Nunca es tarde

Nunca es tarde para hacer lo que realmente te gusta y sentís, excepto cuando tenés el ligero presentimiento de que tu estadía en esta tierra se está acabando. Te sentás a esperar aquello que algunos llaman el fin, y otros, el comienzo. Estás satisfecha con los pasos que diste y aunque no dejaron tanta marca en el piso, sí lo hicieron en el corazón de aquellos que solo vos sabés. Te vas despidiendo de a poco y quien te espera te hace saber que el momento está llegando. Las señales se hacen cada vez más notorias, la espiritualidad te sigue a donde sea que vayas, nunca te dejan sola. Tenés en claro que todos cumplimos un propósito y que a eso hemos venido, una vez cumplido entonces partimos, en silencio. Siempre supiste que no perteneces, te has sentido ajena a esta vida, ajena al momento, ajena a la tierra. Supiste esperar el momento adecuado y florecer internamente; es lo que te faltaba para poder partir tranquilamente.

Has nacido para amar, más que para ser amada. Naciste para reparar el interior de todo aquel que fue lastimado con mala intención. Lo sabés en el momento indicado, no era posible entenderlo antes porque todo tiene su tiempo. Las flores marchitan; las hojas se caen; el café se enfría y el tren hacia la salida avanza más rápido de lo que te imaginas. Solo te queda mirar al cielo, dejar que el viento enfríe la punta de tu nariz y ser feliz cada que tomas un sorbo de café. Con o sin compañía, la soledad a veces se vuelve tu única familia, aunque tengas a la de sangre a tu lado. Solo respira, sos más fuerte de lo que te imaginas. 

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