En el manual de vivir la vida o al menos el diccionario de términos a evitarse para tomar decisiones debería existir un «a veces».

De hecho, cada situación que experimentamos es así. Te gusta el café caliente o frío, los abrazos fuertes o solo dar la mano. Amar de forma intensa o desinteresada, aunque a esto no se considere amor porque a la mitad nada funciona.

Y si te detienes a pensar por un instante, cada acto a la mitad se vuelve un «a veces» de amor lejano, sentimientos tristes y desanimo. De seguro, si nos olvidáramos del «a veces» nos sentiríamos más completos, no como ese vaso que parece medio lleno cuando está vacío. 

Al inicio es algo confuso, porque el amor tibio quiere ser algo normal. Claro, eso solo cuando uno decide vivir con ello. Pero, pasa el tiempo o todos aquellos torbellinos de experiencias en las que debes decidir si o si, entonces no estás para mitades.

Ingenuamente, puedes pensar que se es la mitad de alguien más, y es que no. Irónicamente, se dice que dejar una relación es partirse el corazón a la mitad, y no. Lo único que pasa es un abrir de ojos brusco y un golpe de realidad que te azota como ese viento intenso que llega antes de una tormenta.

Quizás los días y las noches no son las mismas cuando estás a la mitad, aunque el sol este más radiante o el cielo tenga más estrellas de lo normal. Sin embargo, todo es necesario porque a veces te sientes lleno o vacío, a veces caliente, tibio o frío.

Entonces lo que queda después es levantarse, y eso no implica ponerse de pie, sino decidir dejar de hacer responsable a alguien más de lo que vives. Y luego del frío y momentos turbios que trazan un capítulo en tu vida, también comprendes que hasta los pulmones que tenemos siendo dos pueden ser de mucha utilidad cuando es solo uno.

Y si, «a veces» hay cosas que suceden y otras no, pero solo tú decides tener o borrar esta expresión de ese manual que direcciona tu andar.

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