía ser alto, trigueño claro, corte de cabello clásico muy corto, bigotes y barba reducida. Portaba un viviré blanco, un short y sandalias, un anillo y un collar de oro. Su aspecto no imponía, era más bien agazapado, no era flaco, no parecía débil. Pero nunca pasaba desapercibido. Parecía ser alguien entrado en años, ergo, su cuerpo casi atlético y sus gestos, sus maneras de tratar, su voz portentosa, como la de un político experimentado, y el silencio que acompañaba sus palabras me dieron a entender que no era un simple reo.
Entró Jota primero.
-Toro, que tal. -Dijo Jota con mucho respeto.
-Llegaron la nueva promoción. Les estoy explicando las normas de convivencia. Aquí hay otro de tu monte. -Respondió el hombre de la tumba y miró de inmediato al advenedizo, al intruso, al foráneo. -¿El es tu paisano?
-Buenas tardes. -Dije. Algunos reos me miraron por mi excéntrica respuesta.
-El escritor Daniel Salas. -Dijo mi causita el Pibe.
Toro de Wichanzao, La Esperanza. Este hombre pertenecía a esa extraña e incomprendida nobleza que inició las brutales olas de violencia alrededor de todo el territorio de la Libertad.
-¿Eres escritor, muchacho? -me preguntó el Toro. -¿Cómo te llamas?
-Daniel. -Respondí.
-Mi tocayo.
-¿De quién es el tablero de ajedrez? ¿Quién juega? -Dije bastante nervioso, como desubicado, como tratando de escapar a todas estas situaciones.
-Es mío. -Respondió el Toro – ¿juegas también?.
-Claro. Hace años que no juego pero volví a retomarlo en prevención. Fui campeón en el colegio a nivel de grados.
Algunos nos miraban. Jota ya charlaba con el Edward de Comas. El pibe sonreía sarcástico.
-Allá en prevención este muchachito se la paraba escribiendo y escribiendo. -Su acento de argentino era de lo mejor.
-Sí. Es algo que practico desde muy joven. -Miré al suelo.
-Mañana te mando a llamar, limeño. -Dijo el Toro.

Algunos reos me preguntaban si escribiría algo de la prisión y la gente se dispersaba. Nadie podía permanecer quieto más de cinco minutos, es lo que percibí.

De la celda 18 a la mía no son más que veinte o quince pasos, calculaba mientras regresaba con Jhonatan.
-La celda es pequeña pero te vas a adaptar. ¿Qué hacías en Lima? -me preguntó.
-Vivía con mi novia, man, que cagada es esto, en serio. Poco antes había alquilado un cuarto, como una base para guardar la grifa. -Respondí.
-Tu jermita, qué sabes de ella.
-No lo sé y no quiero saberlo. Estaré condenado a 15 años lo más probable, ¿para qué tenerla retenida conmigo?
Jota sonríe.
-¿Qué has estudiado?
-Derecho apenas año y medio. Vamos a llamar, Jota, por favor. No hablo con nadie desde hace 2 meses.
-Vamos, -me dijo y le seguí.
El holt se divide en dos zonas, la primera se organiza en base a ocho teléfonos. La segunda se ubica un tabuco, el economato de Marquina y de Yamir, y el gran salón repleto de muchachos delincuentes no mayor de 25 años. En un rincón sillas y baldes, un escritorio pequeño de algún varoncito. En medio, un televisor Smart de no más de cincuenta pulgadas.
-Tú eres de Villa el Salvador, paisano. -Un muchachito me habla directamente. -Me llamo Steven, soy de Lurín, el anexo, kilómetro 40.
Era trigueño, de mi estatura, algo achinadito, de unos veinte años a lo mucho y un carácter infantil. Contesté con la mirada.
-Mis primos son de Villa el Salvador. Te considero como mi barrio. ¿Cómo te fue en prevención?
-Hasta las huevas, paisano, prevención es lo peor del penal. Aquí es más relajado.
-Tú no te paltees por nada. Los limeños somos una sola idea. Quien sea que te joda avísame para sacarle la conchesumadre. Mi primo está casi dos años en régimen, lo consideran como mierda los vagos de aquí, si tienes que caer al castigo, cae nomás, mi primo te va tabear.
-Como es con el tema de la visita femenina, explícame. -Le contesté.
-Tienes que registrarte en dirección. ¿Tu flaquita como está? ¿Aún no llamas, tienes tu cuenta azulito?
El azulito se llama al servicio de comunicación de los penales del Perú.
Algún reo con un pequeño parlante en sus manos resonaba a alto volumen algún reggaetón o cumbia moderna. Jota manipulaba el azulito. Me llamó con la mirada.
Llamé a mamá luego de dos meses que me parecieron dos largos años. Hablé con Dánika, mi tía Elvira y mi abuela. Les dije que todo estaba muy bien, que el pabellón es tranquilo, que la cárcel ha cambiado, ya no es como antes. Que todo estaba muy bien, perfectamente bien.
Aún hoy tengo comunicación con Jota y Steven.

Tercer día en el pabellón cucaracha, como le llaman los reos. Las cosas ya no podrían ir peor. No le puedo reclamar nada a este azar tan dramático y banal que compone las cosas. Mi vida nunca tuvo un orden, camino, planes usuales como las de los jóvenes, organizar mi tiempo dedicando una gran parte a actividades productivas, estudios uniformes, cuadriculados, obsoletos. Cuando leía a Burroughs sentí que sería capaz de entender la vida en su complejidad. Para un joven aficionado a la rebelión casi inexistente en estos tiempos no habría de tener muchos caminos. Entonces no solo era injusta la cháchara y el estilo de vivir de la gente, el tiempo mismo me parecía una injusticia. Mi cuerpo y mente no le sirven al estilo moderno de vivir. Llegué a sentirme como un condenado, tristemente directo al cadalso a ser suicidado. No había muchos caminos, entonces… reflexiono agitado, vehemente, confundido, recuerdo a esas personas que por mucho tiempo me alejé y ahora aguardan mi llegada: la familia. Qué es la familia. Desvarío con mi cara perturbada mientras van y vienen estos individuos. Algunos con ropa muy desgastada, sin asearse muy bien debido a la escasez de agua; cuerpos vacíos y sucios intentando sonreír al destino que les tocó. Risco me saluda, me pregunta amablemente qué haré, algo quiere, pienso, me pulsea por algo. Anoche me compartió sus diarios que las componía en el pabellón F. No percibía fuego miserable, tanta sinceridad en un simple sicario. Ese arrepentimiento y su soledad lacerante, me conmoví, compartí sus profundos sentimientos; me contó como cayó, sobre sus asaltos en Trujillo y los fantasmas que le jalan los pies al dormir, dice él que son sus víctimas que no le dejan en paz,

Apagaron todas las luces. Por fin, la tranquilidad. En calma pienso, que me toca hacer, maldición, quince años es casi la vida completa, que carajos debo hacer. Mejor no desesperarse, aún falta mucho. Son las cinco de la mañana, ya me acostumbré a dormir en el suelo, debo pensar donde caer. El Jota duerme solo, me ha demostrado amabilidad y somos del mismo monte. Podríamos empatarnos. El gato andrajoso merodea y maúlla, rebuscara en la basura algún pedazo de carne. Intentaré dormir un poco más.

Cuarto día. Faltan dos días para terminar la semana, el séptimo no lo voy a sentir. Hoy hace bastante calor. Sentado, callado y observador me encuentro en fila del teléfono donde llama el Jota. Presta atención a mi existencia.
-¿Quieres llamar? Estás aquí como media hora. Falta todavía que llame el Serrano, Larry, Adolfo, yo otra vez y allí te puedo dar espacio. Mejor anda camina un rato. Intenta entrar en ritmo, causa. -Dijo seco y continuó su llamada.
-Mejor. -Contesté.
Un muchacho me llamó desde la pequeñísima área del economato. Era Yamir.
-Qué haces, paisanito.
-Quiero llamar a mi viejita. -Respondí. -Que tal, podemos hablar ahora, Yamir.
-Mira, anda al teléfono donde se encuentra el Psicosis en el canchón. Dile a ese gordo que quieres un sagiro de parte mía. Tú hazlo nomas.
-En un rato lo hago. Quiero hacer un recurso, unas monedas, quisiera mandar kilos de marihuana para el barrio. -Dije, convencido que Yamir me daría la mano, no por una cuestión de principios del maleante, sino porque habría un intercambio justo de favores.
Yamir cortaba carne de chancho con un cuchillo, con bastante dificultad. El viejo Marquina nos ojea En la cárcel nada es gratis.
-Como te decía, paisano, conozco a todos los de este pabellón. Fui el primer limeño en caer, me recibieron los Chaleco de la celda 7, el Danny y el Osvaldo. El primer día entre con unos buenos jeanes y unas tabas Jordan, y me achoré en la primera. Tú, paisano, tú no me hagas quedar mal. -Yamir no me mira a los ojos hasta esta última frase. Me señala con su dedo meñique. -Si tienes que achorarte, hazlo. Si te ventajean entre varios o algún viejo, me dices y le caigo con mis causas. El pendejo que quiere encender el fuego. -Yamir señala con sus ojos a su frente -El es mi cuñado, es el Guasón, aquí lo conocen más que a mí. Yo soy de Villa el Salvador pero él me recibió en Chepén. Somos familia. Ves a ese negrito sentado mirando la tv, de cabello ondulacho. -Yamir señaló con sus dedos al negrito que permanecía inmóvil -él es el negro Memín. Con ellos voy a las que sea, paisano.
-Entiendo, barrio. -Te avisaré a la primera.
-Diles que las rejas se abren temprano, yo, barrio, yo te voy a tabear, ya te he dicho.
-Puta, habrá sido duro que seas el primer limeño en este pabellón, es, no sé, es anecdótico. Es… -me interrumpió.
-Así es pe, paisano, así es la cana. -Yamir lleva las vísceras a una bolsa, los huesos a otra olla. El alboroto nervioso de los ayudantes del viejo Marquina. La estridencia del gran salón. De alguna forma mi tristeza se agrupaba en las ruinas de esta desesperación colectiva muda y sorda.
-Yo trabajo con el viejo Marquina desde hace tiempo. El presta dinero, si te hace falta, dile nada más. -El viejo Marquina parece de sesenta y tantos, pero se siente un hombre jovial con su cangurito al pecho guardando las monedas y billetes.
-¿Cuándo te quitas de acá? – me intimidé.
-Me faltan cuatro años aún. Ojalá no me cambien de piso, barrio. Ese día que te vi me llevaron para allá porque le metí puntazos a un faltoso.
-Este lugar no era como me imaginé. Solo quiero esperar a mi juicio y hacer algún arreglo y sacar la vuelta, barrio. Presiento que saldré de esta huevada, sea como sea.
-El Fabián seguro te hablo del Toro. Es su causa.
-Me dijo que con el Terco me acercaría al Chamorro. Beycker anda tras ese grupo.
-Yo lo recibí al Beycker, su tío, el viejo Terán de la C2 me pidió que lo recibiera. Así lo hice, el siempre va decir que yo lo recibí. -Marquina con sus dientes de plata lo llama para que atienda a la gente. -Barrio, ten esto, y luego hablamos ah. Tú y yo somos de Villa, tú y yo nos tabearemos aún más cercanos, porque somos del mismo monte, barrito. -me dio una palmada y se dispuso a las órdenes de Marquina.
Me retiré con la botella de agua mineral que me obsequió.

Decidí empatarme con los limeños. Syño, el único surquillano en el pabellón 1-C de El Milagro me diría muchos meses después que el acto de reunirnos entre limeños era una necesidad en este caso, puesto que nos encontrábamos lejos de nuestro monte. Edward de Comas me dijo que en Lurigancho los pabellones se estructuran en base al distrito de origen de cada bandido. Aquí me decía Syño, aquí la gente se reúne con su barrio por instinto, por estar con lo más cercano a su sangre, su clan, digamos, por así decirlo, su entorno natural y se tabean con fraternidad incluso. Syño descubrió su vocación de narrador y escritor en el penal. Lo envidaba y se lo decía. Con Syño podía conversar hartos temas que con el resto de los 400 presos no era posible. Recordé que en la calle yo podía ser un gran conversador sobre temas de un interés poco fuera de lo común. Así me gané amistades, novias, y quizá algo de respeto. Era un muchacho muy aventurero. ¿Ahora que me corresponde conocer? Estoy ahora sí, realmente a un paso de la muerte, ya no por delirios ezquisoides ni por pretensiones líricas.
Camino a los teléfonos del canchón a buscar al Psicosis. Ocho teléfonos para por lo menos, cincuenta personas en fila. Música chicha hedionda, el olor de la basura soleada y el cagadero de los baños al lado. Ocho personajes a mi delante, soy nuevo, que significa, que deberé esperar por lo menos dos horas. En otra fila está el cholo Hortensio, cabizbajo, parece meditabundo pero en verdad este tipo no puede pensar más que en lo fea de la paila, en donde conseguir periódicos, en cagar sin que lo jodan y que más tonterías. Me acerco al Psicosis, un hombre regordete con rostro de trujillano, lo que significa, rostro de malo, iracundo, de perversión en su interior, de que necesitan destruir algo. Psicosis cobra minutos, se apodera del teléfono abasándose a su aspecto y edad y porque Yamir es su patita.
-Psicosis, dame sagiro, causa -le digo cerca a su oído -de parte del Yamir.
Psicosis me mira unos segundos a mis ojos perdidos. Piensa.
-Ya, después de él chapas. Un minuto nomas. -Respondió seco y continuó parloteando huevadas con el que le secunda, un flaco alto que le llaman Pelao.
-Dos a lo mucho -le respondo.
Tres reos que se encontraban atrás no hicieron comentario alguno. Se mordieron la lengua. La mayor causa de las peleas en la prisión se debe al derecho de utilizar el teléfono.
Luego de dos meses sentí algo extraño. Algo que carecía casi por completo, algo que haría mucha falta para sobrevivir una extensa condena. Provenía de un sujeto aparte de mí. Me era difícil entender que me encontraba con alguien que consideran y respetan. Mi cholay, Yamir. Sentí respeto.

III.

Una sencilla tienda de abarrotes, posters agrietados de cervezas de mujeres sensuales, humo de cigarrillos, el ir y venir de los vecinos. La tía de Limber atendiendo muy alegre, comedida y servicial; del interior surgen comensales de la peña, los miembros foráneos de la familia Montoya. En la fachada la alegría, por dentro la peña cervecera. ¡Qué calor, conchesumare!, dice Tony, un sacalagua que borracho es el alma de la fiesta, un histriónico, un bullanguero; cuando está sobrio es de mirada sombría y opaca. El cojo, tío de Limber, me reconoce, saluda, apresura su paso al interior; el cojo es un buen borracho y buen mujeriego: siete hijos y otro en camino. Dice el mismo Limber que las tres madres se conocen y se llevan de maravilla. En el barrio los chismes corren como la melancolía a mi vaso; brindo con Limber un viernes de chelas.
-Todos los sábados que llegaba al barrio compraba una caja de chelas afuera de la jato de Richard, invitaba a beber a todos. Un borrachin que se le extrañara -dice Limber sereno y sorprendido.
-Yo también quisiera morir atropellado por alcohólico, sin mucho dolor. -Dije sin pensarlo mucho.

Richard atraviesa su puerta de vidrios empolvados, somnoliento, pensativo, quizá recuerda a su primo, que falleció anteayer, piensa en su juventud con él, atravesando puertas y muros enlodados de recuerdos ajenos.
Le di mis pésames.
-Mucho contemplas las existencias, sensei -Richard sonrió y recordó, lo sospecho, nuestras discusiones sobre el absurdo, el total sin sentido, el individuo aplastado por el Leviathan, tendría 17 años y hablaba huevadas.
-Hace un par de días caímos al Edén con este pendejito, que ricos culitos, carajo.
-Mi primera puta se parecía a Celeste -dije mirando al huraño de Richard, y desde la avenida del barrio se acercaba David. David era un dealer de poca monta, cuñado de Limber, cuerpo delgado y huesudo, pero parador. Sus cabellos a lo Bob Marley atraen chiquillas y a él no le importa que le vean.
-Dani ya se estrenó en el cuarenta –dijo Limber saludando al rasta.
-Jah –gesto amical del rasta– ¿cuándo bajas al ghetto, manito? A la gente le vacila la ropa deportiva –me dijo y abrazó a Richard.

Los hombre ebrios arman las mesas en la fachada exterior bajo el racimo de madera antigua e hileras de plástico de festividades de año nuevo amarillo, muerto y sucio. Los niños del barrio corretean entre la pista del jiron J., las veredas, el mercadito antiguo, el paradero de motos. Suenan algunas máquinas cortadoras del taller del padre de David.
-¿Tu amiga Abi va a venir? – preguntó Richard recomponiendose –ya me conoces, prefiero pensar en putas, quiero ser un suggar-daddy.

Richard es un parroquiano, su vacilón no es la droga ni el robo, su vacilón son las putas. El rostro de Limber sonríe, extasiado de alguna idea, el fornido y pálido Limber anda pegado a chiquillas adictas a las pepas, quizá le miren su cara ancha y sin mucha expresión que emula a algún maleante del barrio.
-La gente que mueve más monto, Dani, tenemos planes para el futuro.
-Relajado, causita, tómalo con calma – agregó David.
-Alonso conoce putitas de alto calibre, causas, caritas, más de lo que podrías, amigo filósofo. Quizá así surja algo.

Richard es un filósofo egresado de San Marcos, a sus 34 años prefirió vender cervezas al barrio y pelotear con la gente, taimado y bajito de talla, el pobre nunca pudo ejercer, no quería…
-Estoy enamorado de Gaby -dijo Limber con un tono único de voz indescifrable.
-Es muy hermosa, es muy hermosa -dije sin muchos ánimos, sin embargo, aparecía Gaby y sus piernas largas, y su naricita pequeña cuando ríe.
-Tienes que bajar donde la gente, Dani. Allí aprenderemos otras locuras. -acertó Limber como leyendo mi mente.

Corrieron más vasos, chismes u ocurrencias. Debido a mis estudios universitarios no podía darme el tiempo libre de beber y divertirme. Vivía estresado en una rutina que me oxidaba el pensamiento y el cuerpo. Es decir, escuchar a David comentar cosas como sembrar, como bajar a discos céntricas, como traer merca del norte, que robaba de chibolo. Escuchar la crudeza de la gente me parecía un acto que podría bordear lo que entendía por libertad.
-Bajaré a hacer la cagada. El Pedro me ha pulseado para hacer algún robo. ¿Qué me aconsejan?

¡Cariño bonito!, gritaba Tony. Cariño bonito del Zambo Cavero retumba el equipo de bulla, Tony aplaude, risas estridentes, hombres con naipes y cigarrillos. Fumando cigarros, escuchar planes, hacer la hora, recordar que abandoné los estudios, que Celeste me iría abandonar por ello, que todo me sabía a basura. Recordé que desde muy joven me hice adicto a buscar mi propia libertad. Fumé.
-Abigail tiene marido. Es muy promiscua, no sé a dónde llegarán, ¿recuerdas a Antonio, Li?

Aparece una mototaxi en la vereda de Richard, esos modelos antiguos que aún existen y los rematan hasta en mil lucrecias; varios muchachos hoscos y reilones descendían para el hueco de Richard, un bar casero humilde; nosotros arrimados a la ventana cortando la coca de David.
-Mirada panorámica y aspira -dice Limber-, hace dos noches tuve un ataque al corazón. Fue rico
-Rica está Abi, Daniel, tráela -agregó Richard chequeando su salita-bar y a los educados señores armando hierba.
-Ese pendejo carga monto sin papeles –Li saludaba a los muchachos.
-Esa loquita de Nayi se pepeó con N y Alonso. No sé como aparezco en una piscina, luego tirándome a N.

Resuena Contigo Perú del zambo. El canoso de Tony exuberante, cantor de peñas, diestro bebedor; el barrio entero sabe que le extirparon un riñón y la farra no muere.
-Es tu peña, es tu negocio, Limber, que puedes hacer. Quizás a lo Antonio, un vividor de mierda, encima es un maltratador -dije.
-Y a ella le gusta el maltrato -irrumpió Li.
-¡Pásamela pe, carajo, Daniel! –esgrimió Richard.
-Alonso es otro pendejazo -más cerveza, vasos, espuma, el ocaso, las chicas bellas.
-Pero Alonso no gana fonos, ni billeteras de taxistas, ja ja ja -agregué y recordé la mirada negra, insidiosa y penetrante de Antonio al dividirnos luego de robar ‘huacos’ en Benavides. Antonio y su rodilla sobre el vientre del chico surqueño.
-Mi viejo me amenazó -dijo Li- “¡Si Gaby vuelve a esta casa te vas de aquí!” Me cague de risa..
-Alonso es una mierda. Solo nos queda apoyarlo- dije y David reía de entusiasmo dejando sospechas.

La tía de Limber enciende las brasas, carbón, sazona los cortes de pollo sobre la negra parrilla. Un perro vagabundo olfatea las piernas de Maria, prima de Limber, invitándola a quedarse y a recibir restos de su bondad. Ella hinca sus ojos oscuros en mis ánimos, los quiere encender como hace años en inalcanzables fiestas. Richard se embriagó, Li me cuenta sobre flacas, sobre más flacas y mas flacas.
-David es respetado, desde los 15 años vende hierba de salón. –Li enciende su pipa con una grave ansiedad apoderándose de su carne y huesos- Tú eres un quemado desde chico también.
-Siempre te ha llegado todo a la punta del pincho, Daniel, primero que seré escritor, que seré un vagabundo y la conchesumare. Ahora quieres loquearte. No te visitaré cuando estés preso. -decía efusivo el bigotudo de Richard.

El curioso David permanecía silencioso escuchándonos, recibiendo llamadas, aludiendo encuentros, precios, pulseando a su “pacientes”.
-Daniel, dime algo, ¿por qué tú y Limber se enamoran de locas drogadictas?- chacotea Richard.
-Son las mejores -respondió David.
-¡Rastafari! -Un muchacho de ropas ancha y cierta mala pinta gritó desde la primera esquina hacia el mercadito. Rastafari dirigió su flaco y huesudo cuerpo hacia el anónimo.
-No habrá nadie como ella, Richard. -Dije medio ebrio intentando tomar una conversación nueva.
-Conocerás a otra maldita. Anda y emborráchate, Daniel -dijo el Richard intoxicado

David nos convenció de caer a un bar, él pondría las chelas, Limber llamaría a las chicas, pero antes debíamos beber. David desmoña la hierba en la pequeña rotonda del parque más quemado del barrio, nos contaba cómo conoció a su caño, como la trae, la calidad y en una vuelta cómo la mierda apesta. Limber parecía hacerle reverencia. Yo me sentía embriagado oyendo como acuchillaron a uno de los muchachos que nos rodeaban, un cantante a duras penas de trap moderno. David le drogó más aún y cantaban juntos. Las imágenes dobladas, marcadas, confundidas unas con otras. Aparecí en un bar chicha, mesas de plástico, luces en movimiento, botellas y humo y David rastafari. Afuera un motorizado de policía conversando con un par de hombres patibularios. David proseguía con sus anécdotas, Limber pulseaba chicas en llamadas, el trapero secundada al primero. Desapareció el motorizado. El rasta prendió su porro y Limber le prometió chicas. Como atraído por el humo, llegó uno de los invitados del velorio, el sombrío Milu acompañado de muchachos que sacaron a David a la calle, un chinito de piel amarilla, exageradamente sonriente. Me preguntaba sobre mi merca, como lo hacía y que precios tenía para él. Brotaba más cervezas. Limber salió a buscar a David algo emocionado. Las imágenes se tropiezan, se agreden, interponen. Milu fingía su rostro con gesto de cortesía. Veintisiete calendarios, un hijo y una mujer que lo amenaza con dejarle, se sirven un trago a su boca ancha y dientes desalineados, luego destapa un papelito blanco, se encierra en el baño y regresa. Sospecho que vende blanca.
-Tengo dinero guardado para comprar una nota –dije y quizá lo tomaron a mal esos ojos de perro nervioso.
-¿Qué hago con mi ñora? Nunca le he fallado en las fichas.
-No hagas nada, que te acepte como eres, M -dijo maliciosamente y se ríe, recordé a Celeste. Maldición, Celeste, la imaginé entera, sus ojos como de drogada, como perdida y angustiada, un ángel bondadoso, un ángel melancólico, Celeste, te voy a perder para siempre. Me serví más cerveza y fumaba como Alonso, hace años atrás cuando terminaba con Erika o la china loca.

Las luces multicolores se apoderan de mis neuronas ebrias, necesito un temblor interno, que me resuelva un cataclismo. Pronto, otros hombres patibularios llenan el bar. Pensé en el demonio y apareció el terrible Alonso, Nayi, Gabriela, dos chiquillas más con Limber y David tras de ellos apenas los reconoció.
-¡Cuñado, hay algo bomba! Algo malo. -Se interrumpió ella misma riéndose -algo que te va a alegrar!
No lo creo, pensé. Nayi desmoñaba mientras Alonso y David cuchicheaban. David sonrió y lo saludó muy fraternalmente.
Sus ojos empedernidos me observaban, estudiaban mi alma. Gabriela me abrazó de repente:
-¡Daniel, vas a ser tío, ya no estés triste! -risas inocentes y melodiosas. Gaby es muy bella, su rostro compacto, pulcro, definido por sus ojos marrones, vivos de encantos, su escote, la minifalda jean, las piernas enmalladas acosada de luces y hombres, muchachos locos por ella, un encanto tan natural.

Alonso, maldita sea, como hemos llegado a este lugar. Alonso es de los Rojos, sector Pachacamac de Villa el Salvador. Casi nunca he visto a Alonso solo, siempre acompañado de alguna muchacha. Por suerte es agraciado, blanco pálido, mirada alegre y como la de un niño que quiere desesperadamente ser tu amigo. Su vocación literaria no produjo ningún libro, solo recitales espontáneos borracho tras una muchacha guapísima y a locuras ingeniosas en nuestra corta edad. Poco más alto que yo y algo macizo, grueso. Desde adolescente era el tirapiedra que batuteaba los guerreos con otros barrios, el que cayó en la comisaría siendo menor de edad y llevaba la grifa, en las discotecas lanceaba celulares con su promoción y siempre se llevaba a la más guapa del sábado. Juntos participamos en la movida anarquista del 2015 al 2017, juntos hemos cantado y practicado rock en diversas salas, nos hemos emborrachado hasta morir en casi todos los distritos de Lima Sur y también algo del centro de Lima. Es como el hermano maleante que no tuve. Ay Alonso, maldita sea, voy a perder a Celeste así como perdiste a Erika. ¿Qué nos diría tu padre? “Todo lo que hacemos por cacharnos ese pye de manzana.” Rolo, el padre de Alonso es razón por la cual su hijo está loco. Nunca olvidaré la sensación del inagotable pisco de Rolo, pisco acholado con coca cola y limón al mediodía los sábados y lunes. Rolo cargando cinco bidones de pisco llegando a casa, perfecta imagen en las austeras casas ochenteras de los Rojos, dos en su morral, tres en sus brazos y Alonso saltando de emoción llamando a los amigos del alcohol. La gente del barrio le respeta a pesar de su alegría desmedida, es que Rolo es un chabacano, un comedido. Los domingos de resaca invita pisco puro a los amigos que pasaran por la cuadra. Algunos ya ni se atreven a pasar por nosotros. Nuestro point es la cevichería del Monaguillo, un cholo taimado muy servicial y pendejo, no deja de atender y hacer entregas todo el tiempo junto a su hermano, un regordete de pocas palabras. Rolo les bromea sin cesar; cog el emblema de la “U” en su pecho izquierdo y lo besa y dice: “Cremas toda la vida, campeones 200…, toda la vida campeones, para eso estamos aquí.”

Alonso me tiene agarrado del cuello.
-Gaby también es prostituta, y ella es la terrible, la que ya sabes, solo ejerce. Nayi consigue que sus amigos le entren al negocio -siento el brazo y la voz de Alonso en mi cuello- 2 a 3 lucas el polvo, ese culito de 16 años vale. Nayi y yo queremos que la enamores.
-Imposible, nunca me haría caso. Nunca… tamadre, Alonso, mi flaca me va dejar, ya está escrito -respondí un poco atolondrado.
-Ella no te merece, Daniel, no sabe de lo que eres capaz; solo yo sé, yo y tu mamá, eso grabate.
-No lo pongo en duda, pero si a Gabriela que coquetea a Li.
-Es su chibolada, yo sé que puedes ir directo a su corazón, así armamos una red.
-Quemaste, cómo así, han pasado dos meses desde Erika -bebíamos y limpiábamos los vasos con ron y gaseosa. La coca me retornó a la lucidez, vi piernas, inocencias, drogas y una gran torre arrasada, depresión. Noté que David bailaba solo y Limber estaba encaprichado tras una oji-verde.
-Nunca viviría esto con Erika, me imagino, disimulo, vuelvo al pasado; quiero locuras, divertirme, Daniel, esa necesitas. -me reí de Alonso.
-Tu carácter descendió harto, desde Nayi has vuelto al Alonso que conocí, creo, je-je. -respondí.

El cuerpo me tambaleaba un poco. Todo esto se debe al alcohol. Todo lo que nos ha pasado ha sido influencia de tanto trago, Alonso. Milu pretendía ser mi mejor amigo, hablándome pendejadas, cocaína en el baño, cocaína en la nariz de Gabriela, que guapa esa chiquilla, maldición, Celeste…
-Anoche gané ese celular, Dani, pero mierda, es un iPhone, no sirve para la venta. -dijo Gaby, ella no sabe robar, algunos de sus novios se lo habrá regalado.
-¿A ti no te da miedo terminar en la comisaría? -le pregunté a NayI, que lanzaba harto.
-No, soy menor de edad, puedo hacer lo que quiera -dijo, Alonso se balanceaba con ella en el salón.

No sé que estará sucediendo, solo sé que la gente goza, ríe, baila, disfruta de esta noche. Y yo, yo no puedo siempre.
-Esto quiero el resto de mi vida -me habló al oído al excéntrico David. Yo sentado hablando con Milu acerca de sus robos, su pesado en pandillaje.
Limber coquetea a Gaby, se la quiere alzar a la chiquillita.
-Necesitas otra novia, con más calle y más astuta -me escrutó Limber drogadisimo, con sus enrojecidos ojos y me desanime, ¡rayos! Algo estoy perdiendo y me niego, no voy a concederme el derecho del concilio a lo fácil, la débil, al grupo, al perdón. No hay nada peor que la mentira viviendo, u odiar en el alma las mentiras. Los muchachos de la calle, de casa, viejos locos intratables o putitas se sienten muy seguros de encontrar aquel lugar que les pertenece. Que rayos estoy pensando.

Milu sacó todos los gramos y David bailaba solo dentro de un círculo, Limber bailando con las chicas, envidia de los otros asistentes.
-Esto es libertad, Daniel, sumérgete. -gritaba Alonso bailando como un orate salido de un hospital; detrás de él yacía Limber, las nenas, Gabriela mirándome.
-Dile a Limber que no me insista Dani -me dijo Gaby.
No sé como escucho su voz de Gaby, tiene algo de lo que era Celeste, Celeste era una diva con suggar con plata, con viejos con harto dinero, era una ricurita para esos viejos de mierda.
Todo lo que nos pasa, Alonso, por tomar tanto. David vomitaba todo el trago.

Desperté, respiré hondo, me presioné el pecho. Como autómata bajé al canchón a llenar mi balde de agua fresca. La gente se pelea por lo escaso del agua. Siempre los trujillanos jodiendo a los venezolanos. Hoy me siento muy amargo, a donde mierda he llegado, maldición, madrecita mía, presiento eres la única que lucha por mi salida, tú y mi tía Flor, algunos amigos apenas contados con los dedos, Eli seguro que sí, pero la loquita carece de trabajo, o de amistades, y de estabilidad… mejor no pienso en ella, ni en ellos. No sé quiénes son los que juegan fútbol, pero parecen sujetos que no les importase ya donde están. La gente aquí parece pasarla bien sin problemas. Pensar en Eli, definitivamente, se alejará más de mí. Me da cierta bronca porque yo la tenía engreída para mí. Estoy solo. Tanto que quería estar solo, me regañaría ella, tanto que quería conocer el castigo de los anarquistas en cana. Esta mierda es tan atroz y despreciable que presiento abandonaría ideales. Esta porqueria rutina… mi ser quiere llover, y no puede, no debemos mostrarnos débiles. Mi madre fue la última persona que vi al salir en esa camioneta en el poder judicial al penal…

Rutina matutina, desayunar la paila o panes con fritura hechas en las celdas, o calditos de pollo a dos soles cincuenta, café e infusiones en bolsas de plástico, algún venezolano se las ingenia para vender jugos de frutas. Ayer los técnicos nos llamaron la atención, dijeron que hasta los violadores del segundo y primer piso viven mejor que nosotros. Se creen pendejos, pero de pendejos no son ni mierda, gritaba el Carrión. Ayer el Fresa de la 15 se trenzó con un muchacho de la 10 por una deuda de cincuenta céntimos. Formación, rutina, deambular cabizbajo, cientos de hombres la mayoría jóvenes perdidos por completo, rostros de desgraciados, arruinados, de odio.

Subir tres pisos de escaleras. A paso lento imaginaba los alaridos de Pedro y las burlas de Toya y Cachorro jodiéndolo a él, al cholo Rebaza y algún otro gil con poca actitud. Todas las mañanas al subir la cuenta es la misma historia. Todos en grupo joden a Pedro. Pedro M. E., es un muchachito gay, la gente lo sacó por su forma de actuar, de hablar y reaccionar. Acá uno es quien es y no puede engañar a nadie. Espero caminando entre el holt, ver la tv o el canchón hasta que sean entre las nueve y nueve y media. A esa hora la celda está más vacía.
El chato Edward me encuentra cerca a mi jato. El chato es de Pascana, Comas, medirá máximo un metro cincuenta y cinco. Es viejo, casi cuarenta años, tiene cortes en el rostro y desperfecciones que desgraciadamente lo haría un marginado entre las mujeres. Sin embargo, era muy educado y sabía tratar a la gente.
-Loco, te llama el Toro, dice pa que jueguen ajedrez.
-Ya voy, en cinco minutos.
Fabian y Jota mencionan que el Toro es uno de los hombres más respetados de Trujillo. Sus influencias también llegan a ciertos sectores del gobierno. Con él es tu vuelta, me decía Fabian, él es el único que te puede tabear para salir de esta cagada. Dejo en orden mi tumba. Sacudo las sábanas, quito el polvo con algún trapo viejo. Hago algo para matar el tiempo. Escucho comentarios del viejo Charcape o de Choloque. Tipos antipáticos del Valle y Chepén. Hago que no escucho, contesto preguntas haciéndome el idiota. Toya me saca la marca. Toya es un sicario de la Esperanza. Lo recibieron bien en este pabellón por la influencia de su tío, Gringo Toya de la Gran Marquéz.
-¿A dónde vas, loco de mierda? -Preguntaba el Toya.
-El Toro, tu paisano, quiere jugar ajedrez y seguro, me siento seguro, que quiere charlar algo diferente. -Dije airadamente ante sus formas burlescas y matonescas.
Los primeros días Toya me hizo una casi entrevista sobre mi auto formación y asumo que apenas pudo entender la décima parte de lo que le conté.
Al retirarme lo veo otra vez a Fabian, se me acerca.
-Vamos a jugar pelota los limeños, ¿sabes jugar?
-No, Fabian, no juego hace 10 años.
Fabian es de Barranca, norte chico de Lima. Es mas chato que yo, robusto y de actitud muy positiva. Supe que era taxista antes de asociarse con Adolfo. Adolfo era el que daba la hora, Fabían solo su conductor. Fabian de alguna manera era cercano al Daniel. Fabian utilizaba el nombre de aquel para ostentar algo…
-Debes aprender a pelotear. -Dijo y se fue. -El Toro te espera.

Llegué. Daniel me reconoció, me señaló una banca de madera. Conversaba con alguien y esperé unos minutos.
Sacó el tablero.
-¿Y como te va en tus primeros días acá, escritor? -Me preguntó.
-Bien, bien. Algo desordenada la celda, nada más. El pabellón se siente mucho mejor que estar en prevención.
-Allá se vive la peor parte, no. Peor que Natasha. ¿Estuviste en máxima?
-Sí, desgraciadamente. Lo peor nunca se presenta al principio, lo reflexionas después, no lo crees. -Le dije y le miré a los ojos.
-Tu viejita como se encuentra. -Me preguntó con un tono más familiar. Me pareció muy extraño. Sentí algo de temor. Hubo silencios mientras ordenábamos el tablero y las fichas. Reconocí al caballo, era mi pieza favorita en la secundaria.
-Lo peor que le ha pasado al ser humano es la cárcel, le dije a mi madre en la comisaría. La cárcel afuera o aquí, le dije, es una mierda que no vale la pena. Mi madre me conoce lo suficiente. Ahí, asimilándolo, imagino. Fabian me comentó de ti, igual Toya. Creo que usted es una persona de mucho respeto y de palabra. -Dije algo confundido.
Toro guardó silencio. Acertó, me leyó la mente, fui de avance, tajante, directo.
-El penal ha cambiado, ya no es como antes.
No entendí su respuesta hasta hoy.
-Sí, estoy de suerte acá en Trujillo.

Empezamos la partida en silencio. Mis manos temblaban, mi mente temblaba, el espacio tiritaba. No podía concentrarme. Daniel ganó la primera. La segunda también y la tercera. Decidimos una cuarta para cerrar el día.
-A los 16 años vivía en España y algo en mi química cerebral me obligó a aislarme y en esa fría soledad abracé muchos libros. Supe que debía ser escritor. -Le dije.
-Así fue, entonces, mi loco, que quemaste techo.
-Hace dos años leí El Sexto de José María Arguedas. Reconocido como el mayor novelista del país, el mejor en la historia. Este cayó en cana por agitador social, ligado a grupos comunistas tuvo que asociarse con apristas en lo que es ahora la comisaría de Alfonso Ugarte -Toro movió el alfil al casillero c4. No avisté a su caballo que yacía al asecho de mi torre. -Convivía en el mismo penal presos comunes y políticos. Los vagos no se atrevían a hacerles nada a los agitadores. El mejor escritor de la historia del Perú despertaba todas las mañanas escuchando los cantos del gay Rosita, un ladrón, y veía en el patio al negro Puñalada abriendo las rejas de la gente para amedrentarlos.
-Interesante, escritor. Mira, que te distrajiste, jake.
Imposibilitado mi torre de moverse. Pretendía matar a su alfil para evitar este maleficio. Si muevo la torre la perderé. ¿Qué debo hacer, Toro? Pensé. El bullicio de los reos aún me enervaba.
-Putamadre, mi torre. Perdí otra vez.
-Eres bueno, campeón de la secundaria del colegio parroquial.
-No juego desde hace mucho. Practicaré. -Dije seguro de mi mismo.
-Me debo retirar y hacer unas cosas. -Daniel ordenaba el tablero.
-Igual yo. Otro día charlamos, Daniel.
-Sí, loco.
Mi chapa fue el loco desde entonces.

Otra alba que nos saluda en la cárcel El Milagro. Me acuerdo de un INPE con su ak47 en un torreón de Máxima. Las ratas le secundaban, por debajo de él yacía el basurero. Danielito, dice Dánika, Danielito, no te dejaremos solo. Toco mi pecho con un puño para levantarlo y no se caiga.
Buscaba a mi causa Syño con la mirada perdida, mirada de perro callejero.
-Hay una película que vi antes de caer. -Le dije al fin encontrándolo.
-¿Cuál?
-Juego de lágrimas, película inglesa, creo que de culto.
-¿De qué trata? No la he visto, cholay.
Le expliqué que se centraba en la superación de la muerte de un militar de una cantante de bares, muerte a manos de un combatiene de la guerrilla irlandesa, quien se compadece del militar y busca a consolar a su mujer.
-Muy tétrica, causa, demasiado. La canción de fondo era lo máximo. -Yo no lloraba, mi voz sí.
-Cagada, que cagada. Por qué el ser humano tiende a la violencia, al asesinato, a la destrucción. Yo creo que por la falta de amor.
-Misterios del corazón, le dijo el dueño del bar al guerrillero cuando le preguntó por qué la loca se iba con ese maleante y se dejaba humillar.
-Basura. Los hombres así son basura, Daniel.
-Aquí la mayoría dice que a las mujeres les gustan los tipos violentos, los malos, los pegalones. Por ejemplo, el Morado de la 11.
-Cagadas. Por eso no me caen estos conchesumadres. Esta gente. -Y miramos a todo el cuadro. -Esta gente son la mierda que Trujillo no puede matar.
No entendí sus palabras de Syño casi toda mi estadía en cana.
-¿Qué dices?
-Sí, eso mismo.
-Esta gente son un fenómeno natural del modo en que vivimos. Causa y efecto.
-A las malas te acostumbras. Ya lo verás en unos meses. Estarás mas aterrizado.
-Mucho nihilismo he leído en mi vida. No sé si sentirme arrepentido.
-Arrepentido por qué, no pienses así, Cholay. -Syño colocó su cara en sus brazos.
-Creo que me arrepiento de mi rebeldía adolescente. Quiero estar en casa, con mi madre, mi abuela, mi flaquita.
-Todos nos sentimos arrepentidos aca, Daniel. -Dijo seco y cohibido.

Un muchacho alto, más o menos fornido, con la barba corta, ojos chinos y cabello muy negro con forma ondulada. Syño de Surquillo, un tipo muy histriónico, colgaba su sábana en los cordeles del patio, lava ropa suya o de algunos otros, a veces trota apenas abren las rejas, a veces puede ser muy amable y sonríe, tabea a sus amistades, a los limeños. Siempre intenta sobrellevar el mal clima.
-El primer día que estuve aquí me dijiste que los venezolanos y limeños nos llevaríamos bien, nos llevamos bien, por qué, ah. -Le pregunté.
-Aquí, aunque digan que el penal ha cambiado hay problemas de siempre, problemas de fondo, diferencias desde generaciones atrás. Aquí, aunque no parezca hay dos bandos, la gente de La Esperanza y la gente del Porvenir. La esperanza le gana en número, son la mayoría en todo Trujillo, y luego está el Porvenir. Los demás distritos se adaptan a ese ritmo o eligen qué bando.
-Yamir me dijo que para con los Chaleco. -Dije yo.
-A Yamir los recibieron la gente del Porvenir, por influencia de su padre que es del Valle y anda con los del Porvenir.
-Y un tal Terán de la c2.
-Sí. Y aquí no es diferente. Te reciben cual o qué bando y te adaptas a ellos por necesidad y respeto.
-A los Chaleco los veo siempre huraños, aislados, de pocas palabras.
-Así parecen esos viejos locos, pero son unos conchesumadres. Entonces en este contexto nosotros los limeñow no tenemos bandos. Estamos por demás igual que los chamos.
-Estamos por las huevas, jajaja.
-Así lo sabemos. Por eso de la putamadre con los chamos.
-Yo en poco tiempo siento un aire provinciano de esta gente. Se sienten mejores que cualquier raza, religión o no se que chucha. Miran a la gente por debajo de los hombros.
-Tú tranquilo, que a ti nadie te debe joder y no des confianza a nadie.
-Dan vergüenza.
-No todos, Dani, por ejemplo el Toro es línea, es serio, es diferente. El viejo Blass, el Yahir y Layza de la 2, Tito no se mete con nadie y es antiguo, el Rubio, Chinacho, Nechi, el viejo Ever, Edu de tu celda y otros.
-Sí, creo, saben respetar a la gente.

Syño se fue, le llamaba Cristofer del Callao. En que andarían, seguro que fumando grifa, no me gusta mucho la grifita. De todos modos no me llamarían, hay algo en mi que no le agrada a Cristofer. No soy del aspecto delincuente, soy un tipo más relajado, ya casi nada sociable, y obligadamente debo empatarme con esta gente. Estoy en una gran desventaja, maldita sea, como quisiera estar en casa, la casa que tanto he despreciado. Los domingos que no he paseado con mamá en las plazas de Pachacamac o Lurín siquiera, ni a Ica ni Paracas ni Chincha. Siempre tan pobres, conchadesumadre.
Me recuesto no mirando nada, quisiera escribir y ni papel tengo. Aguantaré, soportaré todo lo que deba y al salir seré otro. No me temblará la mano para nada. Seré más ocioso que antes, seré brutal, seré grande para mí. Volverá a mi Eli, o Celeste, volveré yo…
-Daniel, te estaba buscando -el flaco de los tatuajes de armas en los brazos. -Hablé con Yamir. El también me recibió acá. Soy Beycker -me extendió la mano.
-Daniel, soy del barrio de Yamir.
-Villa el Salvador. Sí he lateado allá. Vamos a latear por allí, no te quedes acá. ¿Qué paso con tu familia, tu viejita y tu jermita?
-Viendo como sacar la vuelta de este basurero, men.
-¿Fumas ganyita? Vamos al holt, te presento a los demás limeños, tienes que avivarte. ¿Con que abogado estás ahora?
-Mi flaquita fumaba todo el día esa hierba. Yo soy más de licores selectos. La ganya me densea, me pega feo.
-¿Como que licores selectos, a que te refieres, causa? -su voz gruesa, la barba al ras, su mirada, podría decir que tendría mi edad.
-Que soy barman y también hurtaba licores en las tiendas grandes.
-Vamos a fumar ganya pa que te relajes, mi causa, no andes tan sólo que la gente va querer otra nota con tu cara de yo no fui.
-Mi cara de gil, tranquilo, así así me he desarrollado. Ni modo. ¿Cómo me cambio la cara?
-No sé, mi causa. -Se reía tan naturalmente… -Te loqueas, mano, jajaja.
-Pareces rapero.
-Adivinaste bien, ah.
-Has escuchado mamborap.
-No Funes.
-Pagaria 10 soles solo por escuchar Del suelo al cielo.
-Esa es, conchesumadre. Disfrutando del barrio donde crecí, donde viviré, ya lo sé, nunca dejaré el barrio donde me crié… si fue el único consuelo que la vida me entregó. Esa es, loquito.

Ya estábamos en el Holt sentados como fingiendo mirar la tv.
-Que parte eres tú… -le pregunté algo tímido.
-De San Juan de Lurigancho, mi causa.
-He ido a conciertos nocturnos y bares algunas veces.
-Ah, sí. Vivo a pocos minutos de Bayovar en Los Héroes.

Godines se nos acerca para hablarnos huevadas.
-Mi encausado me va tirar dedo, mi audiencia es en 2 meses.
-¿No hay arreglo entre ustedes, nada de nada? -le pregunté.
-Caí con 30 kilos en Huamachuco, llevaba pa mi barrio el anexo en el 40.
-Eres menor, tienes un beneficio allí. Menores de 21 años tienen una espeice de reducción de años. Si te dan 6 nomalmente, te darán 5 y te puedes ir en menos de 2 años, pero debes portarte bien conchatumadre, -le dijo Beycker asustado y molesto.
-Me porto bien, oe, culo roto. -Le respondió.
-Ayer a este huevon lo amarraron.
-Eso me pasa por jugar y por jodido con la gente. -Respondió enfadado el Godines.
Llegó Miguelito y así pasamos el rato, hablando de nuestros casos legales y viendo películas. Miguel de Ancón era un buen muchacho, cuando se pelea con Godines es pa reírse… y Beycker renegando de los dos como el hermano mayor.

El primer día en el pabellón Syño se tiró boca con unos muchachos del Valle. Era en el teléfono del Tito, (Tito del barrio el Alambre y de la banda los plataneros, esto tenían el pabellón durante años junto con John Pulpo o antes de éste, no tengo el recuerdo claro de los periodos) y a Syño le correspondía llamar, y como suele pasar, los trujillanos imponen su “autoridad”. Syño se agarró a boca con uno de ellos y llevaba en la mano un lapicero. La cosa parecía ir a más, se armó casi un semicírculo tras Syño, y nosotros en el teléfono de enfrente al de Tito, le llaman el teléfono de los limeños. Nos paramos, Bryan, un cholo de barranca, con su banca de madera en la mano y Beycker adelante, el primero en acercarse, daba la impresión de interceder, Jota miraba desde el teléfono en su llamada activa muy al pendiente. Yo al lado de él, Fabian y Miguelito dan algunos pasos. Adolfo, el de San Miguel, otro de los más belicosos y portentosos de aspecto sacaba la marca con su agria mirada. Godines que a pesar de fumar marihuana como mierda no bajaba la vista. No pasó a más.

Hoy es domingo, el último día de la primera semana. Me sorprendo lo rápido que he generado lazos entre mis paisanos.
Hoy he tenido pesadillas con mi madre que a los pocos minutos mi mente olvida, algún altercado con mis primas, y no sé por qué Viviana aparecía… esta familiar ansiedad se apoderaba de mi existencia lírica; se deshace mi capacidad de pensar, de soportar, de sopesar, y pensando reconozco mi capacidad de sobrevivir aún en tierra, cuerdo, sensible. Desperté un poco más activo, indócil a mi acostumbrada fragilidad, doy algunos lánguidos pasos. El grandote de la 16, como le llaman, Davis, se para frente a mí y sonríe.
-Cómo estás, Daniel. -Pregunta y se marcha.

Respiro mejor bajo este polvoriento techo de alambres y el viento que filtra, viento marino, viento de estas tierras malignas. Resuelvo en no dejarme vencer, si dejo que me chambeen, si me dejo influenciar me hundiré en cana. Y yo solo quiero retornar a mi hogar.

La actitud de Davis me es algo extraña. En el área de prevención Davis me compartió muchísimo de su vida, yo le compartía mi bajadita que mi madre hacía pasar. Lo puedo ver sentado en el suelo, colgado en oscuros pensamientos con la cara inflexible. Totalmente descompuesto y desarreglado. Su manera de hablar se parece harto al Arturito de San Miguel. Davis es de los más altos en el pabellón, fornido casi gordo, de piel oscura, nariz perfilada, y mirada como de alguien bondadoso y paciente. Su manera de hablar no era como el chabacano venezolano, eso me hacía dudar de su procedencia. “Mis madres son de Portugal, tengo familia por allá y el resto de Europa. No sé por qué mierda estoy aca, Daniel. Extraño a mi mascotita una pequines. Me trajeron esposado ocho horas en la parte atrás de la camioneta y yo esposado. Convivía con una limeñita que su vida era una locura, mi causa.” Palabras de Davis que dan vueltas en mi cabeza. El también convivía con una chica al borde de su auto destrucción, o su auto abandono. Es que Davis como yo somos nobles de sentimiento. Oh, Elizabeth, ¿qué es lo que siento por ti? Casi no te recuerdo. Estoy herido por tu indiferencia, me lo merecí. Quizá sea lo más justo, no acercarte a este desesperanzado joven. Pero me dolía, me dolía tanto en San Andrés cuando tuve que aceptar la realidad. Ella dependía de mí y yo me aparté tanto, hasta llegar a prisión. Dolores en la sien y zona ocular superior, incomodidad, asco, soledad… el presidio de la mente y el cuerpo es insoportable. La angustia auténtica debe ser insoportable, no Elizabeth. Beycker me aconseja que no piense demasiado. Que fumemos ganyita y olvidemos el pasado, que el presente es Dios y lo que nos corresponde. Si él quiere que te quedes, te quedas. Si él te saca, agradece. Beycker todas las tardes canta, reza y baila en el salón lateral del holt. Su mirada baja, su arrepentimiento tarde, su gran delito, en respuesta a sí… Beycker está más cagado que yo. El no tiene a nadie, solo a su jerma que lo apoya y alguna tía media cagona, como dice mi madre. “Son gente barraconera, no se preocupan por el muchacho”. Mamá siempre caritativa con externos, ¿por qué? ¿Por qué mamá estoy aca? Le preguntaba. He sido un mal hijo. Y me aguantaba las ganas de llorar pegado al teléfono. No, nunca, nunca más me dejaré ver débil, pensé. Me deslizo a la maldita formación matutina. Los viejos de la celda en semicírculo bromeando con el violador de Charcape al medio como payaso. El payaso del pabellón. Los varoncitos predicando, los abandonados e irakís en el suelo como siempre. Sentados en el frío cemento 5 o 20 años. Vendedores de desayunos y drogas dispersos. La gente se obliga a sentirse bien, esto es lo más repudiable, Elizabeth, la felicidad forzosa. Ojalá no estés con alguien que te utilice y te dañe. Beycker me observa de lejos. Sonríe de esquina a esquina de su cara. Me llama con los brazos. El rincón de los limeños, José de la Victoria, Puga de San Martín, Steven, Cristofer del Callao, Miguelito, Fabian, todos, todos estamos cagados aunque finjamos buenas vibras. Conversando sobre futbol, sobre delincuencia, sobre drogas, quizá sobre libros. ¿De qué vale sonreir, Elizabeth? Si tan solo me hubiera acercado a sus pensamientos no estaría aquí. Sin duda no estaría aquí.
-Putasumadre, causa, yo recuerdo esa generación que batuteaba Solano. Farfán, Pizarro eran chibolos. El Chorri de volante se entendía con el Ñol. Acasiete brillaba en España. -Dice José, un trigueño, no tan delgado y discreto reo dedicado al trabajo en los talleres de sastrería.

Se me acercó el limeño de la celda 11, un muchacho que parece chibolo pero tiene sus 34, era el mismo que me preguntó sobre mis problemas en el canchón los primeros días, el patita de Salamanca, un pitukito desencajado acá en Trujillo, un marginado, Jordan Olivera, manosea un ceviche mañanero.
-Daniel, vente para acá. Prueba esta huevada, no es como solía comer allá en Lima pero es algo.
-Gracias, -dije y probé un bocado de jugo y cancha y cebolla. -Soy poco de consumir carne.
-¿Vegetariano?
-Sí, pero que más da ya.
-Dime, como caíste, como fue la redada, como estaban los tombos.
-Nos esperaban con varias camionetas, extendiendo los brazos, nos bajaron rápido. Apenas pude esconder mi dinero.
-Te han tirado dedo, loquito, el mismo Rodrigo o la competencia. -Cuando menciona algo sobre tirar dedo se pone nervioso, dilata sus ojos, involuntariamente hace movimientos con sus labios rosados. Jordan tiene buen aspecto, su forma de caminar y temas de conversación, parece de alguien que ha estudiado.
-Un tiempo caía por tu barrio, pero a Lurín a sacar merca.
-Yo bajaba a Miraflores por un cliente.
-Yo tengo hartos clientes por esas zonas. Te doy un consejo, loquito, yara con el Jota. Hace seis meses movimos merca con Fabian y perdimos una carga. Este huevón fue el único que no me devolvió mi parte.
Recordé la amicalidad de trato de Jota…
-Sí, algo así me da la impresión. -Dije…

Los reos alrededor de la puerta de entrada de los técnicos corrieron apresurados donde es la formación matutina. La gente dijo, “la guardia, la guardia, todos al suelo”.
Ingresaron los “robocops” y encapuchados.

Cuatrocientos reos en cuclillas, rodilla al suelo, inclinados con la cabeza gacha como haciendo reverencia a una imagen.
-¡Que nadie mire para arriba o le saco la conchesumadre! -gritaba el Albines. Albines es un cholo neto, nariz aguileña y mirada casi sin expresión, siempre que se enfurecía sus ojos se hinchaban. Es de los más temidos por ser un tipo impredecible.
-Todo gracias a este conchadesumare de Collique. -Esbozó Maraza como sacándose un cuchillo de su gran barriga. Al que llaman Collique lo vi por primera y última vez. El gordo Collique manejaba el negocio de la marihuana en el pabellón, tenía tratos con Maraza y otros técnicos subalternos a los de dirección. Se le veía nervioso y sonreía con vergüenza. Otro técnico le propinó palazos. Supe más adelante que gracias al soplón de Collique el técnico superior Maraza que era Alcaíde de los pabellones nuestros lo regresionaron a simple técnico.
-Ustedes, extranjeros, vienen a nuestro país, les recibimos y hacen la cagada. El país está peor con ustedes. -Maraza continuaba enfurecido. -¡Deberían agradecer!
El más gordo de todos, el de cara de cerdo se apellida Saavedra. Su ojo derecho que es más pequeño que el otro le daba un aspecto como si dilatara todo el remordimiento que no tiene; y Albines encapuchado dio la orden:
-¡Todos los venezolanos adelante!
Voluntarios y resignados caminaron delante de nuestras columnas. El último era Deyvid. Me preocupé harto. Los demás técnicos los rodearon. Maraza dio la orden. Entre cuatro y cinco técnicos los apaleaban y pateaban a cada venezolano. Dejé de contar cuando vi al tercero cayendo al suelo. Miré al suelo aturdido.
-¡Considera oe! -gritaba algún bandido anónimo.
-¡Considera, tío conchatumadre! -gritaba otro, pero nadie se atrevía a pararse.
-¡Considera! -grité sin levantar la cabeza.
-Acaso quieren irse al hueco, locos de mierda. Les hemos hablado, no queremos drogas, no queremos pepas, ni trago. Solo marihuana. -Gritaba Saavedra con su macana en la mano.
Uno de los presos más antiguos que apodan Piraña de la celda 1 se levantó a encararlos. Maraza lo trasladó donde los venezolanos y lo apalearon también. Entonces se levantaron algunos otros trujillanos y el colombiano se sumó. Los técnicos procedieron de igual forma. En consecuencia, nadie más quiso levantarse de su posición.
-Bienvenido al penal, loquito. -Me dijo el Mara sonriendo.
-Esta mierda es lo peor. -Contesté.
-Estos tíos te trabajan de loco, son así. -Y el Mara se cubrió la cara con la mano una y otra vez. -¿Entiendes, Daniel? Son así. -De nuevo el mismo movimiento.
-Mi causa es el barbudo. Con él vine en prevención. -Respondí.
-Ah, el de la 16. -Dijo seco.
-Quisiera levantarme y achorarme pero estoy cagado, mi cuerpo no aguantaría tantos palos.
-No hagas ni mierda. -Dijo Jota. -A ellos no les importa si eres delgado o achacado, o si tienes problemas mentales como el Oliver.
-A ese loco también le sacaron la mierda y todos saben que es paciente psiquiátrico. -Dije.
-Estás en un penal. -Dijo el Mara.
El penal El Milagro, pensé… Deyvid es mi causita. Con él conversaba mucho sobre mis lecturas, películas o cosas de chibolos enamorados en prevención. Tiene modales y formas muy superiores a este entorno. Siempre me saluda con respeto. Le vacila las peruanitas, me decía, las oriunditas. Carajo, mi causita, como debe doler esos palazos… Deyvid yacía con el rostro rojo y los ojos en el vacío. Los técnicos se los llevaron a enfermería. Nos dispersaron.

Por horas solo pensaba en lo que vi. Pensé, le invitaré una bajada a Deyvid, estará jodido. Ya casi las tres de la tarde, hora de conteo en el canchón, ordenando mis ropas lo veo a Deyvid en mi puerta.
-Dani. -Dijo con su voz casi apagada, sonriente también. -Necesito unas pastillas. Por favor, habilítame.
Rápidamente busqué mi arsenal de pastillas que mi mamá me envió.
-Ten naproxeno para el dolor muscular y alergicales ya que siempre padeces de la garganta. -Le entregué seis pastillas. -Y aquí hay un neurobión pa relajarse. Me reí.
-Gracias, Dani. -Dijo meditabundo. -Estoy en deuda contigo.
-No te preocupes.
-No, como que no. Ya mañana lanzamos el wiro.
-Ojalá. Sabes que prefiero neurobión con agua con gas.
-Me retiro, debo hablar con los paisanos. -Dijo.
Davis me puso en contacto con otros venezolanos de Lima Sur cuando salí de la cárcel.

IV.

Yamir me llamó, a diez minutos de mi audiencia sobre un tema muy pasado. Estaba furioso, lo comprendía, le dije que me esperara, unos días, paisano, unos díitas, me contestó que me vaya a la mierda con el dinero. El dinero no me alcanza. Me quedan menos de cien soles. Dinero exacto para movilizarme y… Yamir, lo siento, viejo de cana, estoy en crisis. Inició mi audiencia, la fiscal provincial de Surquillo y la jueza de no sé que provincia. Me acusan de hurto agravado contra un supermercado, que huevada, que gracia. Me he librado la muerte en vida y me acusan de algo que se puede pagar en 2 o 3 años. Hubiera preferido caer en Lurigancho por tenderismo, pagar una condena cortísima y salir. Sin embargo, en Trujillo hice amistades que no habría podido conseguir de otro modo.
Llamada de la universidad.
-Hola, locutor.
-Davis, mi hermano, como estás.
-Como está señor escritor.
-Putamadre, ayer estuve en la posta intoxicado, tomé harto ron porque ando misio. Escúchame, has llamado a mi primo.
-No, todavía, porque no hay señal conchesumadre, no hay señal se ha ido, los huacos no funcionan.
-¿Qué en serio? Yamir me llamó el viernes…
-Estoy con el fono de Ronald, y no hay señal.
-Oh, maldición. Davis, esta semana tenemos que ganar.
-Claro, mi pana, escúchame, te llamo luego, haré una recarguita y te llamo para coordinar.
-Listo, Davis, te espero.

Eli se fue a su trabajo. Desayuné rápido. Saqué mi laptop y pensé, escribiré, porque cada vez que se va a trabajar me aflijo, me sensibilizo. No pasa ni diez minutos y Elizabeth me molesta, me manda la canción Olvídala de Binomio de oro, y le contesto que lo olvide de una vez, y ella me dice que la olvide también.
-Ya la olvidé el año pasado.
-¿A cuál de todas?
-No me dolió. Solo le conté a Jota que yo era feliz.
No dijo nada más.
Eli se engríe conmigo. Hoy al rebuscar en mi mochila no encontró sus lentes a medida. De frente me lo encaró, que donde lo dejé, que donde lo he visto. Sabe muy bien que lo compraré, como sea encontraré el billetito para eso, y se lo trasmito con la mirada, pero no entiende y vuelve al tema. Me encanta.
Cuando estoy solo pienso en Elizabeth. Cuando escribo también. Cuando lloro, me encolerizo, o estoy preocupado. Lo único que quiero ahora es estar con ella. Vivir para ella, vivir por ella, enloquecer por ella, escribir para ella.
-Ya llegó el draiv’. -Espeta, sonríe. Me abraza el cuello y los cabellos. -No hagas locuras, mi amor, te veo en la noche.

Y se fue, cerró la puerta viejísima del portón descolorido, observé el sedan negro y miré a los ojos del conductor, ella se despidió con sus manos riendo, y pensará: deja de mirar al conductor, es un buen hombre, no es como crees.
Siempre he sido una sombra cuando permanezco a su lado. Ella se limita a ser la luz. Cuando la sombra se aparta, la luz se debilita. Llega nada a tragar lo que resta.

Carry no me contesta, no me contesta, Anyela, loquito, tasumare oe, diría Jota hace tan solo un mes en medio de la intermitencia y la vastedad. Imagino a Jota, su cara redonda y su apariencia de maldito y su tatuaje de Lizeth, su hija, en la espalda, y debajo, FAMILIA. Te falta solo dos años, hermanito, para que puedas salir de ese basurero.

Llamó Davis una vez más, y le planteé el negocio a seguir, completo, paso a paso. Me quedan algunos kilos, debo buscar otro proveedor, otro lugar para guardar.

Deben ser las cinco de la mañana. Soñé a Celeste, esta oscuridad, este silencio. Las estrellas se ocultan en Trujillo. Ya casi treinta días en el pabellón, y hoy recordé a Celeste… aquella vereda en Grau, en una desolada y fría tarde de junio, hace mucho tiempo. Nos citamos con el propósito de enmendar nuestros problemas desatados por los celos y la posesión… No imaginé que ella me prohibiría verla por una gran temporada, casi un año.

Yamir pasa por mi celda, me saluda.
-Barrio Salas. -Sonríe. La gente de mi celda escucha y no dicen ni mierda. Ninguno de estos viejos se atreve a decir algo contra Yamir.
Debo volver al presente. Debo enfrentar el presente sin mirar tanto atrás, ni adelante. Solo estoy yo y mi fuerza, mi cuerpo y mi mente.
-Barrio, pega, barrio, pega. -Dice Yamir desde su celda y no dudo en ir.
Jota me mira de reojo y otros hacen comentarios.
En la celda de Yamir suele oler a pasta básica de cocaína, como le llaman, gato.
-Pocos meses antes de caer estaba en la disco Oasis de Villa, si conoces, no.
-Claro, barrio, he pegado ahí.
-Estaba con tres jermas de tu barrio y mis patitas. Una era lindota, la que se acercaba a mi, se llama Lucía, la dejé en el paradero ocho.
-Hay una Lucía de mi promoción. Chinita, coloradita.
-Sí, barrio, así era. -Su causa Memín contaba caramelos y anotaba en un papel recortado deudas, quizá. -Ese día me tiré como una luca con esa loca. Putamadre, que yo era bien alaraco para mis tonos.
-Ese maldito. -Dije en voz baja.
-Aquellos días tenía como quince lucas ahorrados. Me gasté una luca esa noche. A los pocos días hago mi viaje para aca con el plan de ir a Puno a romper una empresa y ganar 100 palos.
-Ala mierda, tanto, barrio.
-Era una idea de gente mas vieja.
-Tamare, barrio. -Me senté en su tumba. Memín a mi costado no hizo ningún murmullo, seguía concentrado haciendo esos apuntes.
-Te acuerdas que te decía, que ya tenía planes de viajar a otro país a reiniciar algo mejor. Conchasumadre y me vengo por aca, barrio. -Dije.
-Causa, escúchame, las cosas pasan por algo. -Respondió.
-No lo sé, carajo.
-Esos días cuando caí me dieron por robo y tenencia. El Shano me bajó el delito de tenencia y me quedé con robo nomas, siete años, porque con tenencia a su vez significaba 11 añazos.
-Se hizo una contigo el Shano.
-Mi viejo le habló de mi a ese conchesumadre. -Dijo Yamir. -Y sabes algo, a los pocos días me entero que mis causas que cayeron a Puno murieron en un tiroteo. Solo uno está en Challapalca.
-Ala, en serio, barrio, que fea huevada. -Dije.
-Las cosas pasan por algo, Daniel.

En casa las cosas podían ser más sencillas, pero yo no lograba observarlo, no era posible asimilarlo; almorzar algún fin de semana con la familia y Eli, o recursearme con mis amigos, pasea con mis perros por el desierto de Pachacamac, leer en el río de Las Palmas, algo de Camus o de Ribeyro. Hacer música con Josué y la banda, respirar el aire más puro, gozar a plenitud no era posible, por el contrario, sentía mucho desprecio. Estoy en el infierno donde el desprecio y el odio se respira hasta agotarse, volverse loco, idiota u homosexual.

Las cosas habían empeorado desde la partida de Celeste.

Mejor camino a despejarme. Intento acomodar mi ropa, ordenar mis sábanas.
-¿Dónde está Daniel? -Beycker preguntaba al Pedro que se encontraba en la puerta manoseando su paila.
-¿Qué haces ahí, oe, loco de mierda?
-Estoy intentando dormir.
-Ven para aca, que te dará derrame.
-Otro huevón con esa….
-Vamos, mierda. -Sus ojos redondos casi me oprimen. Me levanté al fin.
-Vamos, -respondí.
-Me mandó una carta mi jermita que está recluida. -Contaba.
-Ah, hoy te vio el abogado, no. No me llamó ese conchasumare.
-Tienes tiempo aún, causita. Su carta me ha despertado.
-Aún falta bastante.
-Aún no vas a la capilla, no, ya es hora que vayas y creas en el de arriba.
-El de arriba deberá pedirme perdón, Beycker.
-No hables así que pareces loco, causa.
-Al de arriba yo le perdonaré por traerme acá.
-Este conchesumare.
Vemos por la puerta al holt que rodean al negro Memín, y vemos algunos chorros de sangre en la polera de Jordan.
-Oe, el no es el limeño de Salamanca. -Le dije.
-Putamadre, que ha pasado. -Beycker se acercó al grupo que se reunía. Ya Fabián daba vueltas con Adolfo, también el Puga ojeaba.
-¡Tú ya sabes como soy y a mi me llega a la pinga, te juro que a mi me llega a la pinga, engañado de mierda! -Gritaba el negrito Memín a Jordan, éste quieto y mudo no sabía como reaccionar.

Los técnicos se los llevaron a los 2. Apenas tuve conversaciones con Jordan, él era un tipito más educado que los demás, más chévere, más formado.
-Lo van a traer a Jordan, Daniel. -Dijo Beycker, -por eso no te prestes plata, mejor andar misio que meterse con esta gente.

La gente se repliega, los mirones, los viejos caminan alrededor. El Memín sigue gritando como una fiera y los amigos de Jordan lo rodean. Jordan no para con los limeños, la hace con sus causas de su celda, el Haragán de la Esperanza, un bigotudo que para con su espejito diminuto sacándose los bigotes, y un gordo colorado que tiene como seis ingresos, además del colombiano Fredy y el güero de Barquisimeto.
Llegó Adolfo algo angustiado, este limeño es de pocas palabras, tristemente me contó que está con una pena de quince años junto con Fabian y su sobino, Bryan. Cuando la gente ve a Fabian también ven al Toro, eran muy amigos algún tiempo, lo confirmo porque algunas mañanas desayunan juntos. Ahora hilo cabos de porqué Beycker es como su perro de Fabian. Aún no entiendo algunas cosas, quizá Jota me las pueda explicar.
Beycker se reúne con Fabian, Yamir y Jota. Reunión de limeños y yo miro de lejos. Recuerdo a Pikicho me decía, poco a poco escalarás, arriba, a los cabezas, primero empiezas en lo más bajo.

Y en este caos busco el aire mirando el cielo. Debo confesar, y tenerlo claro. Elizabeth se parece mucho a los ojos de Celeste, quizá al principio en sus ojos oscuros de Elizabeth mi retorcida y melancólica mente veía a Celeste. Igual la he querido y admirado, su delgadez, sus manos al tocarme, su autosacrificio para el amor idealizado. La segunda noche que pasamos juntos recordé a Celeste… Eli no contesta las llamadas. La muy tonta donde mierda estará. Solo me duele el pecho si la recuerdo, mejor la entierro, la olvido, la almaceno para otro tiempo, una temporada de paz que quizá no exista.

Tumbado en el patio disfrutando las nubes gordas blancas pasar, intentando conectar con la vida su fibra más íntima, más vital, más cálida. Pobre Jordan, estará asustado. Poco a poco te olvido, Celeste, sé que al salir no serás más que fotografías y palabras escritas sin mucha inspiración. Y me acordé de ti cuando a un hermano lo llevan al castigo, es que ya no sé si lo que vivo es un sueño o la realidad.

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